Fillon, el incombustible

El candidato de la derecha es un católico practicante con un programa económico para ricos y socialmente muy conservador

Fillon vota en París

Fillon vota en París / periodico

MARTA LÓPEZ / PARÍS (ENVIADA ESPECIAL)

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Familia, patria, identidad y austeridad. Esta es la carta de presentación del candidato conservador François Fillon, que ha llegado a estas elecciones, como él mismo dice, como “el combatiente herido que no baja la cabeza ante las balas”. Acosado por los escándalos y las deserciones en las filas de su equipo, le dieron por muerto pero se levantó. Volvió a llenar plazas. Y ahí está, con 62 años e imputado por corrupción, camino del Elíseo. Si atraviesa la puerta del palacio presidencial, se beneficiará de inmunidad y no podrá ser juzgado por la malversación de fondos públicos.

La suya es una historia de malabarismos políticos. Ganó por sorpresa las primarias de la derecha, imponiéndose a los favoritos Nicolas Sarkozy y Alain Juppé. Vencido ese primer gran obstáculo, el camino a la presidencia francesas que prometía ser de rosas se transformó en uno de espinas cuando a finales de enero ‘Le Canard Enchainé’ reveló que durante años su mujer y sus hijos se beneficiaron de dinero público por unos empleos ficticios. Fue imputado en marzo, en plena precampaña.

De forma simultánea, se supo que había recibido trajes de regalo por valor de 48.500 euros, a 6.500 euros el conjunto de americana y pantalón. No se le podían torcer más las cosas a este católico praticante hijo de la burguesía de provincias que predica ejemplaridad  austeridad y autoridad. Pero pasó que su partido dejó de apoyarle y sufrió destacadas deserciones como la de su director de campaña, Patrick Stefanini, y los sostenidos silencios de otras figuras de la derecha.

Ataques a la prensa y a la justicia

Se defendió con todas las armas. Denunció misoginia hacia su mujer, Penélope (siempre a su lado), y atacó a los periodistas y a la justicia, socavando los principios republicanos. Denunció una conspiración, un “Gobierno negro” de François Hollande para favorecer a Emmanuel Macron. Tuvo que limitar los desplazamientos para evitar abucheos. En Estrasburgo fue recibido con un harinazo en la cara.

Hasta que llenó Trocadero. Y advirtió que las elecciones se juegan en las dos últimas semanas, que coincidieron con las de su recuperación en los sondeos. El combatiente veterano y herido se levantaba de nuevo. “No pido que me queráis, pido que me apoyéis porque va en interés de Francia”,  les dijo a los votantes de una derecha dividida, incómoda ante un candidato perseguido por la corrupción.

Y en interés de Francia, el candidato presenta una programa liberal en lo económico y muy conservador en lo social. Quien fue primer ministro de Sarkozy durante el quinquenio presidencial completo (entre 2007 y 2012) no oculta su admiración por Margaret Thatcher. Fillon propugna el fin de las 35 horas semanales, la prolongación de la edad de jubilación de los 62 a los 65 años y la supresión de medio millón de puestos de funcionarios.

Como  el “candidato de los ricos” que fue Sarkozy, el exprimer ministro defiende también rebajas en el impuesto de donaciones y en las cotizaciones patronales, y pretende eliminar el impuesto de solidaridad por la fortuna.

Sin caer en el euroescepticismo mantiene un discurso crítico con la construcción europea y su receta es refundarla para dar más poderes a los estados. Defiende la vigencia del eje franco-alemán como motor, pero que para ello Francia debe ordenar antes sus finanzas con una cura de austeridad. En política exterior propugna un acercamiento a Rusia.