TENSIÓN MÁXIMA

Corea del Norte amenaza a EEUU con "el mayor dolor"

Pionyang se rebela contra las crecientes sanciones que incluyen las prohibición de importar petróleo

Adrián Foncillas / Pekín

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Corea del Norte ha aclarado a Estados Unidos que padecerá sufrimientos inéditos si sigue amontonando sanciones económicas. La última entrega del serial de amenazas llega unas horas antes de la más que probable reunión de la ONU donde se discutirán los castigos por el reciente ensayo nuclear de Pionyang.

"Si Estados Unidos lleva adelante su ilegal resolución con sanciones agravadas, la República Popular de Corea (nombre oficial de Corea del Norte) se asegurará por completo de que pague su debido precio", ha bramado el Ministerio de Exteriores. "Nuestras siguientes medidas causarán a Estados Unidos el mayor dolor y sufrimiento por el que ha pasado en toda su Historia", añade el comunicado publicado en la agencia oficial KCNA. Y finaliza: "El mundo será testigo de cómo domesticamos a los mafiosos estadounidenses con acciones más duras de lo que nunca pudieron concebir".

Reunión del Consejo de Seguridad de la ONU

En el comunicado se aprecia el desesperado intento por agravar el tono cotidiano. La situación lo demanda. Está previsto que el Consejo de Seguridad de la ONU se reúna el lunes y que Washington acuda con una propuesta de sanciones bajo el brazo. Los funcionarios estadounidenses han dedicado la semana a filtrar a la prensa las diferentes versiones. La primera era demoledora: prohibía las importaciones de petróleo y las exportaciones de carbón y textiles, contemplaba el congelamiento de bienes de Kim Jong-un y la expulsión de los trabajadores norcoreanos en el exterior. La última alude al embargo de petróleo como "progresivo" y apenas conserva el referente a la industria textil.

El nuevo borrador aguado se explica por las reticencias de Rusia China de empujar a Corea del Norte al precipicio. La ONU ha aliñado durante décadas cada nueva ronda de sanciones con la entusiasta aclaración de que, esta vez sí, serían definitivas. Y los expertos concluyen que el embargo de petróleo, esta vez sí, lo será. También advierten de que la población lo padecerá mucho más que el programa nuclear y misilístico y que será necesario esperar años para que Pionyang se vea forzado a negociar.

Inquietud de China y Rusia

El paisaje de caos y revueltas que pretende Washington desde la tranquilidad que ofrece la lejanía se ve con bastante más inquietud desde las fronterizas China y Rusia. Pekín y Moscú están radicalmente en contra de los desmanes de Pionyang pero la alternativa de un país con arsenal nuclear y descontrolado les causa una inquietud insuperable muy comprensible. En las últimas semanas se han esforzado en subrayarlo.

La prensa oficial china ha aclarado que la coyuntura exige mantener la cabeza fría, confiar en la diplomacia y olvidarse de medidas sin vuelta atrás. Vladimir Putin, presidente ruso, ha negado la eficacia de las sanciones y vaticinado que los norcoreanos "antes comerán hierba" que jubilar el programa nuclear que les asegura la supervivencia frente a la amenaza estadounidense.

China, que comprende el 93 % del comercio exterior norcoreano, ya aprobó las sanciones por el doble lanzamiento de misiles intercontinentales de julio. En agosto amplió la lista de importaciones prohibidas con hierroplomo y para cumplir con la ONU. China ya había cerrado la puerta en febrero al carbón norcoreano, que suponía un tercio de sus exportaciones. Pekín no había secundado en el pasado las sanciones con el irrebatible argumento de su inutilidad y subrayado que sólo la diplomacia resolverá la crisis. Sus medidas suponen amoldarse a una política en la que no cree, renunciar a las beneficiosas exportaciones norcoreanas y estropear aún más sus relaciones con Pionyang.

Pekín ha perseverado hoy en la estrategia de estrangular las vías de comercio bilateral con su antiguo aliado y ahora su mayor carga diplomática. Pekín ha ordenado a sus bancos estatales que congelen todas las cuentas de nacionales norcoreanos y prohíban sus transacciones. La normativa afecta a todos los norcoreanos que viven en China, desde personal diplomático a empresarios.