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Alemania rica; Alemania pobre
La potencia económica vive una creciente polarización social en la que el 10% más rico del país posee el 60% de la riqueza
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
CARLES PLANAS BOU / MÚNICH (ENVIADO ESPECIAL)
De ser el “enfermo de Europa” a ser la potencia del continente, en la última década Alemania ha conseguido repetir la fórmula de éxito de la posguerra. Cuarta economía mundial, el país ha hecho de su baja tasa de desempleo, el crecimiento y la exportación masiva su seña de identidad. Pero aunque, como apuntan los índices macroeconómicos, la locomotora europea es cada vez más próspera también es más injusta y polarizada. Según el último informe de la OCDE, el 10% más rico posee el 60% del patrimonio privado mientras que el 40% más pobre no tiene casi nada. Una creciente brecha que convierte a Alemania en uno de los países más desiguales de Europa.
Al sur del país, Baviera es la cara soniente de la moneda alemana. Con el atractivo de una Múnich que se ha convertido en un 'hub' para empresas tecnológicas, este Estado tiene el segundo mayor PIB del país, que con 568 millones de euros es similar a la riqueza de toda Argentina, y es la que presenta un menor riesgo de pobreza. La capital es considerada la ciudad más segura de toda Alemania pero ese atractivo también la ha convertido en la más cara. Jan, asesor fiscal de 30 años, no lo ve preocupante. “No es caro comparado con Londres o París”, asegura. Un piso de 45m² en pleno centro le sale por 1.000 euros al mes.
Baviera es la imagen del éxito. Con una economía también especializada en la producción de piezas para las todopoderosas empresas automovilísticas del país, se ha alzado como modelo económico. El crecimiento es constante y la tasa de desempleo es de sólo el 3%, la menor en los últimos 20 años. Desde el 2005 la pobreza ha crecido un 1,8%, lo que supone la segunda menor cifra después de Hamburgo. Aún así, no ha sido ajena a la creciente desigualdad del país y ha visto como la brecha entre ricos y trabajadores mal remunerados es cada vez mayor. Muchos economistas apuntan a la globalización como causa. La desigualdad se ha disparado en los países industrializados desde 1985.
Crece el empleo (precario)
La adopción de la llamada Agenda 2010, un paquete de medidas para flexibilizar el mercado laboral, reducir gasto público y restringir acceso a ayudas impulsada por el canciller Gerhard Schröder, sentó los pilares de esa recuperación pero también contribuyó a un aumento de la precariedad laboral, una tendencia que empieza tras la caída del muro de Berlín. Mientras la riqueza se acumula en cada vez menos manos privilegiadas, Alemania también ha visto una polarización de salarios en el mercado laboral donde crecen los empleos mal remunerados.
Ayham, estudiante sirio de 25 años y residente en Magdeburgo, compagina las clases de ingeniería química con servir patatas fritas en un McDonald’s local. Una práctica usual. Pero más allá de la precariedad juvenil, que no se considera alarmante, la gente mayor ve el futuro cada vez más negro. Aquejados por el empobrecimiento del sistema de pensiones, cada vez más jubilados necesitan un empleo parcial para subsistir. Desde el 2010, esa necesidad se ha disparado hasta un 22%. La gran mayoría de ellos también dependen de ayudas del gobierno.
A Hannes todo esto le parece inasumible. El creciente precio de los pisos en Múnich, que entre 2004 y 2015 se dispararon un 41%, llevó a este profesor de alemán original de Ulm, en la aún más rica Baden-Württemberg, a establecerse con su novia en el pueblo de Oberschleissheim, a las afueras del país. Residente en un bloque de pisos poblado por estudiantes precarios y pensionistas que dependen de las ayudas del Estado, paga 450 euros por un apartamento de una habitación. Múnich, asegura, también escenifica la creciente distancia entre ricos y pobres. “No conozco a nadie que no se preocupe por llegar a fin de mes y para saber si tendrán suficiente dinero para cuando se retiren”.
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