Médicos sin Fronteras denuncia que las fuerzas militares extranjeras en Mali hacen uso de ayuda humanitaria para ganarse a la población
La oenegé alerta de que esta práctica aumenta el riesgo para los cooperantes de ser atacados
MONTSE MARTÍNEZ / BARCELONA / BEATRIZ MESA / DAKAR
La compleja situación que atraviesa Mali no tiene visos de mejorar; más bien al contrario, en opinón de la oenegé Médicos Sin Fronteras (MsF), una de las pocas presentes de forma permanente en las zonas más problemáticas. Dos operaciones militares extranjeras -ONU y Francia- pretenden ayudar al Gobierno a tomar el control y estabilizar el norte del país, en manos de grupos armados independentistas y grupos yihadistas. Unos actores militares que se están dedicando, según denuncia MsF, a hacer uso de la ayuda humanitaria con el objetivo de ganarse la voluntad y la predisposición de la población.
La responsable de operaciones de MsF en Sahel, Mari Carmen Viñoles, alerta de que esta perversión del papel de las fuerzas militares haciendo labores de ayuda humanitaria puede tener consecuencias nefastas para la cooperación en el país africano, en general, y para los trabajadores humanitarios, en particular. "Puede alterar la percepción que los ciudadanos tienen de nosotros y desembocar en el rechazo de la ayuda humanitaria", asegura Viñoles que añade: "Los militares están usando vehículos civiles de forma esporádica en sus prácticas de entrega de ayuda humanitaria y eso puede suponer que nuestros vehículos, al ser confundidos, sean atacados". Para dejar clara la diferencia, MsF en los puntos más conflictivos de Mali ha pintado sus vehículos de rosa para que puedan ser fácilmente identificados.
El objetivo de esta práctica de los militares, según detalla la responsable de operaciones en Sahel, es fomentar la aceptación de una población inmersa en luchas por el poder sobre los territorios. Viñales insiste en la necesidad de que se mantenga una clara distinción entre las acciones políticas y militares y las acciones humanitarias.
MsF advierte de que el clima de inseguridad en el país, lejos de remitir, se agudiza mientras el yihadismo gana terreno, poco a poco, y se los grupos radicales se adentran en el centro del país.
FUENTE DE INESTABILIDAD
“ A veces cuando queremos producir seguridad, estamos creando un efecto contrario, la inseguridad”, afirmó a El Periódico, el investigador francés y especialista en la región de Sahel, Jean Francois Bayart. En un principio, la sociedad maliense había percibido como una “victoria” la intervención militar liderada por Francia en el norte de Mali (2013) tras expulsar a los grupos narco-yihadistas de las ciudades de Tumbuctú, Gao y Kidal. Sin embargo, cuatro años después, la presencia de unidades especiales francesas en las principales ciudades de la región de Azawad -término acuñado para el norte de Mali- y el despliegue de los cascos azules de la ONU (MINUSMA) se han convertido en fuente de inestabilidad para la población maliense.
“Los cascos azules han abierto fuego contra civiles que viven al margen de la guerra y la actuación francesa es igual de dudosa. No han venido para traer paz sino porque tienen intereses desde la época colonial”, denunciaron a El Periódico altos notables tuaregs de la región de Kidal, que escapa del control del poder central y su soberanía reside en las élites político-militares de oposición al Estado maliense.
Desde el desembarco de los efectivos franceses, el llamado enemigo yihadista no sólo sigue presente, sino que se ha fortalecido y se ha vuelto más agresivo. Por vez primera en el norte de Mali aparece la figura del kamikaze -suelen ser jóvenes de las etnias negras (peul)-; surgen nuevas formas de violencia a través de ataques producidos por minas o cohetes y la criminalidad se ha disparado a través del pillaje, emboscadas, asesinatos y ajustes de cuentas relacionados con los alijos de drogas.
En cada una de estas operaciones participan grupos armados pro y anti gubernamentales que compiten con las fuerzas yihadistas y estatales por el control territorial del norte de Mali, una codiciada zona que se ha convertido en la mayor plataforma del tráfico de cocaína en la región del Sahel. En mitad de este mosaico de insurgentes armados que responden a intereses tribales y comerciales, algunas onegés trabajan para proporcionar seguridad alimentaria y atención sanitaria a las antiguas poblaciones nómadas.
Sin embargo, los grupos armados de las comunidades árabes, tuaregs o songhais que han impuesto su hegemonía política en el norte de Mali no tienen ningún interés en proteger a las organizaciones internacionales porque su prioridad en estos momentos es otra: refundar Mali y recuperar la región norte del país saheliano.
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