Entrevista a Orlando Zaccone

"Con Bolsonaro se institucionaliza el fascismo en Brasil"

comisario de policía brasileño Orlando Zaccone

comisario de policía brasileño Orlando Zaccone / periodico

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Orlando Zaccone, es un comisario de policía brasileño atípico. En Doctor en Ciencias Políticas y máster en Ciencias Penales, es miembro del movimiento Policías Antifascismo de Brasil y portavoz de Agentes de Policía contra la Prohibición de las drogas. Es autor de varios libros, como 'Accionistas de la nada: quienes son los traficantes de drogas' e 'Indignos de vida: la forma jurídica de la política de exterminio de enemigos en la ciuda de Río de Janeiro'. Zaccone ha participado en Barcelona en el seminario "Drogas, políticas y violencias" organizado por el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) y Casa Amèrica de Catalunya.

Roussef destituida, Lula en la cárcel y Bolsonaro presidente ¿Qué estás pasando en Brasil?

Estamos en una situación muy complicada. Es una cuestión básicamente de intereses económicos. Lula (el expresidente Luiz Inázio Lula de Silva) dejó de conversar con los trabajadores y no hubo huelgas porque los sindicatos los controla el Partido de los Trabajadores (PT). Lula siempre atedió los intereses de los bancos, del sistema financiero, que fueron los que más se lucraron durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT). Y lo hizo para preservar los intereses de las grandes empresas petroleras. Bolsonaro representa ahora un proyecto trasnacional, un proyecto de entrega de todas las riquezas de Brasil al capital internacional. No hay que olvidar que Bolsonaro hizo el saludo militar a la bandera de EEUU. Detrás de su campaña electoral han estado asesores de Trump, como Steve Bannon. Son los que han financiado las ‘fake news’ (noticas falsas) y han articulado las redes sociales.

¿La llegada del excapitán Bolsonaro a la presidencia significa la vuelta de los militares al poder?

Los militares siempre han tenido mucho poder en Brasil. La amnistía que se proclamó después de la dictadura permitió que participasen en la constituyente y lograsen continuar en las estructuras de poder. La Constitución dice que las Fuerzas Armadas garantizan el funcionamiento de los poderes constituidos, cuando debería de ser al revés. El Ejército puede intervenir como fuerza de orden público cuando el Gobierno lo solicite. Y no habido ni un solo Gobierno, desde 1988, que no lo haya hecho. Esto ha contribuido a que con el tiempo haya quedado en el imaginario popular la idea de que toda solución para los problemas sociales de Brasil pasa por las Fuerzas Armadas. Así es como ha aparecido un personaje como Bolsonaro. Muchos brasileños creen que es el Ejército el que va a combatir el crimen porque sabe cómo hacerlo.

¿Qué espera entonces de la presidencia de Bolsonaro?

Lo que creo es que con la llegada de Bolsonaro a la presidencia se institucionaliza el fascismo en Brasil. Si Bolsonaro durante su mandato encuentra obstáculos judiciales que le impiden llevar a adelante determinadas leyes que pueden ser consideradas anticonstitucionales, como la que permitiría a la policía matar a cualquier persona que vaya armada, no descarto entonces que pueda dar un autogolpe.

¿Y cuál cree que va a ser su política de lucha contra el narcotráfico?

La misma que ahora pero institucionalizada como acción legal. Con Bolsonaro no se va a empezar a matar a presuntos narcotraficantes en Brasil porque hace treinta años que se hace, como una forma de exterminio. Río de Janeiro es un pequeño estado de nuestro país y en el 2007, solo en este espacio, la policía mató a 1.330 personas. Entonces fue todo un record. Este año, hasta el mes de julio, ya hemos superado los mil. En Río estamos bajo intervención militar, lo que ha hecho que aumente el número de fallecidos. En la guerra de las Malvinas, la última guerra del continente, con barcos, aviones, misiles, los muertos no llegaron al millar.  

¿En qué medida el narcotráfico en Brasil está infiltrado en las estructuras del Estado?

El negocio de las drogas en Brasil es de baja escala, no existen los grandes cárteles como en Colombia. Es el negocio de la venta en la calle directa al consumidor, sobre todo marihuana, que viene la mayoría de Paraguay, y cocaína, que entra por Bolivia. Lo que hay son grupos que se encargan de distribuirla y que dependen de narcotraficantes de fuera que nunca son detenidos, ni tampoco investigados. Toda la represión se concentra en los consumidores y distribuidores. Los hay muy conocidos, como el PCC en Sao Paulo o el Tercer Comando en Río de Janeiro. Se disputan los espacios para la venta de la droga. Y el problema en Río es que en la disputa de estos grupos participan algunos policías que apoyan a unos o a otros, y ahora además se han incorporado milicias, grupos paramilitares. En Río se libra una guerra para ocupar espacios para la venta de la droga.

No ha de ser fácil para usted trabajar en estas condiciones…

El problema es que cuando se aborda el tema de las favelas, algunas conocidas por ser centros de venta de drogas, se señala como narcotraficante a todos los que viven ahí. Como comisario de policía participé en un caso muy importante, conocido como el ‘caso Amarildo’, un vecino de la favela de Rocinha, la más grande de Río, que en el 2013 fue detenido y que murió debido a las torturas de unos policías. Se intentó tapar lo ocurrido acusando a Amarildo de narcotraficante. Me encargué del caso y descubrí que no era cierto. Las autoridades nombraron entonces a otro inspector que dio validez a la primera versión, pero al final lo agentes implicados fueron arrestados. Lo que está en juego no es cómo la policía actúa, sino para quién actúa. Si se hubiera concluido que Amarildo era un traficante no hubiera habido ningún problema. Matar a traficantes hoy en Brasil está considerado una causa justa y legítima. Por eso he sufrido muchas persecuciones. En Brasil no entienden como un comisario permite que se meta a policías presos por matar a un morador de las favelas. Un morador de favelas en Brasil es sinónimo de traficante.