CAMBIO POLÍTICO
El giro migratorio de Merkel
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico. Pasé más de cuatro años como corresponsal en Berlín. También he trabajado en Austria, Hungría, Países Bajos y Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Entre el mundo digital y la política internacional.
Carles Planas Bou
La noche del 4 de septiembre del 2015 no fue una noche más para Angela Merkel. Tras huir de la guerra, miles de refugiados se apelotonaban desde hacía días en la estación de Keleti, en Budapest. Aunque una semana antes Berlín había decidido suspender las normas de asilo de la Unión Europea (UE) para permitir a los sirios solicitar asilo en su territorio, el Gobierno húngaro les impedía seguir su viaje hasta el corazón de Europa en aplicación de esas mismas reglas. Ante tal bloqueo y el imparable éxodo a pie de los exiliados, la cancillera levantó el teléfono. Alemania y Austria abrían las puertas a aquellos que se habían quedado atrapados.
El humanitario gesto de Merkel la convirtió en un referente de la solidaridad y su “Wir schaffen das” (Podemos hacerlo), en un canto a la esperanza. Pero casi tres años después, la trascendental decisión de aceptar a hasta 1.600.000 refugiados ha dejado a una Alemania más fracturada y menos solidaria y a una cancillera en sus horas más bajas.
Prueba de ello lo es el acuerdo de restricción migratoria sellado la semana pasada en Berlín, tras una grave crisis política abierta por la amenaza del ministro del Interior, Horst Seehofer, de abandonar el Gobierno y hacerlo caer si no se cerraban las fronteras. El pacto, presentado hoy, cuenta con 63 medidas en las que se incluye crear centros de detención de inmigrantes en la frontera bávaro-austriaca y acelerar las expulsiones de aquellos que hayan sido registrados en otro país de la UE. Un nuevo repliegue migratorio como parche para la agrietada relación entre conservadores que escenifica el giro restrictivo alemán.
Freno a la inmigración
Aunque Merkel se ha mantenido como imagen de la ‘Willkommenskultur’ (Cultura de bienvenida), lo cierto es que hace años que su Gobierno ha aplicado restricciones cada vez más duras para contrarrestar una decisión que desbordó a la administración teutona. En poco más de dos meses Alemania restableció los controles en la frontera, suspendió la reunificación familiar en ciertos casos y tejió junto a Bruselas un acuerdo para que Turquía frenase el flujo migratorio en sus costas a cambio de dinero.
Antes del plan actual, Berlín ya había adoptado otras medidas destinadas a dejar claro que Alemania no está dispuesta a aceptar a más gente. Merkel pidió desde el principio solidaridad europea para aceptar el reparto de los refugiados pero el tajante rechazo de sus socios llevó al ejecutivo a cerrar pactos bilaterales con Tunisia, agilizar de deportaciones e incluso considerar Afganistán como “país seguro” para negar así el derecho al asilo a sus ciudadanos.
Incluso la creación de “centros de tránsito” aprobada ahora por el gobierno ya fue propuesta por Merkel en 2015, pero entonces fue rechazada por los socialdemócratas (SPD). Aunque abre la puerta a más chantajes y amenazas entre sus filas, el pacto permite a la cancillera descartar la unilateralidad sin perder mucho. Ese recorte de la generosidad alemana también se ha traducido en la sociedad, donde hasta un 61% de los alemanes apoya el plan de Seehofer.
Gana la ultraderecha
Pero en esa gran crisis entre conservadores tan solo la ultraderecha se ha erigido como vencedora. Así, una encuesta publicada este lunes apuntaba a que la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) alcanzaría un 17,5% de los votos. Con apenas cinco años de vida, este partido obtendría sus mejores resultados históricos y daría el ‘sorpasso’ al SPD para colarse como segunda fuerza del país. Además de constatar el declive socialdemócrata, el sondeo muestra el debilitamiento de la CDU de Merkel, que cae a un 29%, lo que supondrían sus peores resultados desde 1945.
La estrategia de Seehofer tampoco funciona a nivel regional. Aunque está dirigido a relanzar a la CSU de cara a las elecciones de Baviera del 14 de octubre, el chantaje de los machos de Múnich a la cancillera no parece dar frutos. Ahí, los bávaros caerían al 38% mientras que AfD sigue ganando terreno.
Tregua momentánea
Con un 78% de sus ciudadanos descontentos con el papel del Gobierno, la cancillera afronta el momento más convulso de su reinado. Aún lamiéndose las heridas, el pacto para restringir la llegada de inmigrantes supone una tregua con sus aliados más críticos pero no el final de la guerra. Con la ultraderecha golpeando la puerta, ni el viraje antinmigración le asegura a Merkel una plácida preparación de un legado que se vio alterado la noche del 4 de septiembre del 2015. El tiempo de la estabilidad política parece estar agotándose en Alemania.
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