CEREMONIA DE ENTREGA

Una superviviente de Hiroshima recoge el Nobel de la Paz

La Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) reclama a las potencias atómicas que se sumen al tratado de prohibición de esas armas

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Carles Planas Bou / Berlín

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El 69 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ha tenido un gusto especialmente dulce para el movimiento antinuclear y para Setsuko Thurlow, superviviente de la bomba atómica lanzada en 1945 por los Estados Unidos sobre Hiroshima. Este domingo la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) ha recibido en Oslo el Nobel de la Paz por su dedicación para alertar a ciudadanos del peligro de esos arsenales e impulsar acuerdos para prohibir su uso.

Fundada en el 2007 como paraguas de hasta 468 oenegés que trabajan el 101 países como la catalana Fundació per la Pau (FundiPau), la ICAN ha sido representada en la gala de entrega en Oslo por su directora ejecutiva, Beatrice Fihn, así como por Thurlow.

Reunidas frente a cerca de un millar de invitados, las representantes de ICAN han aprovechado el acto de entrega del galardón en la capital noruega para hacer un llamamiento internacional sobre la necesidad de poner fin a una arma que consideran una “amenaza” sobre la humanidad. Curiosamente, los embajadores tres grandes potencias nucleares como los EEUU, Francia y el Reino Unido no han acudido a la cita como señal de protesta.

La cara del horror nuclear

En un momento en que el presidente estadounidense Donald Trump y el líder supremo norcoreano Kim Jong-un flirtean con una guerra nuclear, el reconocimiento para el ICAN supone un mensaje de distensión que abanderan tanto Fihn como especialmente Thurlow.

A sus 85 años de edad, la activista nipona ha sido la voz del horror nuclear. Dejando atrás la tradicional pomposidad de los premios Nobel, su testimonio ha enmudecido el saló del ayuntamiento, trasladando a sus asistentes su experiencia. "Hoy quiero hacerles sentir en este auditorio la presencia de quienes perecieron en Hiroshima y Nagasaki, quiero hacerles sentir una gran nube de un cuarto de millón de almas. Cada persona tenía un nombre, cada persona era amada por alguien. Asegurémonos de que sus muertes no fueron en vano", afirmó Thurlow.

Entre el 6 y el 9 de agosto de 1945 el presidente estadounidense Harry S. Truman ordenó el bombardeo contra esas dos ciudades japonesas, constituyendo los dos únicos ataques atómicos de la historia. El resultado fue un rastro de muerte sin precedentes que arrancó la vida a más de 246.000 personas, la mayoría de ellas civiles, y que ha seguido provocando enfermedades hasta nuestros días. "Mientras salía arrastrándome, las ruinas ardían. La mayoría de mis compañeros de clase murieron quemados vivos, vi a mi alrededor una devastación total, inimaginable”, ha descrito, ante una audiencia prendada. El imperio nipón hincó la rodilla ante Washington. Setsuko tuvo que ser rescatada de entre las ruinas con tan solo 13 años.

En su desgarrador testimonio, Thurlow ha descrito un escenario postapocalítico. Gritos de dolor, el olor a carne quemada y la procesión de figuras fantasmagóricas con la carne y los intestinos colgando que divagaban por un paisaje gris arrasado por la muerte. Una ciudad convertida en polvo y sangre. Silencio y lágrimas frente a un público en el que también había otros supervivientes víctimas de pruebas y ataques nucleares.

Esperanza en el nuevo tratado

Aunque sea por un breve instante, ese vivo recuerdo de Thurlow ha mostrado al mundo el terrible potencial del armamento nuclear, una arma que considera “el mal máximo” y una “locura intolerable”. Por ello, la ICAN ha remarcado la “tremenda esperanza” que supone el nuevo tratado antinuclear, un texto aprobado este pasado julio en la ONU por más de 120 países. Sin embargo, las principales potencias atómicas han tratado bloquearlo, un grave problema para Fihn. "Esta historia tendrá un final ¿Será el fin de las armas nucleares o el nuestro?”.