Rusia, ¿el 'Watergate' de Trump?

Trump llega con el helicóptero presidencial a la Casa Blanca

Trump llega con el helicóptero presidencial a la Casa Blanca / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Watergate 2.0”; “ecos de Watergate”; “potencialmente peor que Watergate”... El nombre del único escándalo que por ahora ha forzado la dimisión de un presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, se ha hecho una referencia constante en la joven presidencia de Donald Trump.

En el centro de la crisis, esta vez, está algo mucho más grave que aquel robo de documentos en la sede del Comité Nacional Demócrata en el hotel que dio nombre al escándalo. Ahora se trata de las sospechas, probadas según la inteligencia de Estados Unidos, de que un poder extranjero, Rusia, interfirió en el proceso electoral (en parte también con un robo, esta vez a través de un ciberataque, a los demócratas).

Los contactos de miembros del equipo y el círculo más cercano de Trump con representantes de Moscú, primero negados pero ahora ya confirmados en al menos cuatro casos, no prueban que la campaña o el propio Trump hicieran nada ilegal. De momento, no obstante, ya han tenido consecuencias. Han forzado la dimisión del general Michael Flynn como asesor de seguridad nacional por mentir sobre el contenido de conversaciones que mantuvo con el embajador ruso, Sergei Kislyak (en una de las cuales, en diciembre, durante la transición, estuvo también Jared Kushner, yerno y asesor de Trump). Y el jueves llevaron al fiscal general, Jeff Sessions, a inhibirse en cualquier investigación sobre la campaña.

Esos contactos plantean incómodos interrogantes, entre los que la pregunta clave es la misma que planteó el senador Howard Baker en el comité especial que investigó el Watergate Watergatey que ha quedado para la historia: “¿Qué supo el presidente y cuándo lo supo?” Porque historiadores, periodistas, observadores y protagonistas de aquel escándalo coinciden en que lo que hundió a Nixon fue el intento de encubrimiento más que el robo. “Le atrapó la mentira más que aquel incidente particular”, ha dicho John Dean, el abogado de aquella Casa Blanca que fue el "maestro del encubrimiento" y testificó contra su presidente.

“NADIE QUE YO SEPA”

El 16 de febrero, en una rueda de prensa, a Trump se le preguntó directamente si sabía si alguno de los asesores de su campaña tuvo contacto con Rusia durante las elecciones. Su respuesta fue: “Nadie que yo sepa”. Pero el miércoles 'The Washington Post' reveló que Sessions mantuvo antes de las elecciones al menos dos encuentros con el embajador ruso en EEUU, Sergei Kislyak, en julio en una conferencia celebrada en los márgenes de la Convención Republicana y en septiembre en su despacho en el Senado.

También en esa conferencia en Cleveland se vio con el diplomático ruso Carter Page, un inversor y consultor especializado en energía con lazos con Rusia que hasta septiembre fue asesor de la campaña de Trump en materia de seguridad nacional. Filtraciones a distintos medios han revelado que Page ha estado en los radares del espionaje estadounidense por sus potenciales contactos con Rusia durante la campaña, igual que FlynnPaul Manafort (que fue segundo jefe de campaña de Trump): el abogado personal de Trump, Michael Cohen y Roger Stone, un veterano operativo republicano.

OTROS PARALELISMOS

Hay más paralelismos entre el momento actual y el del Watergate. Como sucedió con Nixon y su vicepresidente, Spiro Agnew, la actual Administración ha llevado la relación con la prensa hasta peligrosos extremos de tensión. Trump y estrategas como Steve Bannon han declarado abiertamente la guerra a los medios de comunicación, llegando a calificarlos de “enemigo del pueblo”, pero es el periodismo de investigación de medios como el 'Post' el que ha forzado la dimisión de Flynn y la inhibición de Sessions.

Por la compleja y difícil relación de Trump con la comunidad de espionaje, es difícil pensar que pueda usar a la CIA como hizo Nixon para interferir en la investigación del FBI del Watergate. Pero este es un momento también marcado por las filtraciones, que obsesionan casi tanto a Trump como lo hicieron a Nixon, el presidente que tres meses después de llegar a la Casa Blanca ordenó a Henry Kissinger grabar en secreto todas las conversaciones en el Despacho Oval y que cavaría con esa obsesión su propia tumba.

De momento, con los republicanos controlando el Congreso, no hay opciones para que sea una comisión especial e independiente como la del Watergate, la del Iran Contra o la del impeachment de Bill Clinton la que investigue la injerencia rusa en campaña y el contenido de los probados contactos de la campaña de Trump con representantes de Moscú. Eso deja las pesquisas en los cinco comités y un subcomité de las cámaras que han abierto investigaciones, que a menudo celebran sus sesiones a puerta cerrada. Al menos, por ahora.