CASO CONTROVERTIDO

La investigación sobre la desaparición de Khashoggi estrecha el cerco sobre Arabia Saudí

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Adrià Rocha Cutiller

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Cuando Jemal Khashoggi entró en el consulado saudí de Estambul, un grupo de siete hombres le dio la bienvenida. Estaban ahí desde no hacía mucho: habían aterrizado tan solo 10 horas antes procedentes de Riad y hacía solo 30 minutos que estaban dentro del consulado.

No se quedarían mucho tiempo. Según las investigaciones policiales turcas, estos siete hombres, dos horas después de encontrarse con Kashoggi, salieron del recinto consular con dos coches. A uno se le perdió la pista; el otro fue en dirección a la residencia del cónsul saudí en Estambul, donde pasaría lo que quedaba de día.

A media tarde, otro avión procedente de Riad también aterrizó en Estambul. En él viajaban otros ocho hombres. Una hora y media después, todos —los 15— despegarían de allí. De Jashoggi nunca más se sabría: sigue desaparecido desde el martes de la semana pasada, el día en que ocurrieron estos hechos.

La investigación avanza, pero, a partir de este punto, se pierde la pista de las pruebas. Nadie sabe qué pasó durante esas dos horas en el consulado; esas cuatro en la casa del cónsul saudí. Riad dice que el periodista salió del consulado por su propio pie solo minutos después de entrar.

Pero Turquía, que ha prometido llegar hasta el final en la investigación, lo niega en rotundo. Los turcos tienen sus propias hipótesis: creen que Khashoggi fue asesinado dentro del mismo recinto. El periódico ‘Sabah’, el más cercano al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan y el que, por lo tanto, está recibiendo la mayoría de filtraciones policiales, asegura que uno de los 15 saudíes que viajaron a Estambul era médico forense. Todos han sido identificados y el periódico les apoda como el «escuadrón asesino». Este diario, además, asegura que, ese mismo martes pasado, el personal de servicio de la residencia del cónsul saudí en Estambul tuvo el día libre.

Las autoridades saudís lo sabían. Sabían que Khashoggi, que vive desde hace un año autoexiliado en EEUU, iría ese martes a hacer unos trámites burocráticos en el consulado. Y lo sabían porque el jueves anterior, el periodista ya había ido a reclamar unos papeles. Le dijeron que no los tenían: que volviese el martes y que entonces los podría recoger. Nunca más se supo.

Todo, bajo plan

«La inteligencia estadounidense había interceptado comunicaciones de oficiales saudís en las que se les oía discutir una estrategia para capturarlo», ha publicado este miércoles el periódico ‘The Washington Post’, donde Kashoggi colaboraba como columnista habitual.

El periodista saudí también se lo temía. «No creo que pueda nunca volver a casa. Cuando oí sobre la detención de un amigo que no había hecho nada para ser detenido, eso me hizo sentir que no debía volver», había dicho el periodista en una entrevista a la BBC tan solo tres días antes de desaparecer.

Por esto, porque tenía miedo de ser arrestado, se escapó de Arabia Saudí con destino a Washington. Desde hace un año vivía entre esa ciudad y Estambul, de donde es su pareja y con la que se iba a casar: al consulado saudí fue a buscar unos documentos para hacerlo.

«Yo hablo. Pero ese amigo mío que fue detenido no lo hacía. Puede que solo hablase críticamente sobre algo en una cena privada, con amigos. Esto es en lo que nos estamos convirtiendo en Arabia Saudí, en un país donde ya no se puede hablar abiertamente porque la gente se espía entre ella. Eso no había pasado nunca», dijo Khashoggi en la entrevista con la televisión pública británica.

Poca presión internacional

Mientras tanto, la presión para que los países occidentales —aliados de Arabia Saudí— hagan algo aumenta. El presidente estadounidense, Donald Trump, uno de los mayores aliados del rey saudí, Salmán Bin Abdulaziz, ha dicho que sigue lo que está ocurriendo.  EEUU ha ofrecido este miércoles la asistencia del FBI en las investigaciones.

Naciones Unidas y la Unión Europea se muestran consternadas y piden que se esclarezca rápido lo ocurrido a través de una investigación independiente. Pero muchos países europeos —entre ellos España— han mantenido, de momento, la boca cerrada: Arabia Saudí es un aliado estratégico en Oriente Próximo.

Voz amable hasta hace poco

<strong>Crítico pero no un disidente</strong>. Así se definía Jamal Khashoggi, el periodista saudí desaparecido hace algo más de una semana en Estambul. Khashoggi, hacía unos años, había incluso trabajado para el Gobierno de su país. Pero con la llegada al poder del príncipe heredero, <strong>Mohammed Bin Salman</strong>, se volvió cada vez más distante de la corte real.