Una obra millonaria

Un tren de alta velocidad caballo de Troya para Hong Kong

La línea estimulará las sinergías entre la isla y el interior, aunque algunos en la excolonia ven el enlace como el penúltimo intento chino de limar su autonomía

G79 Fuxing bullet train, the first high-speed train service from Beijing West station to Hong Kong West Kowloon, leaves Beijing

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Adrián Foncillas

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“La alta velocidad llega a Hong Kong”, anunciaba este fin de semana la agencia oficial china Xinhua con el entusiasmo de las grandes citas. Y lo es: el tren integra finalmente al rutilante pulmón financiero chino en la mayor red de alta velocidad del mundo y estimulará las sinergias entre la isla y el interior. Pero algunos en la excolonia ven al tren como el penúltimo intento chino de limar su autonomía. Los legisladores prodemocráticos intentaron boicotear el acto con una manifestación a las puertas de la estación de Kowloon Oeste denunciando la supuesta violación de las leyes locales.

En el centro de la polémica están los controles de pasaportes en esa elefantiásica y futurista estación situada en el corazón de la excolonia. Hasta ahí desplazará Pekín a varios cientos de funcionarios y policías para complementar los trámites en lo que supondrá su primer ejercicio de competencias en suelo hongkonés. También podrán practicar detenciones cumpliendo la ley del interior por acciones que permite la hongkonesa y trasladar a los sospechosos al continente.

La convivencia de funcionarios de ambos territorios es inatacable desde la eficacia. Estados Unidos y Canadá, o Francia y el Reino Unido en el Eurostar, ya han demostrado que aligera el proceso. Pero algunos hongkoneses habrían preferido soportar dos veces los trámites antes que ver a tantos uniformados del interior en su territorio.

Quebradero de cabeza

La lucha de los sectores independentistas, minoritarios en Hong Kong, empezó tan pronto fue anunciado el proyecto. Este fin de semana quedó certificado su fracaso. “Carece de precedentes, viola el principio de un país y dos sistemas y amenazará la autonomía de Hong Kong”, advirtió el legislador Lam Cheuk-Ting. La jefa ejecutiva de la excolonia, Carrie Lam, había expresado este mes su hastío por tener que lidiar con “todos esos innecesarios miedos y ansiedades”.

No es el único quebradero de cabeza que le ha causado el tren al gobierno insular. La línea se ha inaugurado con tres años de retraso y un sobrecoste del 30% que ha elevado la factura hasta los 10 mil millones de dólares. La estación ferroviaria de 400.000 metros cuadrados se alinea más con el gigantismo chino que con la sobriedad británica de la excolonia. “Sinceramente, la gente de Hong Kong ha pagado demasiado por este tren”, se lamentó la legisladora Tanya Chan.

Sus beneficios, sin embargo, no se discuten. El tren unirá Hong Kong con Guangzhou, Shenzhen y otras grandes urbes del Delta del Río de la Perla empleando menos de la mitad de tiempo. Es un área de 56.500 kilómetros cuadrados y 68 millones de habitantes que empuja la economía nacional y que ahora estará conectada en menos de una hora. El Gobierno estima unos 80.000 viajeros este año y casi 100.000 en 2012.

Reforma educacional

La fórmula de “un país, dos sistemas” de Deng Xiaoping permitió a la isla conservar sus libertades, sistema judicial, capitalismo y otros rasgos característicos cuando fue devuelta a la madre patria en 1997. La convivencia fue ejemplar durante los primeros años pero empezó a torcerse con inquietantes iniciativas como la reforma educacional de 2012 que enfatizaba el patriotismo.

La detención de cinco libreros que publicaban rumores e injurias sobre los líderes chinos reveló que fuerzas del interior pululaban por las calles de la excolonia sin jurisdicción. La inauguración del tren ha coincidido con la ilegalización del Partido Nacionalista de Hong Kong, con un programa independentista, por “amenazar la seguridad nacional”. La formación tiene una fuerza residual pero se había ganado un hueco en el panorama político con sus fragorosas campañas contra Pekín. Supone la primera ilegalización de un partido democrático en Hong Kong y no extraña en ese caldo de cultivo que el tren sea señalado por muchos como un moderno caballo de Troya.