50 años de la revolución de los Panteras negras
Se cumple medio siglo del nacimiento de un movimiento surgido para combatir la discriminación
Idoya Noain
Corresponsal en EEUU
Corresponsal en Estados Unidos desde 2001.
IDOYA NOAIN
El pasado, a menudo, no lo es tanto, o al menos no se siente pasado. El próximo domingo se cumplirán 50 años exactos de la fundación del Black Panther Party, los Panteras Negras, una organización y un movimiento que desapareció formalmente en 1982, pero cuyos ecos no es difícil encontrar hoy en Black Lives Matter.
Aquel 16 de octubre de 1966 Huey Newton y Bobby Seale, dos jóvenes negros de 25 y 30 años, respectivamente, firmaron en Oakland un programa de diez puntos que abría con la demanda de «libertad y poder para determinar el destino de nuestra comunidad negra». E incluyeron reclamaciones que bien podrían haberse escrito en los últimos años en Ferguson, en Nueva York, en Baltimore, en Cleveland, en Filadelfia, en Tulsa, en Charlote...: «Queremos el fin inmediato de la brutalidad policial y del asesinato de la gente negra».
Newton y Seale habían estado encuestando a gente en barrios pobres de la ciudad sobre vivienda, educación, encarcelamiento, relación con la policía... Habían estudiado ideologías de izquierda. Y dieron la respuesta socialista y revolucionaria a una realidad donde seguía sin cumplirse la promesa de igualdad que en los años previos habían dejado avances como la Ley de derechos civiles o la de derecho de voto.
La de los Panteras Negras fue también una respuesta armada, y su reivindicación de que los negros portaran armas como defensa ante la policía colocó a los conservadores en un lugar que hoy parece impensable: propugnando y aprobando leyes de control que limitaban su ahora sacrosanta segunda enmienda de la Constitución.
IDEOLOGÍA MARXISTA
No se limitaron a realizar sus patrullas ciudadanas. Con una ideología marxista, formaron alianzas con otros grupos oprimidos y organizaron programas comunitarios, desde clínicas de salud y escuelas hasta el reparto de desayunos y comidas gratis en barrios pobres. «Pleno empleo». «Vivienda decente». «Educación». Las reclamaciones del manifiesto original también resuenan hoy.
El éxito de organización, y la capacidad de los Panteras para movilizar, asustaron a las estructuras de poder y Edgard Hoover, el director del FBI, llegó a definirlos como «la mayor amenaza para la seguridad interna del país». Por eso centró los esfuerzos de su infame programa de contraespionaje en desarticularlos. Y logró hacer mella con sus agentes infiltrados, con espionaje, con acoso judicial, y potenciando las divisiones internas en un grupo que ya tenía debilidades como la desorganización y los cultos a la personalidad y cuya imagen pública se fue deteriorando, también por acusaciones de implicaciones en crímenes.
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