PROBLEMA CRECIENTE EN EL GIGANTE ASIÁTICO

Antes muerto que incinerado

Familiares visitan las tumbas de sus seres queridos en un cementerio de la ciudad china de Jinjiang.

Familiares visitan las tumbas de sus seres queridos en un cementerio de la ciudad china de Jinjiang. / .18815861

Adrián Foncillas

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Fue una razia contra ataúdes. Los funcionarios registraron casa a casa, los arrancaron de las manos de los vecinos y los amontonaron para que las excavadoras los astillaran antes de ser quemados. Las fotografías en las redes sociales muestran a algunos ancianos siendo extraídos de los ataúdes en los que se habían encerrado para evitar la pira y arrastrados por las fuerzas de seguridad. Las escenas vividas en Ganzhou, Jian, Yichun y otras ciudades de la provincia de Jiangxi radiografían las tensiones entre el progreso que pretende el Gobierno y la tradición confuciana.

Jiangxi aprobó seis meses atrás la política de “cero entierros” para preservar la tierra y ordenó las cremaciones. El proceso empezó con compensaciones económicas de hasta 2.000 yuanes (250 euros) a quienes entregaran sus féretros. El Gobierno recogió casi 6.000 en un solo condado gracias a lo que describió como “un trabajo sólido de política de comunicación y visitas puerta a puerta”. La prensa local mostró las montañas de féretros frente a pancartas del “sueño chino” que preconiza Ji Xinping, presidente chino, justo antes de ser quemados para generar electricidad. Un anciano de 80 años aclaraba en un diario de Jiangnan que la cremación protegía al medio ambiente y había querido mostrar el camino a las nuevas generaciones. Todo supuraba armonía y ecología, mantras de Pekín.

Cadáver exhumado

Pero algunos vecinos desvelaron la coerción en la fórmula del éxito. Un hombre de la localidad de Jian revelaba que los dos ataúdes que sus padres habían guardado durante tres décadas fueron confiscados a la fuerza y que su valor casi triplicaba la compensación oficial. Las autoridades también habían prohibido cualquier tipo de funeral ajeno a la cremación, reveló en el diario hongkonés South China Morning Post. Ningún condado supera en resolución al de Yiyang, que en abril exhumó un cadáver enterrado en contra de las regulaciones.

Muchos chinos han inundado las redes sociales con su indignación por quitar a los ancianos las posesiones en las que pretendían pasar la eternidad. Incluso el Diario del Pueblo, principal órgano de propaganda, calificó la campaña de “brutal y bárbara” y habló de “corazones heridos”, “pérdida de credibilidad de las administraciones” y “resentimiento que engendra inestabilidad”.

Tradición ancestral

Los chinos escenifican cada 4 de abril su recuerdo a los ancestros. La festividad Qingming o Día de Barrer las Tumbas certifica que el debido respeto confuciano de hijos a padres se prorroga más allá de la muerte. Las aglomeraciones se trasladan a los cementerios y los chinos observan la liturgia de limpiar las tumbas y quemar papeles que representan objetos de lujo con su certeza de que llegarán a los seres queridos transmutados en reales.

La tradición ordena que los cuerpos sean enterrados varios días después del fallecimiento. En algunas zonas del país se fabrican cuando se alcanza la sesentena por la creencia de que estimulará la longevidad y traerá suerte a la familia. No se repara en gastos y eso explica el fragor de estos días y de los pasados.

Suicidios para evitar la ley

Seis ancianos de la provincia de Anhui se suicidaron en el 2014 para regatear a la ley que obligaba a la cremación en las vísperas de su entrada en vigor. Una mujer se lanzó a un pozo y otros ingirieron veneno. Prefirieron acortar su vida para asegurarse la eternidad en una lujosa caja. Prefirieron la muerte a la incineración.

China aconseja la cremación desde 1950 para dedicar más tierra a la agricultura. El rápido proceso de urbanización que ha acompañado la apertura económica ha agravado hasta lo peligroso la relación entre población y terreno cultivable. Varias ciudades han destruido cementerios en los últimos años. En el 2012, hubo una ola de indignación nacional después de que las autoridades de la provincia de Henan arrasaran 400.000 tumbas. La implementación corre a cargo de los gobiernos locales, que a menudo se topan con la resistencia popular.

Un millón por una tumba

La escasez de suelo ha extendido la burbuja inmobiliaria al camposanto y generado el término popular de “esclavo de las tumbas” para los que se esfuerzan en pagas sus entierros, los de sus padres y los alquileres de los cementerios. El espacio se revaloriza un 25% anual y se ha llegado a quintuplicar en cuatro años en algunos casos. Los precios han empujado a muchos pequineses hacia los cementerios de Hebei, la provincia que abraza la capital. El camposanto de Anleyuan (Xiamen, provincia de Fujian), el más caro del país, ofertaba años atrás una tumba por un millón de euros.

China lidia con problemas serios que exigen soluciones drásticas y en ocasiones contraculturales. El Ministerio de Asuntos Sociales planea conseguir un porcentaje de cremaciones cercano al 100% en el 2020. No será fácil vencer la casuística milenaria. China no sabe cómo lidiar con sus nueve millones de muertos anuales si se niegan a ser incinerados.