50 años de la revolución de los Panteras negras

Se cumple medio siglo del nacimiento de un movimiento surgido para combatir la discriminación

Foto icónica de Bobby Seale, izquierda, y Huey Newton, fundadores de la organización.

Foto icónica de Bobby Seale, izquierda, y Huey Newton, fundadores de la organización.

IDOYA NOAIN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El pasado, a menudo, no lo es tanto, o al menos no se siente pasado. El próximo domingo se cumplirán 50 años exactos de la fundación del Black Panther Party, los Panteras Negras, una organización y un movimiento que desapareció formalmente en 1982, pero cuyos ecos no es difícil encontrar hoy en Black Lives Matter.

Aquel 16 de octubre de 1966 Huey Newton y Bobby Seale, dos jóvenes negros de 25 y 30 años, respectivamente, firmaron en Oakland un programa de diez puntos que abría con la demanda de «libertad y poder para determinar el destino de nuestra comunidad negra». E incluyeron reclamaciones que bien podrían haberse escrito en los últimos años en Ferguson, en Nueva York, en Baltimore, en Cleveland, en Filadelfia, en Tulsa, en Charlote...: «Queremos el fin inmediato de la brutalidad policial y del asesinato de la gente negra».

Newton y Seale habían estado encuestando a gente en barrios pobres de la ciudad sobre vivienda, educación, encarcelamiento, relación con la policía... Habían estudiado ideologías de izquierda. Y dieron la respuesta socialista y revolucionaria a una realidad donde seguía sin cumplirse la promesa de igualdad que en los años previos habían dejado avances como la Ley de derechos civiles o la de derecho de voto.

La de los Panteras Negras fue también una respuesta armada, y su reivindicación de que los negros portaran armas como defensa ante la policía colocó a los conservadores en un lugar que hoy parece impensable: propugnando y aprobando leyes de control que limitaban su ahora sacrosanta segunda enmienda de la Constitución.

IDEOLOGÍA MARXISTA

No se limitaron a realizar sus patrullas ciudadanas. Con una ideología marxista, formaron alianzas con otros grupos oprimidos y organizaron programas comunitarios, desde clínicas de salud y escuelas hasta el reparto de desayunos y comidas gratis en barrios pobres. «Pleno empleo». «Vivienda decente». «Educación». Las reclamaciones del manifiesto original también resuenan hoy.

El éxito de organización, y la capacidad de los Panteras para movilizar, asustaron a las estructuras de poder y Edgard Hoover, el director del FBI, llegó a definirlos como «la mayor amenaza para la seguridad interna del país». Por eso centró los esfuerzos de su infame programa de contraespionaje en desarticularlos. Y logró hacer mella con sus agentes infiltrados, con espionaje, con acoso judicial, y potenciando las divisiones internas en un grupo que ya tenía debilidades como la desorganización y los cultos a la personalidad y cuya imagen pública se fue deteriorando, también por acusaciones de implicaciones en crímenes.