EL DRAMA DE LA MIGRACIÓN

La caravana de más de 5.000 hondureños entra en México y se encamina a EEUU

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Témoris Grecko

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Donald Trump parecía otro en su mitin del sábado, en la ciudad de Elko (Nevada). “¡Construye el muro!”, gritaba su audiencia. Pero no les obsequió con la dura retórica antimexicana a la que les tiene acostumbrados. La noche anterior, el presidente Enrique Peña Nieto había asegurado que no permitiría la entrada ilegal de los miembros de la caravana migrante centroamericana. Y Trump lo celebraba: “¡Quiero agradecer a México! ¡México ha sido increíble! ¡Y los líderes de México!”

Con el matiz de rigor, por supuesto: los éxitos son siempre suyos: “¿Y ustedes saben por qué? ¡Porque ahora México respeta el liderazgo de Estados Unidos!”

A 3.600 kilómetros al sudeste de allí, sin embargo, los hechos se desarrollaban en un sentido muy diferente.

Solo una minoría, unas 2.000 de las 7.233 personas en movimiento (según datos de la organización mexicana Casa Migrante), dormiría por segunda noche en el puente sobre el río Suchiate, contenida por la policía y dándole sustento a la satisfacción de Trump.

Pero más de 5.000 niños, mujeres y hombres se empeñaban en aguarle la fiesta al magnate estadounidense.

El viernes y el sábado, mientras las cámaras se concentraban en el espectacular desborde humano sobre el paso oficial, el río Suchiate fue surcado de ida y vuelta por una flota de balsas rudimentarias, tablones de madera sobre llantas infladas, para transportar a la mayor parte del contingente que escapó, así, al control fronterizo mexicano.

Además, 620 extranjeros, según datos del Instituto Nacional de Migración, presentaron solicitudes de asilo y fueron trasladados a refugios.

Todos juntos

Los que tomaron la vía fluvial ocuparon un parque en Ciudad Hidalgo, la primera población del lado mexicano, donde votaron a mano alzada a favor de continuar su ruta y descartar el trámite de pedir refugio, que consideraron lento.

Ahí durmieron. Se levantaron a las 4 de la mañana del domingo, limpiaron el lugar y tomaron camino hacia la ciudad de Tapachula, a 35 kilómetros. Un pelotón de policías federales con equipo antidisturbios se apostó en un crucero, pero se retiró sin haber intentado detenerlos. Planean pasar la noche en el pueblo de Metapa.

Se dan ánimo coreando la consigna “¡Vamos caminando todos juntos!”. Es una información que no agradará en Washington, donde se espera que México continúe desempeñando su rol de guardafronteras de Estados Unidos.

Lo ha hecho cada vez mejor: en el cuatrienio 2011-2014, Estados Unidos deportó a más guatemaltecos, hondureños y salvadoreños (389.000) que México, que repatrió a 325.000 centroamericanos.

Pero en el periodo más reciente, del 2015 al 2018, el país del sur ha logrado aliviar la presión sobre su vecino del norte, que solo expulsó a 293.000 centroamericanos, frente a los 436.000 que rechazó México.