Reino Unido, un país desorientado y convulso

La policía londinense controla a los manifestantes anticonservadores en una marcha en la plaza del Parlamento, en el centro de Londres.

La policía londinense controla a los manifestantes anticonservadores en una marcha en la plaza del Parlamento, en el centro de Londres. / periodico

MONTSE MARTÍNEZ / LONDRES (Enviada especial)

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Referente indiscutible históricamente de estabilidad política, Reino Unido se encuentra a día de hoy en un brete como no se recuerda. Los británicos, que primero votaron salir de la familia europea y ahora acaban de desautorizar a la primera ministra que debía lograr el mejor acuerdo con los 27, están desorientados ante un resultado electoral que nadie vio venir y cuyas consecuencias no auguran nada bueno. Por no saber, no saben quién se sentará a negociar con Bruselas tras dar casi por hecho que Theresa May tiene los días contados. El mazazo del <strong>terrorismo yihadista</strong> -tres atentados en menos de tres meses- en el corazón de un país que siempre ha alardeado de ser un modelo de integración ha venido a poner más congoja, si cabe, a una sociedad consciente de que todavía le queda mucho por ver. 

Un recorrido por la capital británica durante la <strong>convulsa semana electoral</strong>, marcada por la amenaza terrorista, certifica que los ciudadanos están a la expectativa ante lo que va a pasar finalmente con el 'brexit' y que el yihadismo ha logrado minar -en unos casos más que en otros- su sensación de seguridad.

Londres continúa viviendo -"no queda otra", coinciden sus gentes- con la férrea voluntad de volver a la normalidad lo antes posible. Pero muchas cosas han cambiado. Por ejemplo, se escapa a la normalidad que prácticamente todo el recorrido entre Oxford Circus y Trafalgar Square, una de las vías más transitadas de la ciudad, permanezca vallada para proteger las aceras y evitar que un vehículo se lleve a la multitud por delante. Nunca antes bloques de hormigón se habían colocado frente a instituciones emblemáticas -Wensminster-, infraestructuras importantes -aeropuertos- y puntos turísticos -el puente de Londres es el último caso-.

POLICÍA, DISCRETA

Tras el atentado de Manchester, el Ejército patrulló las calles unos días para luego volver a recluirse, excepto en momentos puntuales. Hay vigilancia policial en Londres pero el despliegue se caracteriza por la discreción y la consigna de pasar lo más desapercibido posible. A diferencia de otras capitales europeas azotadas también por atentados, como París o Bruselas, donde los ciudadanos se encontraban a soldados armados hasta los dientes en cada esquina.

El miedo está a flor de piel. En el aeropuerto de Gatwick, una pasajera no se lo pensó dos veces el sábado para dirigirse a gritos al personal de una compañía aérea al ver una maleta en el suelo sin dueño aparente. Pertenecía a otra que la había dejado momentáneamente en el suelo para no trasladarla durante toda la cola. Así está Londres.

"EVITO IR AL CENTRO"

Los hay que lo llevan peor -"evito ir al centro en todo lo posible", reconoce Maureen Williams, de 71 años, dueña de una tienda en Barkingmunicipio aledaño a la capital donde, precisamente, vivían los tres terroristas del puente de Londres-. Los atacantes estaban perfectamente integrados en Barking, a media hora en metro del puente de Londres, donde estrellaron la furgoneta contra la gente. El vecindario, una mezcla impresionante de nacionalidades y religiones, estaba aún estupefacto. No es una zona plácida, saben de robos y bandas pero, de ahí, a lo que ha ocurrido va un trecho.

Otros lo llevan mejor -"Londres es una ciudad que se divierte, seguimos saliendo, bebiendo y disfrutando", sonríe Celia Hannan, londinense de 25 años que regenta una parada en el turístico mercado de Coven Garden-. Pero, en la misma conversación, Celia corrobora que las ventas han bajado, en consonancia con la menor asistencia de público, desde los atentados. "El turismo está pero parece ser que la gente evita acudir los puntos más masificados", explica.

Coincide en idéntico diagnóstico un agente que custodia el patrimonio cultural en Trafalgar Square. "La gente no se concentra tanto en la plaza como antes", dice. A media tarde de la jornada electoral, el céntrico emplazamiento fue desalojado por una sospecha que resultó ser una falsa alarma. Un rápido recorrido permitió escuchar de todo menos inglés. Español, italiano, francés...las pocas personas que había eran turistas.

"¿QUÉ PASARÁ CON MI PADRE?"

Prácticamente ningún ciudadano preguntado considera que los recientes atentados hayan podido influir en el resultado electoral. "May ha sido muy criticada por los recortes en seguridad pero lo que creo que le ha pasado factura ha sido el 'brexit'", argumenta Max Norton, de 48 años y votante laborista y especialmente preocupado por las consecuencias que puede tener en su vida la salida del Reino Unido de la UE. "¿Qué pasará con mi padre?", dice, un tema que le altera porque teme que su progenitor, británico residente en Francia desde hace muchos años, ahora pensionista, se vea afectado por las consecuencias del nuevo escenario.

Ojalá, dice, hubiera marcha atrás en el 'brexit' -"es muy poco probable", lamenta-. Pero, como le ocurre a Lisa Whitehead, de 25 años, Norton espera que los acuerdos con Bruselas sean lo más ventajosos posible. Ya no será May quien lo negocie.