PERFIL

Robert Mueller, el marine que le pisa los talones a Trump

El fiscal especial que investiga al presidente de EEUU y su entorno se ha rodeado de un equipo de élite para rastrear la trama del 'Rusiagate'

Robert Mueller, en una comparecencia ante el Senado cuando dirigía el FBI, en el 2011.

Robert Mueller, en una comparecencia ante el Senado cuando dirigía el FBI, en el 2011. / HK/

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Lo hiciera por orgullo o lo hiciera para entorpecer la investigación, no parece haber dudas de que Donald Trump cometió un error de bulto al despedir a James Comey como jefe del FBI. No solo dio munición a aquellos que piensan que hay algo oscuro en los contactos de su entorno con personalidades rusas, sino que dio pie a que el Departamento de Justicia nombrara a Robert Mueller como fiscal especial para investigar inicialmente la posible cooperación de su campaña con la trama rusa y ahora también una posible obstrucción a la justicia. Mueller es un tipo muy serio. Uno de los abogados más respetados del país, el hombre que transformó el FBI en una agencia dedicada a la lucha antiterrorista tras asumir su mando una semana antes de los atentados del 11-S. Independiente y reservado, es ahora la piedra en el zapato del presidente.

Los dos nacieron en Nueva York y tienen prácticamente la misma edad, 72 años en el caso de Mueller, uno más que Trump, que el miércoles celebró su cumpleaños. Pero ahí acaban las similitudes. Mueller ha dedicado casi toda su vida al servicio público.  Tras pasar por la universidad y perder a uno de sus mejores amigos en Vietnam, se unió a los Marines para participar en aquella guerra, donde lideró un pelotón de fusileros. “He tenido mucha suerte. Siempre he sentido que debería dedicar tiempo a agradecerlo”, dijo hace unos años. De Vietnam salió con una larga lista de condecoraciones, desde la Estrella de Bronce al Valor a un Corazón Purpura, después de que mantuviera su posición tras ser alcanzado por una bala del Vietcong en el muslo, lo que permitió a sus hombres retirarse de forma segura. Una semana después, estaba combatiendo de nuevo en las selvas asiáticas.

INSOBORNABLE Y ALÉRGICO A LAS TONTERÍAS

Tras regresar de la guerra, completó sus estudios de Derecho en la Universidad de Virginia. Durante los 12 años siguientes trabajó para la Fiscalía investigando crímenes de guante blanco, desde casos de fraude a corrupción de funcionarios públicos. Ya desde los inicios de su trayectoria se ganó una reputación de tipo duro, insobornable y alérgico a las tonterías. Tras un breve paso por la abogacía privada, trabajó como asesor del fiscal general del Estado, Richard Thornburgh, y en 1990 se puso al frente de la división penal del Departamento de Justicia.

Desde allí supervisó la investigación de varios casos sonados, como las acusaciones de tráfico de drogas contra el dictador panameño Manuel Noriega, los crímenes de la familia mafiosa de los Gambino o el famoso atentado de Lockerbie que derribó el avión de la Pan Am a finales de los ochenta. El resto de la década transitó entre el sector privado y el público hasta que George Bush lo eligió para dirigir el FBI unos días antes de los atentados de Al Qaeda en Nueva York y Washington. Su proceso de nominación en el Senado se saldó con 98 votos a favor y ninguno en contra.

“Me encanta litigar y dirigir investigaciones, particularmente homicidios y cosas parecidas, por eso me convertí en fiscal”, dijo hace unos años al recordar aquella época. “No esperaba que pasaría mi etapa (en el FBI) previniendo atentados terroristas”. En aquellos años protagonizó un incidente sonado, que ocupa un lugar central en su hagiografía porque es difícil encontrar alguna crítica a su trayectoria. Junto a Comey, que ocupaba por entonces el cargo de número dos de la Fiscalía del Estado, amenazó con dimitir ante la insistencia de la Administración Bush para reautorizar un programa secreto de escuchas. Obama le renovó en el cargo y acabó convertido en el director del FBI más longevo desde Edgar Hoover.

UN 'DREAM TEAM'

“Mueller es el tipo al que llamas cuando la situación es políticamente demasiado tóxica para cualquier otro”, ha escrito 'The Intercept'. Un juez federal lo escogió el año pasado para negociar las más de 500 demandas presentadas contra Volkswagen por el escándalo de las emisiones. Y Booz Allen Hamilton, la empresa de seguridad para la que trabajaba Edward Snowden, lo contrató para investigar a otro empleado que se llevó información clasificada de la NSA.

Trump debería estar preocupado porque, además de los atributos mencionados, Mueller ha contratado a algunos de los mejores abogados del país para ayudarle en la investigación de la trama rusa. “Un ‘dream team’ legal”, en palabras de 'Wired'. Dicen que el presidente se ha planteado destituirlo, pero de momento ha escuchado el consejo de sus asesores y no se ha atrevido a hacerlo.