TENSIÓN BELICISTA

Escalada de alto riesgo en Corea del Norte

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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La península coreana ya está en guerra abierta. Tranquiliza que hasta ahora sea retórica e inquieta que haya dos contendientes donde solo había uno. Pyonyang y Washington se intercambiaron ayer coloridas amenazas. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le recordó a Corea del Norte su robustez nuclear después de que Pyonyang anunciara su plan de bombardear la base estadounidense de Guam en respuesta a primera amenaza del inquilino de la Casa Blanca de enviarle “fuego y furia”.

Después de meses escuchando a Corea del Norte y Estados Unidos aireando cansinamente la posibilidad del ataque preventivo, el muevo capítulo introduce la audacia del ataque pre-preventivo. Esa innovación revolucionaria en la casuística bélica resume la sinrazón por la que se desliza el conflicto, ya sin las bridas de la sensatez en ningún bando.

Pyonyang aclaró que estaba “examinando con detenimiento” un plan para golpear Guam y “envolverla en fuego”. Sólo 3.400 kilómetros la separan de sus lanzaderas, por lo que estaría a tiro de sus misiles de medio y largo alcance. La agencia oficial KCNA citó a un portavoz acusando a Washington de concebir un ataque preventivo y advirtiendo de que este provocará “una guerra total que borrará todas la fortalezas de nuestros enemigos, incluido el territorio estadounidense”.

Isla estratégica en el Pacífico

Guam es uno de los principales baluartes de la estrategia de Washington en el Pacífico. La base militar cuenta con una escuadrilla de submarinos, una base aérea y una flota de guardacostas, entre otros efectivos. De ahí han partido los bombarderos que estos días sobrevuelan la península coreana y desquician a Pyonyang. También viven ahí 160.000 personas comprensiblemente asustadas. Su gobernador, Eddie Calvo, ha subrayado que “no existe la amenaza de un ataque norcoreano” pero que, si estuviera equivocado, está ya preparado “para cualquier eventualidad”.

Corea del Norte colocó en la diana a Guam horas después de que Trump anunciara que responderá a la siguiente provocación de Pyongyang con “fuego y furia nunca antes vista en el mundo”. La mención al fuego, inequívocamente norcoreana, supone la patada definitiva a la diplomacia florentina y el abrazo a la dialéctica arrabalera. El mundo ha esperado durante décadas que Corea del Norte se contagiara de la ortodoxia global y ha sido finalmente Estados Unidos el que se ha norcorearizado.    

El incendio aconsejó horas después la intervención de Rex Tillerson, secretario de Estado. Negó que hubiera “ningún riesgo inminente de guerra” y aconsejó a sus compatriotas “que durmieran tranquilos”. Su jefe, aclaró, sólo había enviado “un mensaje potente en un lenguaje que Kim Jong-un pueda entender ya que ignora el de la diplomacia”.  

Bravata improvisada

Pero mientras Tillerson calmaba al mundo, Trump alardeaba desde twitter de la robustez de su arsenal nuclear después de haber ordenado su modernización. “Espero que no tengamos que usar nunca este poder, pero jamás habrá una nación más poderosa en el mundo”. Se desconoce si sus papeles de poli bueno y poli malo obedecen a una estrategia o al caos, aunque más bien parece lo segundo. El 'New York Times' publicaba ayer que la primera amenaza de Trump fue totalmente improvisada, a preguntas de un periodista, y que pilló por sorpresa a sus colaboradores.

Incluso los aliados en la región de Trump le afearon sus bravatas. El primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, recomendó perseverar en el estrangulamiento económico. “Un conflicto sería devastador, tendría consecuencias catastróficas. Todos entendemos esto”, declaró. Su homólogo neozelandés, Bill English, dijo de los comentarios de Trump que “no ayudan en un contexto que ya es muy tenso”.

Moon Jae-in, el nuevo presidente surcoreano, exigió la mejora de sus fuerzas armadas para afrontar el hipotético conflicto. “Debemos acometer una reforma integral, reformularla desde el principio en lugar de contentarnos con algunas mejoras”, explicó.

Los dos lanzamientos de misiles intercontinentales recientes y las nuevas sanciones económicas aprobadas por la ONU han llevado la tensión al punto de ebullición en la península. Pero en las últimas horas se habían intuido tímidos esfuerzos por las dos partes para entreabrir la puerta de las negociaciones.

Corea del Norte aclaró que no discutiría su programa nuclear mientras siguieran las amenazas militares estadounidenses, sugiriendo que su cese podría atemperar su postura. Y Tillerson condicionó las negociaciones no ya a la improbable jubilación del programa nuclear norcoreano sino al más verosímil cese de lanzamientos de misiles. Y entonces llegó Trump con la retórica norcoreana y devolvió el conflicto adonde estaba.