Bélgica asegura que "se ha evitado lo peor"

SILVIA MARTINEZ / BRUSELAS

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Oussama Z, el joven de 36 años y origen marroquí muerto por disparos de las fuerzas de seguridad de Bélgica el martes por la noche, durante un atentado terrorista frustrado, entró en la estación central de Bruselas a las 20.39. No es hora punta en la capital belga pero el calor y el buen tiempo hacen que mucha gente retrase estos días su regreso a casa y aproveche para tomar algo en una de las terrazas cercanas a este nudo ferroviario y a la Grand Place. Este miércoles las autoridades se congratulaban del desenlace porque “los daños podían haber sido mucho mayores” y “se ha evitado lo peor”.

Con una maleta mortífera en la mano, Oussama Z, residente en el barrio de Molenbeek del que salieron algunos de los autores de los atentados de París y Bruselas, cruzó el hall donde se sitúan las ventanillas de billetes y bajó las escaleras hacia la entreplanta que desciende a los andenes y donde hay algunos pequeños kioskos y bares donde avituallarse antes del viaje. Eran las 20.44 y se dirigió hacia unos viajeros que se encontraban en esa zona.

En un primer momento optó, sin embargo, por alejarse pero algo le hizo cambiar de idea y se acercó de nuevo al grupo. Fue en ese instante en el que debió decidir que había llegado el momento de actuar porque comenzó a gritar y accionó el artefacto que llevaba en la maleta. Según el relato realizado por la fiscalía federal, la bomba solo explotó parcialmente y “felizmente” con una potencia insuficiente para causar heridos.

CLAVOS Y BOMBONAS DE GAS

La maleta, cargada de clavos y bombonas de gas, prendió inmediatamente fuego. El joven, nacido el 12 de enero de 1981 y que no estaba vinculado con actividades terroristas pero sí a la delincuencia común, decidió abandonarla en llamas y descendió hacia los andenes de la estación, persiguiendo a un jefe de estación. En ese momento, la bolsa volvió a explotar de nuevo. Esta vez con mucha más violencia pero de nuevo no hirió a nadie.

El joven regresó de nuevo al hall de la estación y se precipitó hacia un militar al grito de Alá Ouakbar (Alá es el más grande). El soldado no se lo pensó dos veces y comenzó a disparar. Recibió varios tiros y murió poco después en el mismo lugar como consecuencia de las heridas. Como en todos los casos de terrorismo la fiscalía federal ha asumido el mando de la investigación que deja todavía muchas incógnitas en el aire. Este miércoles las autoridades han registrado su casa y han encontrado componentes químicos y material para fabricar explosivos así como indicios que apuntan a que era simpatizante del Estado Islámico.

El ataque ha vuelto a sembrar el nerviosismo en una ciudad golpeada por un mortífero atentado hace poco más de un año. Pese al ataque las autoridades han decidido mantener el nivel de alerta en el 3 –en una escala de 4- y se congratulan de que los militares sigan patrullando las calles. “Desgraciadamente tienen que ocurrir cosas como las de anoche para probar que es una buena decisión. Hay debate pero estoy contento de que hayamos mantenido los militares en las calles”, ha explicado el ministro de interior, Jan Jambon