MISTERIO EN EEUU

Los últimos secretos del magnicidio de JFK

El presidente Kennedy, junto a su esposa, Jacqueline, momentos antes de ser abatido en Dallas, el 22 de noviembre de 1963.

El presidente Kennedy, junto a su esposa, Jacqueline, momentos antes de ser abatido en Dallas, el 22 de noviembre de 1963.

Idoya Noain

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Algunos interrogantes que rodean el asesinato del 35 presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, posiblemente no se resolverán nunca, como seguramente nunca acabarán las teorías conspiratorias sobre un magnicidio del que más del 60% de los estadounidenses no cree la versión oficial. Y aunque este jueves se ha intensificado la luz sobre aquellos hechos, Donald Trump y la CIA y el FBI también han dado combustible a los más fervientes teóricos de la conspiración al mantener el secreto sobre parte de los documentos vinculados al magnicidio.

Este jueves era el día en que según una ley aprobada en 1992 e impulsada por las dudas sobre la versión oficial del asesinato que alimentó la película de Oliver Stone ‘JFK’, debían publicarse todos los documentos relacionados con aquellos hechos que siguieran siendo secretos. Se trata de 3.100 papeles que nunca han visto la luz, un 1% del total de la colección de unos cinco millones de páginas que albergan los Archivos Nacionales, que a lo largo de los años ha ido haciendo totalmente públicos el 88% de los documentos y ha facilitado otro 11% con “partes sensibles” protegidas (ilegibles).

Trump había jugado, como suele, a crear expectación. Este mismo miércoles escribía en Twitter: “La largamente anticipada publicación de los #archivosJFK tendrá lugar mañana. ¡Tan interesante!”

Y aunque en un memorando firmado este jueves sí ha dado luz verde a que 2.800 de los documentos sean publicados por primera vez, ha escuchado las recomendaciones de CIA y FBI y mantiene de momento otros 300 documentos cerrados a los ojos de investigadores, expertos y curiosos, dando a las agencias un máximo de 180 días para que justifiquen que el secreto debe prolongarse.

“Los ciudadanos estadounidenses esperan y merecen que su gobierno de tanto acceso como sea posible a los archivos sobre el asesinato de JFK para que la gente pueda finalmente estar totalmente informado sobre todos los aspectos de este acontecimiento crucial. Por lo tanto, ordeno que el velo por fin se levante”, ha escrito el presidente en el memorando. Pero, justo a continuación, ha explicado que “departamentos y agencias del ejecutivo” le han propuesto mantener secreta “cierta información”. Y dice: “No me queda más remedio, hoy, que aceptar esas clasificaciones en vez de permitir daño potencialmente irreversible a la seguridad de nuestra nación”.

¿Por qué el secreto?

Los expertos no esperaban en la desclasificación ninguna revelación que obligue a reescribir la historia pero muchos coinciden en creer que esa historia puede ser a partir de ahora más completa. Uno de sus mayores focos está en conocer más detalles sobre el viaje de seis días que realizó a México Lee Harvey Oswald dos meses antes de apretar el gatillo el 22 de noviembre de 1963 en la plaza Dealey de Dallas, un viaje en el que se reunió con cubanos y soviéticos.

Hay, no obstante, otro foco fundamental: determinar mejor el papel que desempeñaron la CIA y otros actores gubernamentales, quizá más por omisión que por acción. Y por eso que las agencias hayan presionado para mantener partes en secreto, y que el presidente haya atendido sus peticiones, alimentará las tesis conspiratorias.

“Esto es sobre la guerra fría, sobre espías, sobre un momento en que sabemos que el gobierno estaba ligado con la Mafia para asesinar a (Fidel) Castro”, le había dicho antes de la decisión de Trump a ‘The New York Times’ Gerald Posner, autor que en su libro ‘Caso cerrado’ defendió, como la Comisión Warren, que Oswald actuó en solitario. “La idea de que Oswald salió de la nada y disparó al presidente es falsa. La CIA tenía un profundo archivo sobre él”, le había declarado también al ‘Times’ Jefferson Morley, escritor y director de la web JFKfacts.org.

El papel de Trump

Ha querido la coincidencia que el plazo de 25 años dado para iniciar la desclasificación se haya cumplido cuando en el Despacho Oval se sienta Trump, que ha cimentado parcialmente su carrera política sobre teorías conspiratorias, desde cuestionar que Barack Obama naciera en EEUU hasta alimentar las tesis de que el padre de Ted Cruz, uno de sus rivales en primarias, estaba vinculado al magnicidio de Kennedy.

La coincidencia ha dejado también en manos de un mandatario que mantiene una compleja y tensa relación con la comunidad de inteligencia por la investigación del ‘Rusiagate’ decidir si escuchaba la llamada de esa comunidad a mantener parte de los documentos clasificados. Por ahora lo ha hecho.