JUICIO POLÍTICO

Rousseff enfrenta su 'día D'

La presidenta suspendida del Brasil, Dilma Rousseff, acude a la última sesión debate del juicio político que debe determinar si continúa o no al poder.

La presidenta suspendida del Brasil, Dilma Rousseff, acude a la última sesión debate del juicio político que debe determinar si continúa o no al poder. / periodico

EDU SOTOS / RÏO DE JANEIRO

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La primera mujer presidenta de la mayor democracia de América Latina, Dilma Rousseff, enfrentará este miércoles su particular ‘día D’ en el belicoso Senado brasileño. Tras 112 días desde su suspensión temporal del cargo, acusada de decretar préstamos por parte de la banca pública al Gobierno sin consentimiento previo del Congreso, el controvertido proceso de ‘impeachment’ llega a su desenlace definitivo.

Los 81 senadores de la Cámara Alta ejercerán hoy su derecho a voto y determinarán si la líder del Partido de los Trabajadores (PT) deberá ser absuelta del delito que se le imputa (retomando inmediatamente las riendas del país) o si, por el contrario, deberá ceder definitivamente el cargo al presidente interino, Michel Temer

La línea roja se situará en los 54 votos, es decir, si dos terceras partes del Senado consideran que Rousseff es culpable de las llamadas ‘pedaladas fiscales’ será suficiente para finiquitar un mandato que obtuvo 54,6 millones de votos en las elecciones presidenciales de octubre de 2014 y que, en teoría, debería haberse prolongado hasta el 1 de enero de 2018.

Por desgracia para la ‘dama de hierro’ brasileña, todos los pronósticos parecen indicar que esta cifra podría verse superada por un amplio margen ya que, por el momento, únicamente 18 senadores se han mostrado completamente en contra de la destitución de la presidenta o, como ellos insisten en calificarlo, un ‘golpe parlamentario’.

CRISPACIÓN SOCIAL

El camino hasta aquí estuvo marcado por la crispación y las manifestaciones multitudinarias tanto de los detractores de la presidente, gentes de clase media y alta urbana encabezados por el Movimiento Brasil Libre (MBL), como de los férreos defensores del modelo progresista trazado por el expresidente Luiz Inázio Lula da Silva, es decir, los movimientos sociales, las minorías y el campo, con el Movimiento Sin Tierra (MST) como vanguardia.

En el fondo, el dramatismo de las calles fue un vivo reflejo del espectáculo dantesco ofrecido por defensa y acusación en las sesiones del juicio político. Quizás, el momento más surreal se produjo ayer cuando la polémica autora de la solicitud de ‘impeachment’, la abogada Janaína Paschoal, suplicó entre lágrimas el perdón de Rousseff por intentar “salvar al país” y “cumplir una misión de Dios”.

“Pido disculpas porque sé que la situación que está viviendo no es fácil y que, aunque no fue mi objetivo, le estoy causando sufrimiento. Pido que un día entienda que hice todo pensando también en el futuro de sus nietos”, espetó Paschoal ante unos estupefactos senadores para concluir que “la presidenta mintió en sus balances” y que “el delito está más que comprobado”.

Por su parte, el incombustible abogado defensor de Rousseff, el exministro de Justicia José Eduardo Cardozo, lanzó un último apelo a los senadores para que “no acepten que nuestro país sufra un golpe parlamentario” y que “Rousseff sufra una muerte política”. Unas declaraciones contundentes de quien fue el único ministro que la presidenta mantuvo a su lado durante los seis años que ocupó el Palacio de Planalto. “Pido a Dios que si Dilma es condenada un nuevo ministro de Justicia tenga algún día la dignidad de pedirle disculpas, o si estuviese muerta, a su hija o sus nietos”, concluyó.

APOYOS Y AMISTADES

Especialmente emotiva fue también la defensa a ultranza de las ‘tres mosqueteras’ como se conoce en la prensa brasileña a las senadoras Gleisi Hoffman, Fátima Bezerra y Vanessa Grazziotin, esta última miembro del Partido Comunista de Brasil (PCdoB) el miembro más fiel de la coalición de Gobierno que se acabó diluyendo a consecuencia de la fuga del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB) de Michel Temer. 

Incluso en el partido que posibilitó el ‘impeachment’, a través de la figura del corrupto expresidente del Congreso, Eduardo Cunha, la presidenta mantiene fuertísimos apoyos y amistades como el de la exministra de Agricultura, Kátia Abreu. "Mi objetivo es conseguir que la democracia no sea usurpada y no se cometa un golpe. La cuestión partidaria está ahora en un segundo plano”, explicó a Efe la senadora amiga íntima de Rousseff y que dio a entender que tendrá que abandonar las filas del PMDB una vez se decida a votar contra su destitución.

Aunque nadie se atrevió a dar la batalla por perdida, los comentarios de ayer en el Senado no dejaban espacio al optimismo. El ciclo político de 13 años que cambió para siempre el aspecto de Brasil, que erradicó el hambre y el analfabetismo, que sacó a 35 millones de personas de la miseria, que le aupó a un lugar en el prometedor club de los BRICS y que la colocó en una increíble séptima posición entre las mayores economías del mundo, podría llegar a su fin este miércoles.

Rousseff pagará entonces el precio de haber querido imponer su versión tecnócrata de la socialdemocracia sin jugar, como bien sabía hacer el viejo Lula, el implacable juego de alianzas y favores de la política brasileña. Al final, su incapacidad para mantener contentos a sus socios de coalición durante las 'vacas flacas' acabó dando alas a un Congreso que supo tomarse la revancha.