EL RETRATO
Los 'llanitos' de Gibraltar, británicos con aire andaluz
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
SERGI LÓPEZ-EGEA / BARCELONA
Si alguien se adentra en las entrañas de Gibraltar cualquier día laborable del año descubrirá a unos policías que nada tienen que envidiar a sus colegas de Londres. Visten como los 'bobbies', llevan sus mismos cascos, pero, aunque dominan perfectamente la lengua inglesa, ni cuando la hablan ni cuando lo hacen en castellano pueden negar que son ‘llanitos’. como si fueran sus vecinos de La Línea de la Concepción, andaluces de pura cepa; una verja abierta desde los tiempos de la Transición separa al Imperio británico del Reino español. Dos mundos, de España a Gran Bretaña en menos de un kilómetro, pero, que en el fondo, no son tan distintos.
Si se acerca de buena mañana a Gibraltar, por ejemplo, corriendo por el paseo marítimo de La Línea de la Concepción –cuyos chiringuitos y restaurantes viven en buena parte de las libras de los ciudadanos gibraltareños, ofreciendo mejor comida que en el peñón y mucho más barata y buena– observará el caos de tráfico, largas colas, que parecen no acabar, de ciudadanos españoles que trabajan en el peñón y que todos los días atraviesan la frontera. Y con ellos los ciudadanos gibraltareños que residen en La Línea y poblaciones adyacentes, porque la vivienda es mucho más barata que en la colonia.
A PIE O EN COCHE
Muchos cruzan la verja a pie y otros lo hacen en coche. Todos ya saben que los controles de seguridad son más que nada un protocolo. Por eso, con esa gracia andaluza enseñan y mueven sus carnets de identidad, como si fueran un pañuelo, sin detenerse, porque hay prisa, porque hay embotellamiento. Y los agentes gibraltareños, la Policía Nacional y la Guardia Civil facilitan el paso entre fronteras.
Los vecinos de la Línea de la Concepción ya saben las horas en que el tráfico está más fluido, lo que aprovechan para cruzar la frontera y llenar sus depósitos, puesto que la gasolina está mucho más barata, al igual que el tabaco y el alcohol. Por la calle principal de Gibraltar –Main Street-- no faltan los turistas comprando, como si fuera Andorra la Vella, todo tipo de artilugios electrónicos. Y por supuesto, hay que regatear. Hasta si se observan los rótulos en algunas viviendas, a los típicos nombres británicos (John o Paul) los acompañan apellidos hispanos (Pérez o Gómez).
Lo de comer es lo que peor se lleva en Gibraltar. Si formase parte de España nadie negaría que es el sitio más pésimo y caro de Andalucía para comer, a no ser que se sea un enamorado de los 'fish and chips' o la pizza pura y dura. La cerveza se sirve en pintas, y a precio británico. Es mucho mejor pagar con tarjeta de crédito, puesto que de lo contrario será necesario adquirir libras. Y ojo, que no le coloquen la libra gibraltareña, que vale igual que la original, pero cuesta muchísimo de cambiar luego en euros si sobra alguna en el bolsillo.
TURISMO Y BODAS
Gibraltar vive del turismo, de los bancos, de los cruceros que atracan en sus puertos, de las visitas a lo alto del peñón, donde habitan sus famosos monos, y de las bodas, de los novios que vienen de toda Europa siguiendo las directrices de John Lennon y Yoko Ono, o Víctor Manuel y Ana Belén.
Pero si se habla con cualquier gibraltareño, el que sea, mostrará enseguida un sentimiento profundamente británico, el orgullo por su equipo de fútbol, que juega en Gran Bretaña, por los vuelos que comunican Londres con Gibraltar, y por el cambio de guardia, que se efectúa todos los días a las 12 ante la residencia oficial del gobernador, denominada The Convent, y que nada tiene que envidiar al de Buckingham Palace.
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