VUELCO EN EEUU

Trump promete distanciarse de sus negocios para evitar los conflictos de interés

Los vínculos extranjeros del imperio empresarial del presidente electo de EEUU amenazan con desatar una crisis constitucional

Donald Trump, durante un acto en Nueva York.

Donald Trump, durante un acto en Nueva York. / EV

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Un banco estatal chino ocupa el 11% del espacio de oficinas de la Trump Tower en Nueva York. Su contrato de arrendamiento acaba en el 2019 y, aunque el presidente electo de Estados Unidos ha prometido imponer sanciones a Pekín por manipular la divisa, tiene todo el interés en renovar el contrato. En Argentina, la compañía de Donald Trump quiere construir un rascacielos en Buenos Aires. El proyecto está paralizado por problemas con las restricciones urbanísticas, pero después de que el magnate hablara hace unos días por teléfono con el presidente argentino, su socio en el país sudamericano se mostró confiado en que el proyecto saldrá adelante.

Con un mínimo de 111 compañías en una veintena de países, el imperio empresarial de Trump se presta a toda clase de intercambios soterrados de favores que podrían comprometer la política exterior estadounidense, una maraña de conflictos de interés susceptible de desatar una crisis constitucional antes incluso de que comience su mandato.

Hasta ahora, el republicano no había mostrado ninguna intención de prevenir los problemas que se atisban en el horizonte. Todo lo contrario. Desde que ganó las elecciones se ha reunido con algunos de sus socios empresariales en la India Filipinas. Ha abordado con personalidades políticas extranjeras como el británico Neil Farage su oposición a las granjas eólicas que estropean la vista de sus campos de golf en Escocia. Y ha dejado que sus hijos, a los que pretende poner al frente de la Trump Organization, estén presentes en las conversaciones que ha mantenido con los líderes de Turquía, Japón y Argentina, donde tiene negocios.

SIN CONCRECIONES

Así ha sido hasta la mañana de este miércoles, cuando el republicano se ha dado finalmente por aludido ante la preocupación expresada por los expertos constitucionales y la prensa. En una serie de tuits, ha asegurado que pretende “abandonar por completo” sus negocios para centrarse plenamente en dirigir el país. “Aunque no estoy obligado por ley a hacerlo, siento que es visualmente importante que como presidente no haya conflictos de interés con mis negocios. Por lo tanto, se están redactando documentos legales para desvincularme completamente de las operaciones de mis negocios”. Trump no precisa qué va a hacer exactamente, aunque pretende explicarlo en una rueda de prensa el próximo 15 de diciembre.

“Es posible que esté considerando vender las acciones y participaciones de su imperio empresarial, pero en estos momentos no hay más que especulaciones”, asegura a este diario Craig Holman, el lobista gubernamental de Public Citizen, una organización que vela contra los abusos corporativos. Ese es uno de los recursos que utilizaron en el pasado los presidentes para evitar las sospechas de conflictos de interés. El otro pasa por poner las propiedades en un ‘fondo ciego’ administrado por un gestor independiente, de modo que el dueño no sepa qué se está haciendo con su dinero.

“Hemos tenido antes presidentes ricos, pero sus intereses financieros se concentraban principalmente en EEUU. En el caso de Trump, están repartidos por el mundo. Los conflictos son masivos. Nunca hemos visto un nivel semejante”, dice Holman. El magnate tiene negocios en Indonesia, Panamá, Arabia Saudí Azerbayán. Y los conflictos son algo más que una posibilidad teórica. En Turquía, Erdogan exigió que se retirara su nombre de la Trump Tower de Estambul después de que el entonces candidato propusiera un veto a la entrada de musulmanes en EEUU. Esas demandas se acallaron, sin embargo, cuando el empresario declaró tras el golpe de Estado que Erdogan tenía derecho a reprimir a la disidencia. Más atadas están sus manos en China, cuyo banco central ha prestado decenas de millones a sus empresas.

CLÁUSULA CONSTITUCIONAL

Trump ha dicho estos días que las leyes que regulan los conflictos de interés para los funcionarios públicos no son aplicables al presidente. Pero es una verdad a medias. Una cláusula de la Constitución impide también al comandante en jefe recibir pagos y regalos de estados extranjeros. “Como tiene inversiones internacionales, recibirá estos pagos, regalos y cosas de valor, lo que supondrá una violación de la Constitución desde el mismo momento en que jure el cargo”, le dijo a 'The Guardian' Norman Eisen, exconsejero en cuestiones éticas de la Administración de Obama. Algo tan simple como que un diplomático extranjero se hospede en uno de sus hoteles podría suponer una vulneración de la cláusula.

Algunos expertos legales sostienen que los electores que deben confirmar a Trump como presidente el próximo 19 de diciembre están obligados a rechazar al candidato si hay evidencias de que está violando la Carta Magna. Es pronto para saber qué va a pasar, pero su futuro podría depender de las medidas que anuncie a mediados de diciembre para prevenir el profuso enjambre de conflictos de interés que le rodean.