El caso del expresidente ecuatoriano

Correa denuncia venganza política ante la orden de arresto en Bélgica

El expresidente ecuatoriano, Rafael Correa, con sus seguidores.

El expresidente ecuatoriano, Rafael Correa, con sus seguidores. / MARCOS PIN / EFE

Abel Gilbert / Buenos Aires

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“Fiscal puesto a dedo, vinculación sin ninguna prueba, medida cautelar imposible de cumplir. ¿Saben cuánto éxito va a tener esta farsa a nivel internacional? No se preocupen, todo es cuestión de tiempo. ¡Venceremos!”. El expresidente ecuatoriano Rafael Correa cree haber entrado en una nueva fase de la disputa que mantiene con Lenin Moreno, su sucesor consensuado, quien se convirtió en enemigo implacable.

La justicia dispuso su prisión preventiva por una presunta vinculación con el intento de secuestro en Colombia del diputado  Fernando Balda, en el 2012. El pedido fue formulado por el fiscal Paúl Pérez. La jueza Daniella Camacho lo aceptó de inmediato y solicitó que se extienda una alerta roja de Interpol para que Correa sea apresado en Bélgica, donde reside desde que abandonó el poder hace un año.

La prensa ecuatoriana da por hecha la detención y el posterior traslado a una cárcel del norte de Quito en cuenta se rechaza la apelación de la defensa del exjefe de Estado.

Correa confía en Bélgica

El expresidente agradeció a sus seguidores “las muestras de solidaridad ante este nuevo y grave atropello a la justicia y mis derechos”. Descarta que pueda prosperar el reclamo a Interpol. “No se preocupen. Buscarán humillarnos y hacernos pasar un mal rato, pero una monstruosidad así jamás prosperará en un Estado de Derecho como Bélgica”.

El pasado 18 de junio, un juez de la Corte Nacional había dispuesto que el exmandatario debía comparecer ante un tribunal capitalino y cada quince días, mientras dure la causa. Correa solo se presentó ante el Consulado de Ecuador en Bruselas. La Fiscalía se sintió desafiada por la decisión del expresidente y decidió redoblar la apuesta al reclamar su captura internacional.

Correa habla de "venganza"

Para Correa, la asociación con el 'caso Balda' es solo un episodio más de la venganza política que tiene lugar en la región desde que comenzó el reflujo de la izquierda. La cárcel de Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil y las innumerables causas judiciales que enfrenta en Argentina Cristina Fernández de Kirchher, son, para Correa, consecuencias del nuevo momento político en América Latina. El agravante de lo que ocurre en Ecuador es que el entonces presidente decidió a dedo que su heredero fuera Moreno. Apenas llegó al Palacio Carondelet, Moreno se deshizo del vicepresidente Jorge Glas, una suerte de alter ego de Correa, en la cárcel por una vinculación con la constructora brasileña Odebrech que él niega.

La tentativa de secuestro de Balda tuvo lugar después que el legislador se escapó del país para evitar una condena por calumnias contra Correa. El coche donde Balda iba directo a Ecuador fue inesperadamente interceptado por la policía colombiana. Finalmente, Balda fue extraditado a Ecuador para cumplir hasta dos años de la sentencia. El exasambleísta se considera víctima de un “crimen de Estado”. Días atrás ya sabía los pasos que iba tomar la justicia y los comunicó por Twiter. “¿Adivino o parte de un complot? Hagan sus apuestas”, dijo Correa.

El giro en el caso Balda ocurre cuando Ecuador vuelve a convertirse en un firme aliado de Estados Unidos después de años de distancia. La semana pasada, el vicepresidente Mile Pence fue recibido en Quito con todos los horones. “Ecuador es un aliado nuestro en las Américas, es un país amigo de mucho tiempo, ahora podemos expresar eso con más franqueza y con más sustancia”, celebró el embajador norteamericano en Quito, Todd Chapman.

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