El futuro de Europa

La versión ultraderechista del show de Truman

El Frente Nacional francés ha convertido la ciudad norteña de Hénin Beaumont en escaparate de su modelo de gestión

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EVA CANTÓN

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Morgan tiene 26 años, los mismos que lleva viviendo en Hénin Beaumont. Trabaja desde hace siete en una empresa de construcción y en las elecciones presidenciales del 2012 votó por Marine Le Pen. “Si hubiera sido su padre me lo habría pensado, pero con ella no”, dice a las puertas de un local del que saca bolsas de escombros.

En marzo del 2014 su papeleta fue para el candidato local del Frente Nacional, Steeve Briois, que llegó al Ayuntamiento con el 50,26% de los sufragios en la primera vuelta. Tres años después, Morgan está contento con los cambios. “Se han hecho muchas obras, el paro ha bajado, hay más servicios y se hace mucho por los jóvenes”, explica.

Enclavada al sur de Lille, la localidad de Hénin Beaumont (Norte Paso de Calais), de 27.000 habitantes, se ha convertido en el escaparate del Frente Nacional. La formación ultra no ha llegado por azar a esta cuenca minera de tradición izquierdista que en los años 30 atrajo a miles de emigrantes, antes de iniciar un declive que tocó fondo en los 80.

UN 18% DE PARO EN LA COMARCA 

Las inversiones prometidas para la reconversión industrial fueron un fiasco. La ciudad nunca se repuso del cierre de las minas y el paro en la comarca roza hoy el 18%, cuando la media nacional supera en poco el 10%.

A la debacle económica se sumó el escándalo político de ver a un alcalde socialista sin escrúpulos, Gérard Dalongeville, salir esposado del Ayuntamiento. Apartado de sus funciones en el 2009, Dalongeville fue condenado por malversación de fondos.

Marine Le Pen aprovechó esa ocasión para lanzarse a la conquista y transformar Hénin Beamont en el laboratorio de la estrategia de normalización del partido xenófobo y racista fundado por su padre en 1972. Es el vicepresidente de la formación, Steeve Briois, quien labra el terreno con un discurso de corte social y protector alejado de los tics racistas arraigados en el sur de Francia. En el norte es el antiguo voto obrero el que está en juego y el rechazo al inmigrante es por el temor difundido por la retórica populista a perder las ayudas estatales.  

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“Yo llamo a esta alcaldía la del nacional socialismo, es decir que está para defender a la viuda y al huérfano”, cuenta a este diario Marie Françoise González, nieta de un pasiego republicano que emigró al norte de Francia y se ganó la vida vendiendo helados.

Esta enérgica militante del Frente de Izquierdas de 58 años tiene un pequeño establecimiento de patatas fritas frente a la iglesia de San Martin. En las mesas, los saleros están tuneados con la propaganda electoral de Jean Luc Mélenchon, líder de Francia Insumisa.

“Marine Le Pen aquí ha hecho un gran negocio. Briois peinó el terreno durante años mientras el resto de partidos ni siquiera escuchaban las quejas de la gente. Llega un momento en que las cosas caen por su propio peso”, añade.

PROGRAMA SIN MEDIDAS IDENTITARIAS

En un pueblo que ha llegado a concentrar más de 20 nacionalidades diferentes cuando eran los portugueses, españoles, italianos, polacos y ucranianos los que emigraban para trabajar en el norte de Francia, el alcalde ha borrado de su programa cualquier medida identitaria.

La comunidad  musulmana no se queja. El alcalde tiene una excelente relación con el imán de la mezquita El Nasr para la que el consejo municipal acaba de aprobar las obras de ampliación.

“Yo me siento bien. Pensé que me mirarían mal pero no es así. ¡Aquí hay más sitios de kebab que en todo Paso de Calais!”, bromea Kamel, un trabajador de la compañía nacional de ferrocarril de 25 años que lleva tres viviendo en Hénin Beaumont. Con frecuencia se dice que los votantes del Frente Nacional de Hénin-Beaumont “no son fachas, sino que están enfadados”.

PRIMERAS GRIETAS

Sin embargo, en la fachada del idílico modelo de gestión frontista empiezan a surgir algunas grietas. Marine Tondelier, joven concejal de Los Verdes, analiza minuciosamente la estrategia del equipo de Briois en el libro ‘Nouvelles du Front’ (Noticias del Frente). La operación para alejar del partido los demonios del pasado es sólo aparente.

 “Hénin Beaumtont es como el Show de Truman”, ilustra Tondelier en conversación telefónica con EL PERIÓDICO. Como en la película estadounidense protagonizada por Jim Carrey, la concejala cree que Briois da una imagen falsa de la ciudad.

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Es innegable que las calles están limpias, hay parterres con flores y se han hecho obras que han mejorado el aspecto de la localidad, salpicada de casitas de ladrillo rojizo de espíritu flamenco.

Pero a medio mandato también saltan a la vista los resortes autoritarios. La oposición política, asociaciones como la Liga de los Derechos Humanos y los empleados municipales son acosados, controlados e intimidados.

INTIMIDACIÓN A ASOCIACIONES Y PRENSA

El Ayuntamiento ha declarado la guerra a la edición local de ‘La Voix du Nord’, el principal periódico de la región, al que ha comparado con Corea del Norte acusando a sus periodistas de ser un órgano político de oposición.

“No sabemos la razón de tanta hostilidad, pero nos niegan hasta la información del registro municipal. Les molesta cualquier opinión contraria a la suya”, se queja el periodista Christophe Le Couteux en la redacción del diario.

En una brasería cercana almuerza un equipo de En Marcha!. La delegada departamental del partido, Coralie Rembert, ha organizado un pequeño mitin para transmitir que hay alternativa al partido ultraderechista en la formación del exministro de Economía Emmanuel Macron.

LABORATORIO DE LA RESISTENCIA

Para Marie Françoise González, la alternativa es Mélenchon. “Lamentablemente somos el laboratorio del Frente Nacional, pero también podemos convertirnos en el laboratorio de la resistencia”, sostiene la aguerrida izquierdista.

La obra de Tondelier concluye que, si se rasca el barniz, “la Francia tranquila que nos quiere vender Marine Le Pen es también una Francia que intimida y excluye a quienes se atraviesan en el camino del Frente Nacional”.  Aunque de momento todavía hay muchos votantes dispuestos a comprar esta imagen de Francia al abrigo de la globalización y de Bruselas.

 “Si con el Frente Nacional tampoco cambian las cosas, el siguiente paso será la revolución”, augura el joven Morgan, que el próximo 23 de abril volverá a votar por Marine Le Pen.