FIN DE LA POLÉMICA

Austria derribará la casa de Hitler

Tras años de controversia el gobierno decide destruir el hogar donde nació el dictador para evitar que se convierta en un lugar de culto nazi

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CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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Austria ha dado este lunes un importante paso simbólico para condenar su tortuoso pasado. Tras años de controversia y de batallas legales, el ejecutivo de Viena ha asegurado hoy que destruirá la casa en la que creció el dictador Adolf Hitler, situada en la plácida localidad fronteriza de Braunau am Inn. “Derribaremos la casa de Hitler. Los cimientos podrán conservarse pero levantaremos un nuevo edificio”, ha asegurado el ministro del Interior austríaco Wolfgang Sobotka al diario Die Presse.

De esta manera Austria pone punto y final a más de 44 años en los que el gobierno ha intentado buscar salidas alternativas aceptables al inmueble que vio nacer el 20 de abril de 1889 al tirano más sanguinario de la historia moderna. Hasta el año 2011 el centro había sido utilizado para albergar talleres en los que trabajaban personas discapacitadas y con problemas mentales pero desde entonces el edificio se quedó vacío. Eso lanzó a nostálgicos del nazismo a irrumpir cada abril en este pequeño y apacible pueblo para celebrar el aniversario del Führer. De la noche a la mañana, la casa se convirtió en un punto de peregrinaje ultra, en la Meca del racismo y el antisemitismo. Incluso hay quienes se sacaron fotos al frente del edificio vanagloriándose con total impunidad o arrancaron yeso de la pared para guardar en su casa como particular souvenir nazi.

ODISEA LEGAL CONTRA LA PROPIETARIA

Esta escándalo involuntario lanzó al ejecutivo a discutir sobre el futuro de un edificio que recuerda a los austríacos un pasado manchado de sangre y terror que muchas veces intentan evitar. Para poder llevar a cabo el derribo Viena ha tenido que lidiar legalmente con su propietaria, Gerlinde Pommer, una mujer local retirada que en los últimos años había sacado un considerable rédito económico al edificio. Desde 1972, el Ministerio del Interior alquiló y subarrendó a la localidad de Braunau am Inn este inmueble por un precio de 4.800 euros al mes. Desde el 2011 el gobierno gastó unos 240.000 euros en unas instalaciones vacías y convertidas en referencia involuntaria de una reunión anual de neonazis.

Durante años el Gobierno austríaco intentó comprar la propiedad para poder determinar libremente el futuro de las cuatro paredes en las que creció Hitler, ahora un antiguo edificio de tintes amarillentos y blanco. Pommer rehusó todas las propuestas. Ante la constante negativa de la mujer el ejecutivo, presidido por el socialdemócrata Christian Kern, puso en marcha un proyecto de ley para poder expropiarle el terreno sin darle derecho a recurrir a los tribunales o a solicitar una compensación que aún debe ser aprobada en el parlamento. La comisión formada por 12 expertos de la política y la administración pública, profesores y miembros de la sociedad civil a la que se asignó determinar el futuro del edificio dio luz verde a su destrucción. La decisión final sobre la expropiación aún está en el aire.

“Es una decisión necesaria para evitar que la casa se convierta en un sitio de culto o en un memorial para los neonazis”, aseguró Sobotka el pasado julio en el semanario alemán Spiegel, cuando se propuso la idea de expropiar el inmueble a Pommer. Ahora que la decisión ya está tomada el más férreo partidario de la destrucción dentro del gabinete transalpino ha añadido que el nuevo edificio que se construirá sobre los cimientos de la infancia de Hitler tendrá fines “caritativos o administrativos”. Con esta nueva función Austria enterrará un poco más profundo a Hitler, un viejo y tormentoso recuerdo al que insiste en olvidar.