GUERRA SUCIA EN LA ADMINISTRACIÓN

El redoblado duelo de Trump con Omarosa desvela un ambiente de desconfianza en la Casa Blanca

La exasesora negra despedida, a la que el presidente ha llamado "perra", grabó su despido y al mandatario

Omarosa y Trump.

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I. N.

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Donald Trump ha llevado a la Casa Blanca tácticas que usó como empresario, desde grabar conversaciones hasta protegerse con acuerdos de confidencialidad, pero parece que los pupilos han aprendido del maestro. En los últimos días el presidente y Omarosa Manigault-Newman, una antigua participante de su concurso de televisión realidad que sirvió hasta diciembre como asesora en el Ala Oeste, han estado enfrentándose públicamente por su despido. Y aunque un elemento clave en la historia es el racismo (con Manigault acusando a Trump de ser racista y el presidente usando la palabra “perra” para hablar de su exempleada, que es negra), el redoblado y denigrante duelo también revela la realidad de una Casa Blanca marcada por desconfianza.

El domingo Manigault-Newman, que está promocionando un libro, hizo saber que había grabado al jefe de gabinete, John Kelly, mientras este le despedía. La conversación tuvo lugar en la Situation Room, donde supuestamente los empleados no pueden entrar con dispositivos electrónicos. El lunes desveló que también había grabado al propio presidente cuando le llamó un día después de su despido. Y en declaraciones a la CNN fuentes de la Casa Blanca han reconocido que dudan que ella fuera la única que ha estado grabando sus conversaciones en el Ala Oeste.

El duelo con Omarosa ha puesto también el foco en los acuerdos de confidencialidad que Trump ha importado de su vida anterior como empresario. Aunque Manigault ha explicado que no firmó uno al llegar a la Casa Blanca, y asegura que le ofrecieron 15.000 dólares al mes tras el despido para no hablar del presidente y su familia, sí firmó uno previamente cuando entró a trabajar en la campaña.

Ahora esa campaña le ha demandado por romperlo y puede también que fuera a ese contrato previo al que se refirió el presidente en un tuit.

Pero el caso ha servido para que la Casa Blanca, tras meses negándose a confirmar informaciones que aseguraban que esos acuerdos eran la norma en el Ala Oeste, ahora lo reconozcan. Lo han hecho, intentando normalizarlo, la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, y la asesora de Trump Kellyanne Conway. En cualquier caso muchos expertos creen que acuerdos de confidencialidad no tienen validez para empleados del Gobierno.