LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA

Último debate: Trump se niega a decir si aceptará una victoria de Clinton en las elecciones

"Esto es espeluznante", dijo la candidata demócrata de la que el magnate había dicho: "¡Qué mujer tan asquerosa!"

Trump observa serio a una sonriente Hillary, durante el tercer y último debate presidencial.

Trump observa serio a una sonriente Hillary, durante el tercer y último debate presidencial. / aa

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Había sido con diferencia el más sustancioso de los tres debates presidenciales en Estados Unidos cuando el moderador, Chris Wallace, le preguntó a Donald Trump una pregunta muy sencilla: ¿Aceptará el resultado de las elecciones del 8 de noviembre si pierde? “Te lo diré cuando llegue el momento”, dijo el candidato republicano. “Te dejaré con el suspense”. Esa respuesta no solo pasará a los anales de la historia política del país, sino que está llamada a crear una enorme tensión el día de la cita con las urnas. Aunque Trump llevaba semanas insistiendo en que "las elecciones están amañadas", su respuesta rompe con el primer mandamiento de la democracia, la premisa básica que da continuidad al sistema. “Chris, déjame que responda”, replicó Hillary Clinton“Eso es espeluznante”.

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Esas palabras del republicano están llamadas a centrar la conversación de un debate -el último de los tres que habían de celebrarse- que tuvo de todo, desde discusiones enjundiosas sobre los asuntos que preocupan al país, a acusaciones de brocha gorda como las que han marcado esta campaña. Más que nunca, quedaron claras las visiones antagónicas del futuro que ambos candidatos abanderan. Trump se puso el traje de conservador a la vieja usanza, en un intento de evitar la fuga de votantes en sus filas. Mostró su oposición al aborto, defendió a ultranza el derecho a portar armas y vendió los recortes masivos de impuestos, empezando por los ricos, como panacea contra la débil recuperación económica.

EN MODO PROGRESISTA

Clinton hizo justo lo contrario. Volvió a ser la candidata progresista que Bernie Sanders le obligó a ser durante las primarias, posicionándose como la abanderada de las clases trabajadoras frente a “los poderosos y los ricos”, y defendió un país inclusivo y tolerante frente a las tácticas del miedo.

Trump llegaba con la necesidad de frenar su caída imparable en los sondeos, que comenzó con la publicación del vídeo sexista y se agudizó con las denuncias por agresión sexual. El magnate salió comedido y más centrado que otras veces en explicar sus propuestas, como le había pedido el partido. Pero el espectáculo terminó por afearse con frases impensables hasta hace muy poco. “Menuda mujer tan asquerosa”, le dijo el neoyorkino casi al final, cuando se estaba abordando el futuro de las pensiones. “Ella ha demostrado de muchas formas ser una mentirosa” e, ignorando las conclusiones del FBI en el asunto de los emails, la sentenció una vez más: “Ella es culpable de un crimen muy, muy serio”.

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Clinton nunca perdió la compostura y atacó con dureza, describiendo a su rival como “una marioneta” de Vladimir Putin, al que la inteligencia ha acusado de orquestar el pirateo de varias instituciones políticas estadounidenses para tratar de influenciar el resultado de las elecciones. “Está bastante claro que no admites que los rusos están detrás de los ciberataques, que fomentas el espionaje contra nuestro pueblo, que estás dispuesto a seguir la línea de Putin”. Una vez más el republicano puso en duda que Moscú sea responsable del robo de información y esta vez negó conocer a Putin.

“No conozco a Putin, él ha dicho cosas agradables sobre mí. Si nos llevamos bien, será bueno”, dijo Trump antes de añadir que tanto Rusia como Siria o Irán han actuado con mucha más inteligencia que la Administración Obama en la gran guerra que desangra Oriente Próximo. 

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ATAQUES A LA FUNDACIÓN DE CLINTON

El magnate tuvo sus mejores momentos al abordar la inmigración ilegal y al denunciar a la Fundación Clinton. Frente a las propuestas de su rival para regularizar a los 11 millones de sin papeles que hay en el país, Trump recurrió a la línea dura que tan buenos resultados le ha dado durante la campaña. “Necesitamos fronteras seguras para mantener las drogas fuera de nuestro país. Ahora mismo nosotros nos quedamos con las drogas y ellos con el dinero en efectivo”.

Trump definió a la Fundación Clinton como una “empresa criminal” y acusó a la exsecretaria de Estado y su marido de recaudar dinero a cambio de favores. De países como Arabia Saudí o Qatar. “¿Y tú hablas de los derechos de las mujeres? Esta gente tira a los gais desde lo alto de un edificio”. Clinton defendió el trabajo humanitario de la organización y contratacó con ironía: “La Fundación Trump utilizó el dinero de otra gente para comprar un retrato de seis pies (1.8 metros) de Donald”.

Seguramente este fue el mejor debate de los dos contendientes, pero en el cómputo global Clinton fue mejor porque el republicano es incapaz de controlar sus instintos durante más de media hora. Su respuesta sobre la aceptación del resultado de las elecciones servirá para acentuar la impresión ya muy arraigada en buena parte del país de que Trump es una amenaza para la seguridad nacional. Algo parecido le espetó Clinton, utilizando una frase de Bernie Sanders. “Dijo que eres la persona más peligrosa en competir por la presidencia en la historia moderna de nuestro país y yo creo que es verdad”.

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UNA CAMPAÑA QUE NO ES NORMAL

En cualquier otro ciclo electoral, se podría decir casi con toda seguridad que la primera mujer en llegar a la recta final de la campaña tiene ya la presidencia asegurada, pero esta no es una campaña normal. Todo dependerá de la participación, de si Clinton es capaz de levantar a la gente del sillón el próximo 8 de noviembre. De los seguidores de Trump, nadie duda de que se levantarán.

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