CAMBIO DE CICLO EN EL SUDESTE ASIÁTICO

Muere el rey de Tailandia, el más rico y el más longevo

Una mujer llora a las puertas del hospital con la la foto del rey Bhumibol.

Una mujer llora a las puertas del hospital con la la foto del rey Bhumibol. / periodico

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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Al País de las Sonrisas le esperan días, semanas o meses de lágrimas. El rey Bhumibol ha muerto esta noche en Tailandia a los 88 años después de haber pasado los dos últimos en el Hospital Sirijah de Bangkok. Su desaparición sume al país en el duelo, clausura una era y abre el sensible melón sucesorio. La incertidumbre se cierne sobre un país convulso en el que sólo Bhumibol pudo mantener los conflictos en unos márgenes gestionables.

Bhumibol era el monarca más longevo (70 años en el trono desde que lo ocupara a los 18) y el más rico (30 mil millones de dólares en 2014, según Forbes). Y más allá del Libro Guiness, también era (probablemente) el más querido. Las escenas de dolor se desataron desde que una escueta nota confirmó en la noche de ayer que “había muerto en paz” a las 15.52 hora local. El país estará en duelo un año y durante un mes ondearán las banderas a media asta en los colegios y edificios oficiales y los funcionarios vestirán de negro. Las autoridades también han solicitado la cancelación de cualquier celebración esta semana. La petición parece superflua.

El delicado estado de salud del monarca era un tema recurrente desde hace más de una década. Los tailandeses se habían acostumbrado a vivir con su rey hospitalizado y los cíclicos comunicados médicos que terminaban aludiendo a su feliz recuperación de su larga lista de dolencias. Cuando el domingo escucharon que su estado era “inestable”, sin ningún matiz optimista, intuyeron que el final estaba cerca. Los indicios se acumularon desde entonces: la llegada apresurada de su hijo desde Alemania, las visitas de la familia al hospital, la cancelación de los viajes de trabajo del primer ministro… El derrumbe de la bolsa y de la moneda nacional en los últimos días certificaron el ánimo popular. Ni siquiera la Ley de Lesa Majestad que impone penas de cárcel de hasta 15 años a los responsables de informaciones dañinas a la Corona (sean ciertas o no) ahogó el ruido.

DEBATE SUCESORIO

Esa misma ley ha impedido el debate sucesorio. El primer ministro y general golpista, Prayuth Chan-ocha, calificó el día como el más triste en décadas y desveló que se seguiría el rumbo trazado en su intervención  televisada tras el deceso. El mensaje señala al príncipe Maha Vajiralongkorn, de 63 años, quien había sido ungido como sucesor por Bhumibol en 1972.  En más de cuarenta años ha sido incapaz de ganarse el amor de su pueblo y carece del pedigrí semidivino de su padre.

Tailandia es la segunda economía del sudeste asiático y ni siquiera las tensiones sociales han recortado el turismo ni la inversión. Pero el desarrollo se limita a Bangkok y las islas de paradisiacas playas mientras en las provincias del noreste persiste la dolorosa pobreza. En las clases bajas anida el resentimiento porque todos sus gobiernos democráticos han sido descabalgados en las últimas décadas.

Por su longevidad y la conflictividad de su país, el rey lo había visto todo. Desde hace dos años convivía con la Junta militar que tomó el poder con su anuencia para frenar el deterioro social insostenible de la última década. Tailandia aprobó recientemente el referéndum para aprobar la enésima Constitución, que colocará a los futuros gobiernos bajo el yugo de la supervisión militar. Prayuth había prometido pacificar el país antes de convocar elecciones en 2017, pero la incertidumbre por la muerte de Bhumibol podría retrasar (otra vez) sus planes.

CORRUPCIÓN Y NERVIOSISMO

No es probable que se le vaya el país de las manos a la Junta, pero existen dudas de lo que ocurrirá cuando acaben las ceremonias fúnebres, Bhumibol sea incinerado y el heredero tome el trono. Incluso se especula con el regreso de Thaksin Shinawatra, la figura política más relevante de las últimas décadas y el único que ha rivalizado con Bhumibol por el cariño de las clases bajas. Thaksin permanece en el exilio para no cumplir una condena de corrupción y su llegada aumentaría el nerviosismo en las facciones que tradicionalmente se han repartido el poder y el dinero.

Los presuntos celos de Bhumibol explicarían su silencio ante la asonada militar que descabalgó a Thaksin en 2006 o los sucesivos golpes de estado militares o judiciales contra los gobiernos que apadrinó desde el exilio. Ni siquiera la ausencia de protección a su ídolo ha menguado la devoción de las clases bajas hacia Bhumibol. La mayor parte de los tailandeses no ha visto a nadie más en el trono y ante su muerte sienten el vacío bajo sus pies.