GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

La guerra siria: más frentes, más países y menos perspectivas de acabarse

El conflicto en el país árabe se ha convertido en un juego entre potencias regionales y mundiales

Desplazados internos llegan a la localidad de Qestel Cinds, controlada por el Ejército Libre Sirio, en Afrín (norte de Siria), el 13 de marzo.

Desplazados internos llegan a la localidad de Qestel Cinds, controlada por el Ejército Libre Sirio, en Afrín (norte de Siria), el 13 de marzo. / periodico

Adrià Rocha Cutiller

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Era una guerra civil, decían. Un conflicto entre la población suní siria que pedía cambios, apertura y democracia, y un régimen, el de Bashar el Asad, que prefería que nada cambiase.

Justo siete años y medio millón de muertos después, la guerra en Siria se ha convertido en otra cosa: una especie de tablero en el que cada cual apuesta a su facción favorita. Los combatientes sirios ponen el fuego y la carne; los países que están detrás, el dinero y la influencia.

«Hoy, Asad controla el 52% del territorio de Siria y, en el país, hay muchos más actores internacionales metidos que hace algunos años», explica Nicholas Heras, investigador del Centro para una Nueva Seguridad Americana.

Siria, en la actualidad, está dividida en cuatro partes. La más grande es la del régimen: gracias al apoyo militar de Rusia e Irán, Asad controla todo el oeste y el sur del país. El norte y el este están dominados por las Fuerzas Democráticas de Siria, una facción multiétnica dominada por los kurdos. Estos reciben el apoyo de Estados Unidos y de la coalición internacional.

La tercera zona es la de la oposición, dividida en distintas bolsas de territorio. La más grande de ellas es Idleb, situada en el noroeste sirio. Sus principales aliados son Turquía y las monarquías del Golfo. La cuarta y última zona es la del Estado Islámicoarrinconado al desierto que da a la frontera con Irak. Su zona de control, comparada con hace unos meses, es menos que nada.

«Ninguna de las potencias internacionales que intervienen en Siria quiere marcharse del país. Y no parece que nadie, a corto plazo, vaya a hacerlo», explica Heras.

Algunas, de hecho, se meten aún más. Turquía, desde hace dos meses, está llevando a cabo una operación militar para tomar el cantón kurdosirio de Afrín, dominado, hasta ahora, por la milicia de las YPG, una de las aliadas de EEUU. Ankara considera a las YPG terroristas por sus vínculos con la guerrilla kurdoturca del PKK.

Este nuevo frente de la guerra, que Erdogan amenaza con llevar a otros territorios aparte de Afrín, ha destrozado las relaciones entre Turquía y EEUU. Ambos países son, desde 1952, aliados de la OTAN.

Esta nueva operación turca, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), ha causado la muerte de 200 civiles. «Al expandir su zona de control en el norte de Siria, Turquía busca tener aún más influencia en el futuro del país», comenta Heras.

Lejos del fin

Pero el futuro aún queda lejos. El séptimo aniversario de la guerra llega en un momento en el que los refugiados internos se multiplican: 2,8 millones de sirios, en el 2017, se vieron obligados a abandonar sus hogares a causa de la guerra. Nunca antes, desde el 2011, ha habido un volumen tal de desplazados en tan poco tiempo.

Hay otros, sin embargo, que no pueden: en la región de Guta, sitiada y cerrada por Asad desde el 2013, los civiles no pueden escapar. Allí, en los últimos meses, los muertos por bombardeos se cuentan por miles.

«El 2018 continuará con la tendencia de consolidar Siria en zonas de control. Las fuerzas de Asad harán algunas conquistas», explica Heras en referencia a Guta, «y, sobre todo, la influencia turca y estadounidense sobre el terreno, dentro de Siria, se extenderá aun más».

Nadie ha dejado de pisar el acelerador. Ni siquiera Rusia, aunque su presidente, Vladímir Putin, anunciase triunfante el noviembre pasado que la guerra había terminado. «Misión cumplida. Habéis luchado brillantemente. Ahora podéis volver a casa victoriosos», dijo entonces Putin a sus soldados desplazados en Siria.

Pero Rusia sigue enviando armamento y soldados y barcos y aviones bombarderos y hasta mercenarios para defender y luchar y morir por Asad. La guerra -civil- de Siria sigue lejos del fin.