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Las mentiras del juez Kavanaugh le alejan del Tribunal Supremo de EEUU

Brett Kavanaugh

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Ricardo Mir de Francia

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Antes de que el juez Brett Kavanaugh testificara el pasado jueves ante el Comité Judicial del Senado para defenderse de las acusaciones de abuso sexual que le persiguen, su futuro parecía depender exclusivamente de su capacidad para convencer a los senadores de que esas alegaciones no eran más que humo. Desde entonces, sin embargo, otros elementos han complicado la confirmación del candidato de Donald Trump al Tribunal Supremo. Su credibilidad ante la opinión pública se ha ido resquebrajando a medida que quedaba demostrado que Kavanaugh mintió sobre sus hábitos en la ingesta de alcohol durante su época de estudiante o en su reacción inicial frente alguna de las acusaciones. En otras circunstancias podrían verse como mentiras piadosas, pero lo que se juzga aquí es su integridad para ocupar uno de los cargos más importantes del país.

Tanto durante su testimonio como en la entrevista que concedió junto a su mujer, Kavanaugh se presentó como una suerte de estudiante modélico que pasaba muchas noches en la biblioteca, iba a misa los domingos y, aunque le gustaba la cerveza, bebía siempre con moderación. “Nunca me desmayé ni nada parecido, eso es sencillamente incorrecto”, dijo al juez la semana pasada. Su relación con el alcohol es relevante en este caso porque las tres mujeres que han impugnado su conducta sostienen que estaba completamente borracho cuando abusó sexualmente de ellas. Y aunque no hay pruebas todavía para demostrarlo, numerosos amigos de Kavanaugh de su época estudiantil han cuestionado que fuera un bebedor responsable.

Bebido, farfullando y tambaleándose

“Tergiversó crudamente” la realidad, ha dicho uno de sus compañeros de clase y parrandas en Yale. “Lo cierto es que Brett bebía a menudo y bebía mucho” hasta el punto de volverse “beligerante y agresivo”. Algo parecido dijo otra de sus compañeras de universidad. “No hay ningún problema con beber cerveza en la universidad, el problema está en mentir al respecto”, le contó Liz Swisher a la CNN. “Yo lo vi beber más que mucha otra gente. Acababa farfullando las palabras y tambaleándose”. Otros han dicho que se volvía violento cuando estaba borracho y han sugerido que es muy difícil creer que no tuviera lapsos en su memoria.

El propio Kavanaugh habría dejado constancia de sus excesos de aquella época en una carta que envió a sus amigos en 1983 cuando se preparaban para ir de vacaciones a la playa. En la misiva, descubierta por 'The New York Times', les pedía que avisaran a los vecinos de que les llegaba un grupo de “ruidosos y odiosos borrachos muy dados a las vomitonas”. La prensa también ha desvelado que la policía le interrogó en 1985 después de que protagonizara un altercado en un bar a la salida de un concierto. Según la ficha policial, el hoy magistrado le tiró un hielo a un parroquiano sin venir a cuento antes de que uno de sus amigos le rompiera una botella en la cabeza.

Kavanaugh tampoco dijo la verdad cuando le contó al Senado que se enteró por la prensa de las alegaciones de Deborah Ramírez, la mujer que le acusa de haberle puesto el pene en la cara durante una fiesta en Yale hace 35 años. Diversos mensajes de texto sugieren que Kavanaugh contactó antes a varios de sus amigos para pedirles que refutaran las acusaciones de Ramírez antes de que se publicaran.

Vestir la toga

Todos estos elementos y algunos más han llevado a los demócratas a afirmar que Kavanaugh no tiene la integridad suficiente para vestir la toga del Supremo. “El juez ha engañado en todo a los senadores, en lo mundano y en lo importante”, ha dicho Chcuk Schumer, su jefe de filas en el Senado. “Cada vez tenemos más pruebas para demostrar que Kavanaugh no es creíble”.

Su suerte se decidirá muy probablemente esta misma semana. La investigación del FBI para esclarecer las acusaciones que le persiguen está llegando a su conclusión y los republicanos al frente de la Cámara Alta ya han anunciado que se votará para confirmarlo antes de que acabe la semana. Todo parece indicar que no las tienen todas consigo.

No se explica de otra manera la actitud de Trump, que el martes lanzó su primer ataque directo contra la credibilidad de la profesora Christine Blasey Ford. “¿Cómo llegaste a casa? No me acuerdo. ¿Cómo llegaste al sitio? No me acuerdo. ¿Dónde estaba? No me acuerdo. “¿Hace cuántos años fue? No lo sé”, dijo el presidente mofándose de la mujer que ha acusado al magistrado de intento de violación. Tres senadores republicanos están indecisos y basta que dos se opongan a Kavanaugh para que descarrile su confirmación.