MERCADO LABORAL MUY EXIGENTE

'Karoshi': así llaman en Japón a las muertes por exceso de trabajo

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ADRIÁN FRONCILLAS / PEKÍN

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El trabajo mata en Japón. Literalmente. Una quinta parte de las compañías cuenta con empleados en serio riesgo de muerte. Las carreras nocturnas de oficinistas para cazar el último tren integran el paisaje de un país que desde hace años intenta atajar las muertes por el trabajo extenuante o 'karoshi'.

La encuesta apuntala un cuadro preocupante. El 22,7 % de las 1.743 empresas reconocen que sus trabajadores han alcanzado las 80 horas extras mensuales (unas cuatro diarias). En ese umbral, juzgan las autoridades, empieza el peligro serio. En el 11,7 % de las compañías han alcanzado el límite legal del centenar de horas extras. El sector más afectado es el tecnológico, seguido del académico y el de transportes.

Cada año mueren japoneses por apoplejías, ataques al corazón o suicidios relacionados con el trabajo. También abundan el estrés, los desórdenes emocionales y de sueño. En la prensa ya sólo caben los casos más aberrantes. Un restaurante hubo de indemnizar a los padres de un joven que se había suicidado después de siete meses con medias que rozaban las 200 horas extras.

COMPENSACIONES ECONÓMICAS

El pasado año hubo 2.159 suicidios por 'karoshi', según datos oficiales. Las reclamaciones de compensación económica de familiares alcanzaron el récord de 1.456. El Consejo Nacional de Defensa de las Víctimas de Karoshi juzga los criterios oficiales de demasiado estrictos y calcula que el número real es diez veces mayor. Tokyo pretende que los trabajadores que superan las 60 horas semanales bajen al 5% y convencer a todos de que dispongan al menos el 70% de sus vacaciones pagadas en 2020.

El propósito choca contra las estructuras mentales que explican la transición de un país devastado por la segunda guerra mundial a una potencia económica y tecnológica. Los japoneses asimilaron la empresa a una familia que exige fidelidad, devoción y esfuerzos incondicionales. 

El mercado japonés es envidiable, sin apenas paro y con 1,26 puestos por cada candidato. La reducción de la fuerza laboral desde los años 90 por el envejecimiento de la sociedad sugiere que las empresas deberían atraer y mimar a sus empleados.

En realidad los atornillan para mantener los costes bajos. No es raro que los contratos fijos de jornada completa prometidos se transformen en temporales y de jornada partida con la obligación de trabajar de noche o en fines de semana. La desesperación por entrar en el mercado laboral de los jóvenes o de reengancharse de las mujeres tras dar a la luz aceita los abusos. 

ESCASOS RECURSOS

Al 'karoshi' lo conocen como 'guolaosi' en China y 'gwarosa' en Corea del Sur. Esta también necesitó esforzarse para levantarse tras la guerra de Corea y su pequeño tamaño y escasos recursos naturales aconsejan exprimir el factor humano. Seúl prioriza la educación desde los años 60 y hoy contrasta la abundancia de trabajadores altamente calificados con la escasez de puestos, opina Seungsook Moon, catedrática del departamento de Sociología de Vassar College. “Eso ha generado una fuerte competencia y explica que los surcoreanos que han trabajado muy duro durante décadas sigan haciéndolo”, señala.

La sociedad tecnificada ha agravado el cuadro. En Corea del Sur ya se lucha contra el temido “síndrome del Kakao”, el equivalente nacional del Whatsapp. Una ley en trámite prohibirá a los jefes enviar mensajes después de la jornada laboral para blindar la vida privada.

Los móviles y las tabletas añaden once horas semanales, según un reciente estudio del Instituto de Trabajo y Sociedad de Corea. “Hemos llegado a un punto en que trabajar por la noche o fines de semana sin ninguna retribución se está convirtiendo en norma”, sentaba el estudio. Legislaciones similares ya se estudian en Francia y Alemania. Algunas multinacionales surcoreanas como LG Plus han amenazado con el despido a los jefes que atosiguen a sus empleados.

BEBER PARA DORMIR

“Acababa a menudo a las 2 o 3 de la mañana y necesitaba beber para dormir por el estrés. No me pagaban las horas extras sino que me daban más vacaciones, pero también me llamaban entonces”, cuenta Sora Heo, de 27 años. Dejó la multinacional de telecomunicaciones, viajó seis meses por Latinoamérica y ahora es guía turística. “Gano menos de la mitad pero he recuperado mi vida”, añade.

La ley compensaría el fracaso de las presiones sociales para embridar la acostumbrada hiperactividad. “Los sindicatos han luchado contra el exceso de trabajo pero su posición es más débil que antes de la crisis financiera global de 2008-2009 y la crisis asiática de 1997-1998. La estrategia informal de los empleados consiste en mantener la fachada de trabajo en las horas extras. Están físicamente pero no trabajan duro”, señala Moon.