este martes se inaugura

Así es el puente sobre el mar más largo del mundo (y quizá el más polémico)

La obra faraónica, de 55 kilómetros de largo, ha costado 20.000 millones de dóalres y unirá las ciudades de Hong Kong, Zhuhai y Macao

Adrián Foncillas

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Con fuegos artificiales digitales en una pantalla y un sucinto y sobrio discurso del presidente, Xi Jinping, ha inaugurado China el puente marino mas largo del mundo. Ha escaseado aquella pompa de la década pasada, cuando los crecimientos económicos de dos dígitos y cierto complejo de nuevo rico abocaban al superlativo continuo: la presa mas grande, el tren más largo, el aeropuerto más alto, el observatorio espacial más potente… La elefantiásica infraestructura rechina en estos tiempos sobrios de gastos racionales y con la guerra comercial amenazando la economía.

El proyecto se manejaba desde los principios de los 80, empezó a construirse nueve años atrás y se ha completado con dos años de retrasos y una factura de 20.000 millones de dólares. Son 55 kilómetros que unen las excolonias de Hong Kong y Macao con las macrociudades de la provincia de Guangdong. Es una vibrante zona de casi 60.000 kilómetros cuadrados y 70 millones de habitantes que siempre ha liderado el desarrollo del país, primero con las manufacturas y ahora con tecnológicas como Huawei o Alibaba. La mejora de las comunicaciones es otro empujón para que la zona rivalice con Sillicon Valley como referente global. Bastarán 30 minutos para los trayectos que hasta ahora exigían cuatro horas y los discursos de esta mañana subrayaron el panorama esplendoroso que le espera al Área de la Gran Bahía.

El puente es una obra mayúscula de ingeniería civil. Ha requerido construir dos islas artificiales y un túnel subacuático para salvar las rutas de comercio naval. Sus 400.000 toneladas de acero quintuplican las del icónico Golden Gate de San Francisco y sus suaves curvas sugieren una serpiente. También ha exigido una seguridad reforzada contra la agresiva meteorología del Delta del Río de la Perla. La construcción soportará tifones con vientos de 350 kilómetros hora, además de terremotos de ocho grados y embestidas de cargueros de 300.000 toneladas. Y cuenta con la última tecnología para la seguridad vial. Incorpora cámaras de “detección de bostezos” que emitirán una alerta si se acumulan tres en 20 segundos y se monitorizará la presión sanguínea y los latidos del corazón de los conductores.

Una obra de tal magnitud nunca está exenta de polémicas y a esta no le han faltado. Los ecologistas aluden a la destrucción del hábitat marino y sus fatales consecuencias para delfín blanco chino. Las fragorosas obras han menguado su censo desde los 80 ejemplares de 2012 a los 47 del pasado año, según la Sociedad de Conservación del Delfín de Hong Kong. Los expertos han desdeñado como tardías las medidas proteccionistas del gobierno y temen que el puente y la inminente ampliación del aeropuerto hongkonés extingan a los 'pandas marinos'.

Una veintena de trabajadores han muerto y 275 han resultado heridos durante su construcción. La factura sería más comprensible en la China rural que en la hiperdesarrollada costa oriental. La justicia ha multado a seis subcontratas por vulnerar la legislación de seguridad laboral. 

También ha soliviantado el coste. Los hongkoneses han sufragado el 60 % de los 20.000 millones de dólares y muchos se preguntan si el puente era prioritario cuando la excolonia padece problemas acuciantes como la falta de vivienda de protección oficial y la comprensible tensión de los servicios en una isla donde se aprietan ocho millones de habitantes. Las restricciones al uso del puente incrementan las dudas. Los vehículos privados no podrán circular y será necesario pagar los 10 dólares del billete de un shuttle bus para cruzarlo. Solo unos pocos hongkoneses que acrediten el pago de altos impuestos en el interior o donaciones a la caridad optarán a un permiso especial.

La desconfianza hacia Pekín que anida en Hong Kong ha llevado al puente al debate político. Algunos lo ven como el penúltimo intento de limar la autonomía isleña y anticipan otra amenaza para la fórmula de “un país, dos sistemas” que debería preservar las libertades, el sistema judicial y capitalismo de sus británicos días. Las imágenes aéreas muestran la irresistible metáfora  de un cordón umbilical que une a Pekín con su excolonia.