Polémico nombramiento

Gina Haspel, nueva directora de la CIA pese a la sombra de las torturas

Gina Haspel, nombrada directora de la CIA

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Idoya Noain

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No ha condenado definitivamente como inmoral el programa de torturas que Estados Unidos acometió en cárceles clandestinas repartidas por el mundo tras los atentados del 11-S. No ha aclarado su papel en esos abusos ni el que jugó al destruir las grabaciones de vídeo en las que se habían recogido. Y, pese a todo, Gina Haspel es la nueva directora de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, un cargo al que ha llegado tras una votación este jueves en el Senado en la que ha contado con 54 votos a favor, incluyendo el de seis demócratas, y 45 en contra.

La confirmación de Haspel, que a los 61 años se convierte en la primera mujer al frente de la agencia de espionaje estadounidense, representa un triunfo para el presidente, Donald Trump, que la nominó tras elegir a su primer director de la CIA, Mike Pompeo, para relevar a Rex Tillerson como secretario de Estado. Trump se comprometió personalmente a respaldarla cuando ella amagó con retirar su candidatura anticipando que el programa de torturas en el que participó sería central en su proceso de confirmación y podría dañar tanto a la reputación de la agencia y sus agentes como a ella misma.

Su ratificación es también un triunfo para la propia comunidad de inteligencia. Haspel tiene 33 años de experiencia en la CIA, muchos de ellos operando en la clandestinidad. Y su ascenso ha sido respaldado en una inusual campaña de relaciones públicas por numerosos altos cargos de la seguridad nacional y el espionaje de diversas Administraciones previas. Dos de quienes sirvieron en la de Barack Obama como directores de la CIA, Leon Panetta y John Brennan, ayudaron, por ejemplo, a intensificar en los  últimos días la campaña de presión sobre los seis senadores demócratas que han acabado inclinando la votación a su favor.

Carta a los senadores

La propia Haspel (que ha tenido control sobre la información de su carrera que se desclasificaba y ha mantenido partes importantes en secreto) se esforzó también personalmente en convencer a los demócratas, prometiendo personalmente a algunos senadores, como hizo durante su comparecencia hace unas semanas en la Cámara Alta, que bajo su mando la CIA no volverá a aplicar ningún programa de torturas. Pero incluso en una carta que envió a uno de esos senadores esta semana, en la que dijo que ha "aprendido lecciones duras desde el 11-S" y afirmó que "la CIA no debería haber emprendido el programa de interrogatorio reforzado" (el eufemismo con el que se habla de las torturas), se negó a condenar a quienes tomaron "las decisiones difíciles" y reiteró su opinión de que los abusos produjeron "información valiosa".

Ella llegó a finales del 2002 a supervisar un 'black site'  de la CIA en Tailandia, donde se había torturado a Abu Zubaida y donde se torturó tras su llegada a Ab al-Rahim al-Nashiri. Tres años después redactó el cable en el que se ordenó la destrucción de los vídeos. Las cintas de al-Nashiri, sin que nadie haya explicado cómo ni por qué, ya se habían borrado o roto antes.