ESCALADA DE TENSIÓN EN ASIA

Corea del Norte anuncia el "éxito" del lanzamiento de su primer misil intercontinental, capaz de alcanzar Alaska

Mientras Trump se pregunta si "¿Este tipo no tiene nada mejor que hacer con su vida?", su Gobierno exige una "acción global" contra Piongyang

Un soldado surcoreano mira un informativo que da cuenta del lanzamiento del misil, este martes en Seúl.

Un soldado surcoreano mira un informativo que da cuenta del lanzamiento del misil, este martes en Seúl. / periodico

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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Kim Jong-un lo anunció y Donald Trump prometió evitarlo. La primera prueba de un misil de largo alcance o ICBM certifica la victoria de Pionyang, agudiza la amenaza norcoreana sobre suelo estadounidense y aconseja mucha diplomacia para que la región no acabe en el precipicio. Trump solo puede envainarse sus amenazas o responder al desafío. La primera opción arruinaría su reputación de tipo duro, mientras que la segunda abocaría a un drama de magnitudes inimaginables.

De momento, el secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, ha insistido este martes en la necesidad de una "acción global" para detener la "amenaza mundial" que supone el desarrollo del programa nuclear de Corea del Norte, tras el lanzamiento exitoso de un misil balístico intercontinental por parte de Piongyang.

"Se requiere una acción global para detener una amenaza global. Tillerson reiteró que "todas las naciones deben demostrar públicamente a Corea del Norte que hay consecuencias en su búsqueda de armas nucleares". "Tenemos la intención de llevar la acción provocadora de Corea del Norte ante el Consejo de Seguridad de la ONU y promulgar medidas más fuertes para responsabilizar" al régimen norcoreano, agregó el jefe de la diplomacia estadounidense.

"Nosotros, junto con otros, hemos dejado claro que nunca aceptaremos una Corea del Norte con armas nucleares. El presidente [de EEUU, Donald Trump] y su equipo de seguridad nacional siguen evaluando la situación en estrecha coordinación con nuestros aliados y socios", concluyó.

RECORD DE DISTANCIA DE VUELO

El misil Hwasong-14 lanzado a las 9.40 AM (hora local) subió hasta los 2.802 kilómetros y cubrió una distancia de 933 kilómetros durante sus 37 minutos de vuelo antes de hundirse en aguas japonesas. Son cifras de Pionyang que se acercan a los cálculos de Seúl y Tokio. Supera en altura, longitud y tiempo de vuelo a cualquier misil anterior.

Kim Jong-un ha supervisado un lanzamiento que, según la televisión norcoreana, convierte al empobrecido país en un “estado con una poderosa fuerza nuclear y con un misil que puede golpear cualquier punto del planeta”.

LLEGAR A SUELO ESTADOUNIDENSE

Las dudas habían surgido tras el triunfal anuncio porque la carrera nuclear recomienda mucho escepticismo. No es raro que Pionyang clame avances que los científicos niegan o exhiba misiles de cartón piedra en desfiles. El Ejército estadounidense, de hecho, había hablado de un misil de medio alcance. Pero los datos lo empujan sin duda a la categoría de ICBM.

Si el misil modificara esa anormal trayectoria abombada por la horizontal alcanzaría los 6.700 kilómetros, señala en su blog David Wright, codirector de la Asociación de Científicos Concienciados. Son suficientes para golpear Alaska, pero nada por debajo de ahí.

El misil se añade a los últimos avances del programa nuclear norcoreano: nuevos ICBM, misiles lanzados desde submarinos para dificultar su detección, escudos protectores de la ojiva, proyectiles con combustible sólido… Algunos expertos hablan del 2016 como el año en que Corea del Norte consumó el gran salto adelante, pero también alertan de que el camino aún es largo y pedregoso.

LAS PRESIONES Y LA PUNTERÍA

Trasladar una bomba nuclear al otro lado del planeta requiere dos elementos. Por un lado, una ojiva reducida hasta los 60 centímetros de diámetro y 700 kilos. Y por otro, un ICBM protegido contra las vibraciones del despegue y el calor de la reentrada en la atmósfera y que además acierte en el blanco. No hay evidencias de avances en esos campos que apoyen el entusiasmo propagandístico. Kim Jong-un se hizo fotografiar el pasado año junto a una presunta ojiva con aspecto de bola de discoteca y no convenció a nadie.

“Los presiones que soporta un vehículo en la reentrada son extremas y nada fáciles de solventar”, señala Markus Schiller, experto en la carrera armamentista norcoreana. “Y sobre la puntería, solo puedes perfeccionarla después de haber lanzado varios misiles y ver dónde han caído”, añade.

El propósito de alcanzar Estados Unidos con un misil atómico es aún muy lejano, pero el lanzamiento ha conseguido dos cosas: que Kim Jong-un venza el reto planteado por Trump y certificar el dominio escénico norcoreano. El misil coincide con el Día de la Independencia en EEUU y coloca al presidente en una situación delicada por el palmario fracaso de política. Corea del Norte ha sido una piedra en el zapato estadounidense durante siete décadas pero nunca la tensión había alcanzado esta cima ni el territorio nacional había estado a tiro.

TRUMP, EN SU LÍNEA

Pretender que Corea del Norte acceda a desarmarse mientras se airea la posibilidad de un ataque preventivo es ingenuo. También lo es encomendarle a China la solución del conflicto cuando los expertos han repetido durante años que su influencia sobre Pionyang es nula. La complejidad del problema norcoreano requiere de estrategias más elaboradas que podrían incluir las reuniones bilaterales que Obama también rechazó. Ante la salida a escena del primer ICBM, Trump se ha limitado a preguntarse en Twitter si Kimg Jong-un no tiene nada mejor que hacer con su vida, e insistir en que le parece "difícil de creer" que Corea del Sur y Japón estén aguantando estas provocaciones y en que "quizá China reccione y acabe de una vez con esto".

Corea del Norte ha reclamado los focos en las vísperas de la reunión del G-20 en Hamburgo y poco después de que Trump se reuniera en Washington con el nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-in. Ambos acordaron mantener las medidas de presión sobre Pionyang pero sin descuidar el diálogo. Trump también ha conversado esta semana por teléfono con sus homólogos chino, Xi Jinping, y japonés, Shinzo Abe, para tratar un problema que amenaza con escapársele de las manos. China ya alertó ayer de que la situación estallará algún día si los protagonistas se empeñan en subir la tensión.