Logro republicano

Trump saborea su primera gran victoria legislativa, la reforma fiscal

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Idoya Noain

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Donald Trump tiene lo que quería y empezaba a necesitar: una gran victoria legislativa que presentar en su primer año como presidente de Estados Unidos. Este miércoles, tras una votación de madrugada en el Senado y la repetición por cuestiones burocráticas de un voto en la Cámara baja, el Congreso de Estados Unidos ha dado luz verde a una reforma fiscal tan ambiciosa como controvertida. Y aunque aún quedan trámites que superar para que Trump pueda estampar su firma en la Ley de Empleos y Recortes de Impuestos, el espíritu de celebración se ha desatado en la Casa Blanca.

El presidente, en declaraciones antes de una reunión con su Gabinete, ha hablado de “una victoria histórica para el pueblo americano” y de “un increíble regalo de Navidad para americanos que trabajan duro”. Ha tuiteado con el mismo entusiasmo con el que ha regado un comunicado oficial, en el que se podía leer: “Estamos poniendo un propulsor en el motor de nuestra economía. América vuelve a ganar y crecemos como nunca antes. Hay un gran espíritu de optimismo extendiéndose por nuestra tierra”.

Trump ha organizado también en el jardín de la Casa Blanca un acto para celebrar la aprobación de una ley que representa el mayor recorte de impuestos en EEUU desde los que realizó Ronald Reagan en 1981 y 1986. Pero como sucedió con aquellos, estos presentan serios riesgos de disparar el déficit. Y solo la convicción de Trump y los republicanos de que se va a producir un impulso a la economía que llegará a disparar el crecimiento hasta el 4% permite que salgan unas cuentas que tienen que equilibrar el déficit de 1,4 billones de dólares que dejarán de ingresar las arcas públicas en la próxima década.

La euforia de Trump tiene otros motivos. Como ha reconocido él mismo, la aprobación de la ley le ha permitido asestar a la reforma sanitaria de Barack Obama el golpe que él y el Congreso fracasaron estrepitosamente en dar antes. Se elimina a partir del 2019 la obligación de asegurarse, un paso que según los análisis dejará a 13 millones de personas sin seguro y disparará el precio de las pólizas, pero para Trump es una victoria. “Esencialmente hemos revocado Obamacare”, ha presumido el presidente, que ha celebrado también otro aspecto de la ley que nada tiene que ver con impuestos: la apertura del Ártico en Alaska a las perforaciones petrolíferas.

Éxtasis republicano

No solo el presidente se muestra en éxtasis político. El recorte de impuestos ha sido un sueño largamente acariciado y perseguido por los líderes republicanos en el Congreso, especialmente el 'speaker', Paul Ryan. Y su empeño en sacar adelante la reforma fiscal explica en buena parte que hayan soportado las tensiones con el presidente y callado ante muchas de su acciones y palabras más controvertidas y alejadas de la heterodoxia conservadora.

Ese empeño tiene, además, otra raíz: la reforma fiscal era una de las exigencias de los grandes donantes republicanos. Y nunca como hasta en este proceso habían reconocido los congresistas tan abiertamente trabajar al dictado de quienes les financian. “Mis donantes básicamente están diciendo: 'Aprobadlo o no me llames nunca más'”, explicó con inusual franqueza recientemente el congresista Chris Collins.

Con las elecciones legislativas del 2018 en el punto de mira, la reforma fiscal se volvía, así, una necesidad para los congresistas por dos razones. Una es tratar de mantener el voto de los trabajadores y la clase media, que verán recortados sus impuestos a partir del 1 de enero (aunque para ellos los recortes son temporales y no permanentes como los de las grandes corporaciones y aunque la reforma es, de momento, impopular, solo vista con buenos ojos por un tercio de la población). La otra razón era asegurar que los grandes donantes siguen manteniendo el apoyo económico a sus campañas. Si no pasaban los impuestos,había advertido el senador Lindsay Graham, "las contribuciones económicas se detendrán". El grifo sigue abierto.