LA NUEVA ADMINISTRACIÓN DE EEUU

Mueller estrecha el cerco a Trump

Robert Mueller, en una comparecencia en el Senado cuando era director del FBI, en Washington, el 16 de mayo del 2013.

Robert Mueller, en una comparecencia en el Senado cuando era director del FBI, en Washington, el 16 de mayo del 2013. / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, una de sus obsesiones ha sido desvincular su nombre del 'Rusiagate', la investigación que empezó estudiando la injerencia de Rusia en las elecciones de EEUU y luego se amplió para tratar de determinar si la campaña del magnate inmobiliario se confabuló o cooperó con el Kremlin. Esa obsesión ha acabado siendo su condena. El presidente de Estados Unidos está siendo investigado por posible obstrucción a la justicia. Y aunque queda probar si cometió el mismo delito que puso camino del 'impeachment' a Richard Nixon y a Bill Clinton, el foco que el fiscal especial Robert Mueller dirige hacia el Despacho Oval representa un varapalo sin paliativos para Trump.

Mueller, según desveló el miércoles 'The Washington Post', ha solicitado entrevistas con Dan Coats, director nacional de Inteligencia; el almirante Mike Rogers, director de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) y Richard Ledgett, que fue subdirector de esa agencia. El fiscal especial ha pedido también a la NSA cualquier nota o documento que recoja interacciones con la Casa Blanca de la agencia. Y a lo que apuntan esas solicitudes es a que Mueller examina si el presidente buscó ayuda para intentar que James Comey, el director del FBI que estaba al frente de la investigación del 'Rusiagate' y a quien cesó fulminantemente el 9 de mayo, alterara esa investigación, así como para negar públicamente que hubiera pruebas de colusión de su campaña con el Kremlin, y si el despido tuvo que ver con su fracaso en esos esfuerzos.  

EL TORNADO DEL DESPIDO DE COMEY

Lo sucedido con Comey es el centro del tornado que se está tragando a Trump. Según denunció el exdirector del FBI ante el Senado la semana pasada, cuando acusó al presidente de mentir sobre los motivos de su cese, Trump le sugirió que “dejara pasar” la investigación de Michael Flynn, el asesor de seguridad nacional que tuvo que dimitir por mentir sobre el contenido de sus conversaciones con el embajador ruso Serguéi Kislyak. Comey también dijo que Trump le reclamó en más de una ocasión que limpiara públicamente su nombre, haciendo saber que no estaba siendo personalmente investigado.

Es cierto que entonces no lo estaba, como confirmó el exdirector del FBI, pero ahora Trump ya no puede sentirse “totalmente vindicado”. Mueller lo ha incluido en sus pesquisas. Y el presidente vuelve a hablar de “la mayor caza de brujas en la historia política americana”.

ATACAR A MUELLER

La argumentación de Trump, según el primero de dos mensajes que ha colgado este jueves en Twitter, es que “se inventaron una historia falsa de colusión con los rusos, encontraron cero pruebas, así que ahora intentan obstrucción a la justicia en la historia falsa”. 

Y la estrategia ahora es cuestionar la investigación, que en el segundo tuit ha dicho que está “dirigida por alguna gente muy mala y comprometida”.

No da nombres, pero en sus palabras y en el comunicado que emitió el miércoles la oficina de su abogado personal (que denunció como “intolerable, inexcusable e ilegal la filtración del FBI de información sobre el presidente”) se percibe una de las armas con que los conservadores intentan ahora librar la pelea: atacar a Mueller, denunciando no solo las filtraciones sino también señalando a posibles conflictos de intereses por haber trabajado en el sector privado como abogado de familiares de Trump, que le entrevistó como potencial director del FBI la víspera de su nombramiento como fiscal especial.

EL CAMINO POR DELANTE

Lo que se abre ahora es un complejo camino, investigativo, legal y político. Los altos cargos de la inteligencia han accedido a ser entrevistados por Mueller, pero la semana pasada Coats y Rogers se negaron a contestar preguntas ante el Senado y podrían usar ante el fiscal especial el argumento del privilegio ejecutivo. Si la Casa Blanca apelara a ese privilegio abriría potencialmente una lucha en los tribunales, aunque la Administración no las tendría todas consigo: en el 'Watergate' el Tribunal Supremo dictaminó que no era válido para retener pruebas en una investigación penal.

Incluso si Mueller y su equipo encontraran pruebas de obstrucción, no sería el Departamento de Justicia quien iniciaría un proceso para imputar a un presidente en activo. Recaería en manos del Congreso, actualmente en control de los republicanos, revisar las pruebas y decidir si son suficientes para iniciar el 'impeachment'.

Trump, además, enfrenta otros peligros. Ha perdido la batalla de la opinión pública y, según una encuesta publicada este jueves por AP, ya más de un 60% de los estadounidenses creen que trató de impedir u obstruir la investigación. El Comité Judicial del Senado ha anunciado que también va a abrir una investigación relativa a la potencial obstrucción a la justicia. Y la amplia investigación de Mueller incluye también pesquisas sobre si sus asociados realizaron operaciones de lavado de dinero, lo que apunta a la sospecha de que la potencial cooperación con los rusos hubiera tenido contraprestaciones económicas.