Alemania alerta de que Turquía ya no es un país seguro

La cancillera alemana, Angela Merkel, y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.

La cancillera alemana, Angela Merkel, y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. / periodico

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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Hace poco más de un año, la medianoche del 15 de julio del 2015, Turquía se veía precipitada a un golpe de Estado contra el presidente Recep Tayyip Erdogan, en pleno giro autoritario. Fue un levantamiento militar fallido que además de dejar un rastro de hasta 250 personas muertas dio pie a una profunda purga contra los sectores críticos con el líder islamista. Hasta 22 ciudadanos alemanes fueron detenidos por razones políticas. Berlín levantó la voz pero poco cambió. Un año más tarde, la relación entre las dos potencias sigue marcada por la tensión. Como represalia, Alemania alerta a su turismo que la opción turca ya no es aconsejable.

La crisis diplomática con Ankara se ha agudizado durante las últimas semanas a causa de la detención de Peter Steudtner, experto en la defensa de los derechos humanos, cuando participaba en un seminario cerca de Estambul organizado por Amnistía Internacional. Ignorando las críticas internacionales, este martes la justicia turca dio un paso más y abrió una investigación contra este padre de familia berlinés, un gesto que irritó a una Alemania que se acerca a las elecciones generales de septiembre. El más duro ha sido el ministro de Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, quien aseguró que Steudtner fue “detenido por razones políticas”, lo que demuestra que los alemanes ya no están seguros de ser “perseguidos arbitrariamente” en Turquía.

DAIMLER Y BASF, EMPRESAS TERRORISTAS

Tanto socialdemócratas como cristianodemócratas del Gobierno de Berlín se han lanzado a criticar a este aliado incómodo. “Turquía me recuerda a como operaba la Alemania del Este, si algo te pasa nadie puede ayudarte”, ha sentenciado el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, al diario 'Bild', agitando un fantasma comunista que aún sigue dando réditos electorales. “Ya no podemos garantizar vuestra seguridad”, añade.

Por si fuera poco, el miércoles, Ankara siguió su provocación al enviar a la policía alemana una carta con 68 empresas localizadas en Alemania a las que acusa de apoyar el terrorismo y de tener vínculos con el clérigo Fethullah Gülen, a quien Erdogan considera líder del golpe de Estado. Entre estas empresas habría gigantes económicos alemanes como la automovilística Daimler o la química BASF. Según explicó el semanario ‘Der Spiegel’, los círculos de Berlín consideraron esta lista como “absurda” y “ridícula”.

"REORIENTACIÓN" DE SU RELACIÓN

Cansada de la constante exhibición de fuerza turca, Berlín anunció el jueves una “reorientación” de su política con Ankara, una represalia simbólica por las detenciones que endurece los consejos de la oficina de exteriores para advertir al turismo alemán de que Turquía ya no es un destino aconsejable. “Queda claro que quien viaja a Turquía ya no realiza sus vacaciones en un Estado de ley”, ha criticado el ministro de Justicia, Heiko Maas. La cancillera Angela Merkel ha apoyado unas medidas que considera “necesarias e imprescindibles”.

Conscientes de la importancia de erigirse como destino turístico a pesar de su giro cada vez más violento y autoritario, Turquía no ha tardado a reaccionar a esta medida. Este viernes el ministro de Economía turco, Nihat Zeybekci, ha asegurado que las inversiones alemanas estarán “protegidas al 100%”.

PELIGROSO PARA ALEMANES, SEGURO PARA REFUGIADOS

De los 22 alemanes detenidos tras del golpe 13 fueron liberados. Así, aún hay nueve ciudadanos entre rejas turcas por ejercer un trabajo que no gusta a las autoridades. Además del caso Steudtner, Alemania también se mostró muy disgustada por la detención del periodista Deniz Yücel, reportero del diario ‘Der Welt, desde el pasado 14 de febrero. Su visión crítica contra el Gobierno de Erdogan le llevó a ser acusado de hacer propaganda terrorista. Tres de los detenidos no tienen acceso a ayuda consular, bloqueada por Ankara.

La catalogación de Turquía como un destino inseguro para los alemanes es especialmente irónica si se tiene en cuenta que Berlín la considera como un sitio seguro para los refugiados que no quiere que lleguen a Europa. Así se fija en el acuerdo migratorio pactado entre la Unión Europea (UE) y Ankara para frenar la llegada de aquellos que huyen de la guerra, un pacto que ha sido inmune a todo tipo de tensiones diplomáticas. Más allá de la crisis y la vulneración turca de los derechos humanos, Turquía sigue siendo un aliado intocable para Bruselas y Berlín.