LA NUEVA ADMINISTRACIÓN DE EEUU

Mar-a-Lago: crisis de seguridad nacional al fresco

Crece la alerta ante los fallos de seguridad de Trump durante sus estancias en su club privado en Florida

Trump (segundo por la derecha), sentado junto a Abe (segundo izquierda), en la cena de Mar-a-Lago, el 10 de febrero.

Trump (segundo por la derecha), sentado junto a Abe (segundo izquierda), en la cena de Mar-a-Lago, el 10 de febrero. / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Donald Trump y a su equipo les gusta llamar “la Casa Blanca de invierno” a Mar-a-Lago, el elitista club privado que el magnate inmobiliario tiene en Florida y donde ha pasado dos de sus tres primeros fines de semana como presidente. Pero por más que repitan la denominación, las instalaciones y las condiciones de su propiedad en West Palm Beach están muy lejos de replicar las del 1600 de Pensilvania Avenue. Y se disparan los interrogantes sobre la seguridad (y los conflictos de intereses) tras un publicitado incidente este fin de semana, cuando uno de los jardines al fresco fue el escenario, con público y documentos gráficos compartidos en las redes sociales, de una reunión ante una crisis diplomática abierta por una prueba de misiles de Corea del Norte.

Trump había invitado el fin de semana a Mar-a-Lago al primer ministro japonés, Shinzo Abe. Tras pasar el día jugando al golf acudieron a cenar a las instalaciones. Poco antes de llegar fueron informados de que Corea del Norte había realizado una prueba de misiles. Y en un momento de la cena alguien abrió un ordenador, y los líderes y sus equipos empezaron a hablar, entre ellos y al menos Trump también por teléfono, y a lidiar con la crisis ante los ojos (y las cámaras) de otros presentes en el restaurante del jardín.

Sean Spicer, el portavoz de la Casa Blanca, lleva dos días insistiendo en que lo que se vio y retrató en ese momento en el restaurante eran meras “preparaciones logísticas” de la comparecencia ante la prensa que los dos líderes hicieron esa noche. Asegura que no se manejó ni se habló de material clasificado en el restaurante. E insiste en que Trump recibió esa información sensible en un 'briefing' anterior y otro posterior, ambos realizados en unas instalaciones específicas organizadas para garantizar la seguridad e impedir escuchas y que Defensa y el Servicio Secreto pueden organizar en cualquier lugar donde esté el presidente.

DUDAS PERSISTENTES

Su versión de los hechos, no obstante, no elimina las dudas sobre la falta de rigor y seriedad en materia de seguridad de una Administración que, precisamente, hizo en la campaña electoral sangre con los supuestos riesgos que creó Hillary Clinton en ese campo al usar un servidor privado de correo electrónico. Porque en las fotos de este sábado que colgó en las redes sociales uno de los miembros de Mar-a-Lago se ve, por ejemplo, a los asistentes de Trump usando los flashes de sus teléfonos para iluminar papeles, una de las herramientas que se sabe que incrementan la vulnerabilidad de los móviles. Y se ve también al propio Trump usando lo que parece ser su Android, un aparato desde el que también tuitea y que se le ha recomendado que deje de usar por su inseguridad.

Hay más elementos que han llevado a los demócratas a poner el grito en el cielo y a reclamar a la Casa Blanca que detalle los protocolos de seguridad en Mar-a-Lago y se asegure de que quedan registros tanto de los miembros como de sus invitados. Otros presentes en el restaurante el sábado, por ejemplo, confirmaron en su relato a la CNN que los camareros siguieron durante todo el tiempo moviéndose en las mesas, retirando la ensalada y llevando el segundo plato, y no falta quien ha apuntado a lo fácil que sería convertir en espía a cualquiera de esos trabajadores que cobran poco más de 11 dólares a la hora. Y el mismo hombre que publicó las polémicas fotos de la cena compartió también en redes sociales una imagen junto a uno de los asistentes militares de Trump que lleva el maletín con los códigos nucleares. “¡Guau! ¡¡¡El centro de la acción!!!”, escribió. Él se incorporó a Mar-a-Lago tras la victoria electoral de Trump y es uno de los que ha tenido que pagar 200.000 dólares por hacerse miembro, el doble de lo que se pagaba antes de las elecciones