ELECCIONES GENERALES

"Los musulmanes son una amenaza para los Países Bajos"

Viaje a la pequeña localidad de Almere, la única ciudad en toda Holanda donde la ultraderecha racista venció en los comicios municipales

Chris Jansen, líder local del PVV, durante un recorrido por Almere, feudo de la ultraderecha en Holanda.

Chris Jansen, líder local del PVV, durante un recorrido por Almere, feudo de la ultraderecha en Holanda. / periodico

CARLES PLANAS BOU / ALMERE (ENVIADO ESPECIAL)

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“¿Queréis más o menos marroquís? Yo me encargaré de ello”, preguntó en un grito. “¡Menos, menos, menos!”, respondieron extasiados sus seguidores. Era el 19 de marzo del 2014 y el líder de la ultraderecha neerlandesa Geert Wilders estaba exultante. El Partido por la Libertad (PVV) se había afianzado como segunda fuerza política en La Haya tras las elecciones locales. Unos kilómetros al noroeste, la pequeña localidad de Almere se consolidaba como feudo de los racistas, la única ciudad en todos los Países Bajos donde gobiernan holgadamente.

Casi tres años más tarde, este municipio de 200.000 habitantes se despierta entusiasmado por el sol que ilumina el mercadillo de los sábados. La aguda multiculturalidad de este barrio salta a la vista. Magrebís, árabes, turcos, indios, caribeños, subsaharianos y europeos se pasean por este centro comercial anexo a Ámsterdam en el que se ha convertido Almere sin ningún tipo de problema. Chris Jansen piensa todo lo contrario. “Los musulmanes son una amenaza para los Países Bajos. Su manera de vivir les dice que lo que dicta el Corán es más importante que nuestra ley”, asegura firme.

A sus 51 años, este exgerente de ventas telefónicas convertido en líder de los islamófobos en Almere reparte panfletos con el rostro de Wilders y un mensaje claro: “Los Países Bajos para nosotros”. Jansen también lamenta que las mujeres musulmanas tienen “menos derechos” y critica que “la justicia siempre termina dándoles la razón". Acompañado por su equipo, casi todo hombres adultos enfundados en chaquetas deportivas blancas del PVV, no tarda en culpar a la Unión Europea. “Es antidemocrática, nos han colocado a gente a la que no hemos votado. Queremos controlar nuestras fronteras y nuestros bancos”, añade más pragmático.

La gente con la que charlan alegremente también tienden a ser blancos y mayores. Como Mark, que denuncia las mezquitas de Almere. Según cuentan, los imanes de esta pequeña localidad periférica venían directamente de países como Arabia Saudí o Bélgica, uno de los focos del radicalismo islámico en Europa, para difundir un mensaje de odio. “Uno de sus oradores era un radical que colgaba fotos de decapitados en Facebook. Lo mataron en Siria, pero, ¿cómo podía vivir entre nosotros?”, se indigna.

LOS JÓVENES, EL MOTOR DE LA ULTRADERECHA

Lejos de esta imagen, el PVV es sorprendentemente atractivo para los más jóvenes. Las últimas encuestas señalan que hasta el 55% del voto racista proviene de electores de entre 18 y 35 años. Almere, donde el 28% de sus ciudadanos no llega a los 20 años, es un buen terreno en el que abonar su discurso islamófobo. Uno de sus votantes podría haber sido Koen, de 19 años y en su último año como estudiante de medicina. “Al principio creía lo que decían y pensé en votarlos”, confiesa. Pero todo cambió cuando este joven conoció a un refugiado sirio de su edad que le contó su odisea por un país asolado por la muerte y la destrucción. “Ahora está aprendiendo el holandés y trabaja 60 horas semanales en un restaurante sin perder la sonrisa. Todos tenemos derecho a ser libres y escoger nuestra religión”, asegura.

Otro motivo que da campo libre al PVV es la multiculturalidad que reina en Almere, donde un 20% de los ciudadanos son de origen extranjero. El mayor grupo étnico de esta ciudad son los surinameses, con un 11% del total que supera al 5,2% que forman marroquís y turcos, las dos etnias musulmanas más representadas. A pesar de que pueda parecer que los inmigrantes van alineados contra la retórica nativista del PVV, el 14% de los miembros de esta antigua colonia holandesa en Sudamérica apoyan a Wilders, convirtiéndolo en su segunda opción favorita. Su discurso indigna a muchos otros. Como Turqay, joven turco de 29 años. “He nacido y he estudiado aquí, pero muchos aún se empeñan en decir que no soy neerlandés por mi aspecto físico y creencias”, lamenta con una mueca de tristeza.