CRISIS POLÍTICA

Miles de nicaragüenses piden en las calles a Ortega que se vaya

Manifestación contra Daniel Ortega, en Managua.

Manifestación contra Daniel Ortega, en Managua. / .44287290

Abel Gilbert

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Que se vaya”. “Ni un paso atrás”. Miles de estudiantes, obreros, campesinos, comerciantes, profesionales, empresarios y mujeres organizadas gritaron a viva voz las mismas consignas contra el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su esposa cogobernante, Rosario Murillo, en la que fue, para los analistas, una de las marchas opositoras más importantes desde que comenzó la crisis, 86 días atrás.

La multitud entonó otra vez la consigna que un presidente surgido de la guerrilla sandinista quizá nunca pensó que iba a escuchar. “Daniel, Somoza, son la misma cosa”. La equiparación que los manifestantes hicieron entre el dictador expulsado por el sandinismo en 1979 y el primer mandatario de la post-dictadura, derrotado en elecciones en 1990 y de nuevo en el poder desde el 2017, ilustra una nueva realidad política inimaginable en abril. Ortega esta vez no salió a responder a la Alianza Cívica y las cámaras empresariales, las fuerzas convocantes de una marcha que se llamó “Juntos somos un volcán” y que exige su salida o, como mínimo, elecciones anticipadas.

Miles de nicaragüenses ganaron las calles cuando todavía se escuchan los llantos por la represión en Diriamba y Jinotepe, dos ciudades con fuerte presencia opositora que se encuentran a unos 40 kilómetros de Managua, donde perdieron la vida 21 personas, en su mayoría jóvenes. La noche cayó sobre Managua con toda la zozobra que le añaden los altos costos del conflicto. Para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se han perpetrado 264 asesinatos y producido 1.800 heridos.  La Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) eleva el número de víctimas a 351.

Nueva correlación de fuerzas

Ortega y Murillo enfrentan una nueva relación de fuerzas adversa. Ha roto sus alianzas con el empresariado y el clero. La crisis se inició con el rechazo de una reforma de la seguridad social, pero pronto derivó en un malestar mayor. De acuerdo con la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (FUNIDES), a día de hoy se han perdido unos 215.000 empleos y 1.000 millones de dólares.

Lejos de las calles inundadas de banderas azules y blancas, en Washington, tuvieron lugar las deliberaciones del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) con el propósito de encontrarle una salida política al dilema nicaragüense. La CIDH ha exigido el esclarecimiento de los asesinatos y el castigo a sus responsables. Pero, a la vez, el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, quiere que la organización hemisférica cumpla un papel determinante que permita la celebración de elecciones en un corto plazo. Almagro llamó a “cambiar las armas por las urnas”. Ortega no parece por ahora dispuesto a aceptar un calendario de esa naturaleza.

Lucha fratricida

“Ortega ya no engaña a nadie en la comunidad internacional con su burda invención de que está enfrentando una tenebrosa conspiración de terrorismo, delincuencia organizada e intervención extranjera”, señaló en su editorial La Prensa. Para la escritora Gioconda Belli, el matrimonio está “instigando una lucha fratricida al manipular sin ningún escrúpulo la realidad que hemos vivido en estos meses”. Para Belli, es inútil a estas alturas “preguntarse qué los mueve a negar tan burdamente sus responsabilidades y atribuir al pueblo el hacer criminal con que han actuado desde ese día”.

En este contexto, la violencia no cesa. El secretario ejecutivo de la CIDH, Pablo Abrao, cree, después de abandonar Managua el pasado martes, que la represión “ha cambiado su modus operandi” y se llevan a cabo “nuevas prácticas” de la crueldad estatal.