El cabreo universal

Del 'todos los políticos son iguales' al 'Washington is broken', la brecha entre ciudadanos y sistema político se da en todo Occidente

A supporter celebrates as returns come in for Republican U.S. presidential nominee Donald Trump during an election night rally in Manhattan

A supporter celebrates as returns come in for Republican U.S. presidential nominee Donald Trump during an election night rally in Manhattan / MSF

JOAN CAÑETE BAYLE / BARCELONA

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Todos los políticos son iguales. La culpa es de los burócratas de Bruselas. Washington is broken. No nos representan. No es una crisis, es el sistema. Yo no soy antisistema, el sistema es anti-yo. Son frases de uso recurrente en las conversaciones, ya convertidas en clichés, y eslóganes de manifestaciones de indignados. Cambian palabras y hay decenas de detalles propios de cada país, pero en esta cabreo universal hacia el orden establecido que recorre el mundo occidental, desde Europa del este hasta Estados Unidos, hay varias ideas que se repiten y un eje primordial, primario, que monopoliza la conversación: el eje ellos (los políticos, los bancos, los empresarios, los medios de comunicación tradicionales, el 1%, el establishment, en definitiva) y el nosotros (los ciudadanos, la gente, el 99%, las víctimas de una crisis que explotó con los hipotecas subprime en EEUU y se cebó con el sistema del Estado del bienestar en Europa y que es percibida como una estafa por los que se quedaron en la cuneta o por esa clase media a la que la gran depresión del siglo XXI ha empobrecido). Y a partir de este eje, un totum revolutum en el que conviven sinceros llamamientos a un cambio imprescindible y la barra libre para el populismo de todo pelaje.

CLASE MEDIA

"Cread empleos y no hagáis la guerra a la clase media y los pobres". La frase la podría haber pronunciado Donald Trump en algunos de los estados en los que el voto de la clase media trabajadora blanca le ha dado la victoria y la presidencia. Sin embargo, es el eslogan de una manifestante del movimiento Occupy Wall Street, en las antípodas ideológica de Trump (si es que el presidente electo de EEUU tiene ideología clara). Washington is broken, otra mantra del partido Republicano y ariete de Trump contra Hillary Clinton, la cara del establishment, fue una de las frases habituales de Barack Obama en su campaña del 2008, la del cambio y la esperanza. Que Washington es un ente alejado de la vida real de los estadounidenses, un mundo en sí mismo de políticos, lobis, instituciones y burócratas que solo miran por su propio bienestar es, de hecho, una idea con muchos años de vida y que no hay político estadounidense que aspire a un cargo que no utilice. En este sentido, Washington significa lo mismo que Bruselas para muchos ciudadanos europeos o los políticos para muchos españoles. La crisis del sistema representativo, la distancia entre nosotros los representados y ellos los políticos es una de las fuentes que nutren el cabreo universal. Ellos, se argumenta, no velan por nuestros intereses, no nos representan.

Ellos, además, nos empobrecieron y se enriquecieron en la misma medida. Esta es la segunda gran idea que nutre el cabreo. La indignación no se entiende sin la gran crisis económica, sus causas y las recetas aplicadas para superarla. Los movimientos a la izquierda de la socialdemocracia llevan años denunciando los efectos perversos de la globalización. Trump, líder por derecho propio de lo que en EEUU llaman "derecha alternativa", incide en esta línea, como antes que él hicieron en el partido Republicano los libertarios, por ejemplo. Ellos crearon la crisis; nosotros la pagamos. Ellos nos dicen que ya hemos salido de la crisis, nosotros estamos peor de lo que estábamos y nuestros hijos estarán peor que nosotros.

INDIGNACIÓN Y MIEDO

Empresas que se han ido para no volver. Sueldos que no llegan para pagar el alquiler. Jóvenes sin futuro ni ascensor social a la vista que tomar. Estado del bienestar roto, malherido o inexistente. Banqueros en libertad. Pensiones que bajan. Bonus de ejecutivos que suben. Empresas deslocalizadas y productos made in China en la repisa del supermercado. Hay causas objetivas para la indignación, la angustia, el miedo al presente al futuro. Es terreno, pues, abonado para el etnicismo, el nacionalismo, el racismo, la búsqueda indiscriminada de culpables, el pensamiento mágico. Se han roto consensos sociales, se han dejado caer instituciones, se ha dado carta de legitimidad a opiniones e ideologías que deberían estar desterradas de la conversación pública y del intercambio de ideas político. Tal vez sea injusto decir que todos los políticos son iguales, pero sí se produce una gran derrota de la política cuando no soluciona los problemas de gran parte de la población.