La Convención Demócrata, complejo juego de equilibrios para Clinton

La candidata demócrata busca la unidad del partido y del país en Filadelfia

A union tradesman wears a Hillary Clinton t-shirt in Philadelphia

A union tradesman wears a Hillary Clinton t-shirt in Philadelphia / MS/ys

IDOYA NOAIN / FILADELFIA Enviada especial

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La realidad de Estados Unidos se mueve en algún punto intermedio entre el violento y caótico escenario apocalíptico que se pintó en la Convención Republicana en Cleveland la semana pasada y el mundo de “pájaros cantando y sol brillando” que un día después del discurso de Donald Trump describió el presidente Barack Obama para rechazar la imagen de un país al borde del colapso. Encontrar ese espacio que asume los problemas pero huye de la agonía, el nacionalismo exacerbado y el populismo y convencer a los estadounidenses de que Hillary Clinton es la persona indicada para gobernarlo es uno de los retos de la Convención Nacional Demócrata que arranca este lunes en Filadelfia (Pensilvania).

El encuentro, de entrada, se promete muy distinto al de los conservadores, con un espíritu más optimista, una visión mucho más inclusiva de un país cada vez más diverso social y demográficamente y con invitados de relumbre, desde el presidente Obama y la primera dama hasta el expresidente Bill Clinton. Pero no llega exento de sombras y una de las principales, si no la mayor, la proyecta la división interna.

DESCONTENTO PROGRESISTA

Los demócratas están lejos de tener un movimiento como el Nunca Trump de los conservadores y no se augura en el Wells Fargo Center una rebelión en toda regla como la de Ted Cruz, abucheado en Cleveland al negarse a dar su respaldo a Trump, pero es obvio y sonoro el descontento con Clinton entre las bases más progresistas del partido que ayudaron a Bernie Sanders a ganar 23 de las primarias y caucus.

Muchos de los seguidores de la “revolución” propuesta por el senador independiente y autoproclamado “socialista” siguen viendo a Clinton como una candidata del statu quoque mantendrá una agenda centrista, por más que su pujanza en primarias haya empujado a la izquierda la “plataforma” (programa) que se aprobará en Filadelfia. Y esa idea la han visto reforzada con la selección del moderado Tim Kaine como candidato a vicepresidente.

La desconfianza para muchos, además, se ha vuelto indignación. El viernes Wikileaks filtró casi 20.000 correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata que confirman que el aparato del partido, durante las primarias, se olvidó de la neutralidad y trató de favorecer a Clinton y minar la campaña de Sanders. El propio aspirante ha hablado de “auténtico escándalo” y ha pedido este domingo la dimisión de la presidenta del DNC, la congresista Debbie Wasserman Schultz, que por la polémica ha sido retirada de la lista de más de 60 oradores de los cuatro días de convención. Eso sí, Sanders está tan preocupado por el reto que presenta Trump y por el intento del candidato republicano de explotar el descontento de los “sanderistas” que no tiene intención de rebelarse en la convención, donde habla este lunes. Sus seguidores, además, fracasaron el sábado en lograr un cambio inmediato en el criticado sistema de superdelegados (cargos electos y otros destacados miembros del partido que no están vinculados por la decisión de los votantes en primarias) pero consiguieron que se forme una comisión con el potencial de reducir en un tercio esa polémica figura para las próximas elecciones.

TENSIÓN CON LA POLICÍA Y PROBLEMA DE IMAGEN

La convención enfrenta otras tensiones. En Filadelfia se espera que entre 30.000 y 50.000 personas participen en manifestaciones de protesta más masivas que las de Cleveland y las fuerzas del orden no han recibido con agrado que Clinton haya invitado a intervenir a un grupo llamado “Madres del movimiento” que representa a las madres de jóvenes negros muertos a manos de la policía en los últimos años.

Ahí late uno de los muchos equilibrios complejos y delicados que tiene que realizar Clinton, que el jueves aceptará formalmente la nominación como primera mujer candidata de uno de los dos grandes partidos en la historia de EEUU pero que llega también como una de las aspirantes menos populares, lastrada por un serio problema de imagen de falta de honestidad y prepotencia.

Clinton debe convencer a los más progresistas de que no mantendrá el statu quo y tratar a la vez de ganar a independientes y republicanos moderados, controlando la potencial inclinación a culpar de todos los problemas del país al obstruccionismo de los republicanos a las iniciativas de Obama y los demócratas. Debe encontrar el tono justo que le aleje del agorero retrato pintado por Trump pero a la vez sin caer en el triunfalismo en un país donde el apoyo al magnate inmobiliario y el éxito de Sanders se explican en buena parte por el descontento de mucha población con el sistema político,  económico e institucional. Y con Trump mucho más cerca en las encuestas de algunos estados bisagra clave de lo que se podía anticipar, la consumada insider de 68 años debe generar entusiasmo y buscar la movilización de las bases como una de las armas para la victoria en noviembre. Porque como ha dicho Julián Castro, el secretario de Vivienda hispano que estuvo entre sus candidatos a vicepresidente, “los demócratas no pueden dar estas elecciones por seguras”.