ELECCIONES GENERALES

El miedo de los inmigrantes en Italia

Seguidores de la organización fascista CasaPound asisten a un acto electoral celebrado en Roma, el 1 de marzo.

Seguidores de la organización fascista CasaPound asisten a un acto electoral celebrado en Roma, el 1 de marzo. / periodico

Irene Savio

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Kartik Chodro no puede con su ojo. Le causa todavía mucho lagrimeo y dolor. Quizá en un rato, Kartik se eche un poco de agua. Ahora está ocupado. Se encuentra en el restaurante de la plaza de Campo dei Fiori en el que trabaja como lavaplatos, en pleno centro de Roma. De este lugar salía en octubre pasado -después de 10 horas de trabajo, ya pasadas las dos de la madrugada- cuando una decena de jóvenes le dieron una brutal paliza.

La violencia de la agresión y la ideología que le acompañaba causaron por algún tiempo estupor en un país que antaño fue de emigrantes. Italia, que tantos abandonaron en el siglo pasado con destino a América y Oceanía, ha registrado en el último año una bajada en la tasa de criminalidad, pero también un incremento de las agresiones racistas y xenófobas. A ello se le ha sumado la expansión de los grupos extremistas.

Kartik, de 27 años y originario de Bangladés, resistió a la agresión en silencio, sin hablar. “Eran 10, 12 jóvenes. Me gritaron ‘negro de mierda, vuélvete a tu país’. Caminé unos pasos más, cuando sentí el primer golpe. Continuaron insultándome pero, ya en el suelo, mientras me daban patadas y puñetazos, dejé de oír lo que decían”, cuenta.

Estuvo dos días en coma y 45 días ingresado. Por las fracturas en la mandíbula, en las órbitas oculares y en la nariz, lo sometieron a una delicada operación quirúrgica. La policía identificó a uno de los agresores sospechosos del ataque, un muchacho italiano de 19 años, residente en la periferia de Roma. En su perfil en las redes, encontraron imágenes de Adolf Hitler y Benito Mussolini. La salud de Kartik va mejorando poco a poco, pero todavía tiene miedo.

De CasaPound, por ejemplo. Formación neofascista y de extrema derecha, que, hace cinco años, obtuvo el 0,14% de los votos en las generales, y contaba apenas con 50 sedes. Hoy son alrededor de 130, a las que se añaden las de la sección juvenil, Blocco Studentesco, que operan en los colegios y escuelas secundarias. Además de que también está Forza Nuova, de ideología aun más extremista y cuyo líder, Roberto Fiore, ha llegado a ser acusado de ser un agente de los servicios secretos británicos, algo que él niega.

Advertencia de Amnistía

“El clima de odio que circula en el país no presagia nada de bueno”, ha advertido la sección italiana de Amnistía Internacional. La organización, que en febrero lanzó una campaña para detectar las declaraciones de los políticos en las redes, se ha encontrado con que también los grandes partidos del centroderecha italiano -Forza Italia, la Liga y Hermanos de Italia- promueven mensajes discriminatorios. Y eso, incluso después del ataque racista de Macerata, donde el neonazi Luca Traini disparó en febrero a seis africanos.

Discriminados por el tema de siempre: el cuento de que los inmigrados están ‘invadiendo’ Italia. Aunque la verdad de las cifras sea diferente, en un país en el que viven unos cinco millones de extranjeros -el 8% de la población, un número inferior al de países como Francia y el Reino Unido- que aportan 8.000 millones de euros a la Seguridad Social italiana y reciben solo 3.000 millones, según el organismo estatal que gestiona las pensiones (INPS).  Un colectivo al que se suman los naturalizados, que, según datos de la Fundación ISMU, fueron unas 400.000 personas del 2013 al 2016, y los irregulares que, según estimaciones, son hoy unos 500.000.

Falta de organización

Sibi Mani, presidente de la sección romana del Partido Democrático, naturalizado en el 2008 y nacido en la India, cree que también se debe a que los inmigrantes no están organizados. “Las distintas comunidades piensan de forma diferente, no como una unidad. Eso, sumado a la manipulación que han hecho algunos partidos de las llegadas de los inmigrantes por vía marítima, maquiavélicamente usadas para alimentar la xenofobia, ha hecho que hablar hoy de inmigración no sea popular en Italia”, cuenta.

La retórica antiinmigración pasa factura así a los extranjeros en Italia. Aunque tampoco falten los que siguen acogiéndolos y defendiéndolos, de manera continua y silenciosa, por todo el territorio italiano. Fallou Ndiaye, senegalés residente en Apulia, lo comprobó esta semana, cuando sufrió una agresión racista en Facebook. “Después de conocerse el hecho, mi buzón se llenó de mensajes de solidaridad”, cuenta Fallou. “No, no tengo miedo. Fue la primera vez que me pasó algo así. Esperemos que sea también la última”.