TENSIÓN EN EXTREMO ORIENTE

Corea del Norte sube la apuesta con un ensayo nuclear

Adrián Foncillas / Pekín

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Corea del Norte sigue autocastigándose con desbocado entusiasmo. No hay precedente de Gobierno que se afane tanto en detonar bombas nucleares en su territorio. La de este domingo, que sextuplicó la potencia de la anterior, volvió a inquietar al mundo y a generar la algarabía de los norcoreanos. Fue el sexto ensayo nuclear de Corea del Norte, el tercero de Kim Jong-un y el primero con Donald Trump en la Casa Blanca. No sorprendió a nadie. Los satélites habían registrado en los últimos días movimientos febriles en Punggye-ri, la tradicional zona de ensayos atómicos. El margen de la duda era exiguo cuando las agencias sísmicas internacionales detectaron un terremoto de 6,3 grados. Escasos minutos más tarde se registraba otro de 4,6, probablemente por el hundimiento del túnel donde había estallado la bomba.

Los 50 kilotones registrados multiplican por seis la potencia del último ensayo del pasado septiembre y por cuatro la de la bomba sobre Hiroshima. Bastarían para arrasar una ciudad grande, aseguran los científicos. Los temblores alcanzaron las vecinas Corea del Sur y China. Pionyang clamó después que se trataba de una bomba de hidrógeno miniaturizada y lista para ser calzada en un misil intercontinental. Horas antes había mostrado a Kim Jong-un junto al artefacto que presuntamente fue detonado después y firmando la operación. 

Autos de fe

Una bomba de hidrógeno miniaturizada justificaría el terror global, pero los logros que clama Corea del Norte exigen enormes autos de fe. Expertos como David Albright, presidente del Instituto Internacional para la Seguridad de la Ciencia, dudan de que la bomba de la foto sea real. Pionyang ya encontró el mismo escepticismo de la comunidad internacional cuando dijo haber hecho estallar una bomba de hidrógeno en su cuarto ensayo. Son mucho más potentes que las convencionales de uranio y plutonio y debido a su devastador alcance (unas 50.000 toneladas de TNT) nunca han sido utilizadas. La mayoría de los expertos tampoco creen que Pionyang haya conseguido miniaturizar la bomba para calzarla en un misil intercontinental.

Entre las brumas que envuelven el programa nuclear norcoreano emergen dos certezas tras el ensayo de ayer: Pionyang sigue aumentando la potencia de sus explosivos y la tensión arreciará en la península. La reciente promesa del presidente de EEUU, Donald Trump, de enviar “furia y fuego” a Pionyang si no detenía sus desmanes solo ha azuzado el conflicto. Desde entonces Corea del Norte ha amenazado con atacar la base estadounidense de Guam, lanzado un misil sobre Japón y ejecutado otro ensayo nuclear. No parece que Pionyang haya aprendido a respetar a Estados Unidos, como se enorgulleció Trump la semana pasada. Ayer calificó a Corea del Norte de país “rebelde” que se ha convertido en una "amenaza y bochorno" para China. Pekín, según Trump, está intentando ayudar pero con escasos resultados. Otras veces ha sido más crítico con los esfuerzos chinos. Luego amenazó con suspender todo comercio con cualquier país que haga negocios con Pionyang.

Focos globales

Corea del Norte demostró de nuevo su perfecto dominio del tempo y de los arcanos de la comunicación de masas. Su última tropelía coincidió con el Día del Trabajo de EEUU y la apertura de la cumbre en China de los BRICS. Pionyang contraprograma últimamente cualquier acto internacional con el que Pekín pretenda los focos globales. El presidente chino, Xi Jinping, de quien se sabe el desprecio que siente por Kim Jong-un, ha aludido a las “sombras” que amenazan la paz mundial. La agencia oficial Xinhua ha manifestado horas después la “fuerte condena” al ensayo nuclear.

El habitual coro condenatorio internacional se ha repetido. Moon Jae-in, el presidente surcoreano de admirable paciencia que ha prometido reconciliarse con Pionyang cueste lo que cueste, ha calificado el último capítulo de la saga atómica de “completamente decepcionante e irritante”. El ensayo también epitomiza el fracaso de las sanciones internacionales y de la política de amenazas de Trump para embridar la carrera nuclear norcoreana.