¿Sociópatas solitarios o yihadistas?

Los lobos solitarios no existen, son todos miembros de una misma manada ideológica

Un mujer reconforta a un niño junto a las velas y flores dejadas en la escuela Albertville, tras el tiroteo, en Winnenden (Alemania), el 12 de marzo del 2009.

Un mujer reconforta a un niño junto a las velas y flores dejadas en la escuela Albertville, tras el tiroteo, en Winnenden (Alemania), el 12 de marzo del 2009. / periodico

RAMÓN LOBO

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Lo ocurrido el viernes en Múnich nos recuerda que vivimos en un mundo complejo. No todo es Estado Islámico y yihadismo. A veces es la extrema derecha o un perturbado con acceso a armas de fuego. Sucede a menudo en EEUU.

John Tures, profesor de Ciencia Política en Georgia, sostiene que los lobos solitarios. Cita a Theodore Kaczynski, llamado 'Unabomber', como único caso reciente de lobo solitario: persona que actúa sola, tanto en sus acciones como en los motivos que las impulsan. Kaczynski, un licenciado en Harward que decidió vivir en la montaña sin luz ni agua, envió entre 1978 y 1995 dieciséis cartas bomba a universidades y líneas aéreas causando tres muertes. Era su protesta contra la sociedad tecnológica. Le capturaron gracias a un exceso narcisista: se comprometió a no enviar más bombas si 'The New York Times'y el 'The Wahington Post' publicaban su manifiesto. Su hermano reconoció la letra.

En el caso del terrorismo islámico impulsado por Daesh/ISIS tenemos dos patrones: atentados cometidos por células (comandos en el argot del terrorismo clásico) y los que actúan solos, sin conexión jerárquica aparente con una organización de la que se cree no recibieron órdenes. Serían los casos de Orlando, Niza Wurzburgo, entre otros. Todos pertenecen, o creen pertenecer, a una manada ideológica.

Partimos de una premisa intelectual demasiado optimista: siempre es posible una cierta cantidad de prevención, aunque sea mínima, incluso en el caso de los que están dispuesoas a inmolarse. Para lograrlo son necesarios los medios adecuados, la información precisa y saber meterse dentro de la cabeza del terrorista para anticipar sus acciones. La radicalización de los atacantes de París Bruselas era conocida por la policía, que no supo/pudo actuar de manera preventiva. Aún no sabemos a qué nos enfrentamos.

Existen hechos objetivos: muchos de los soldados del Estado Islámico han nacido en Europa de padres o abuelos que emigraron en los tiempos del nacionalismo árabe. Se agolpan en barrios marginales atrapados por el fracaso escolar, un desempleo estructural y la exclusión social. El barrio bruselense de Molenbeek fue la base  de las últimas células yihadistas. Gran parte de su red de apoyo, financiera, espiritual y armada, sigue activa. Son barrios fuera de la ley repletos de personas inocentes.

ESCASEZ DE TRADUCTORES

Tras el 11-S en EEUU, la comisión especial que investigó lo ocurrido sugirió cambios en las agencias de espionaje. Uno de los errores más graves, que también afectó a España en el 11-M, fue la escasez de traductores de árabe. De nada sirve tener ojos y oídos dentro de ese mundo radicalizado, si no entendemos lo que dicen.

Como sociedades democráticas hemos aceptado recortes y mirado para otro lado en los casos de torturas. Acatamos la cantinela de que estamos en guerra y la seguridad está por encima de la libertad. La escucha masiva denunciada por Edward Snowden ha estado más centrada en el espionaje industrial de los aliados que en la captura de terroristas. ¿Y ahora qué hacemos con toda esta parafernalia si los que nos atacan son locos solitarios que se radicalizan por Internet?

El atacante de Niza, Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, no estaba fichado como un posible islamista, ni siquiera como una persona en riesgo de radicalizarse. Su familia asegura que era bebedor y no pisaba la mezquita. Tenía problemas psiquiátricos y era un tipo violento: un psicópata. ¿Quién podría imaginar que alquilaría un camión y lo lanzaría contra una multitud? Según el fiscal llevaba meses planeándolo y tenía cómplices.

EFECTO IMITACIÓN

La OMS recomienda no informar de los suicidios porque está probado que existe  un efecto llamada, un rapto en la imitación. Quizá esté pasando lo mismo con este tipo de perturbados que ven en la bandera del ISIS una fuente de pertenencia, una salida llamativa a su infierno particular.

¿Cómo prevenir este tipo de ataques? ¿De qué sirve todo el teatro de la apariencia de seguridad y los bombardeos sobre Siria? ¿Cómo saber que un hombre con un historial de violencia machista era un homosexual que rechazaba su sexualidad? En EEUU está por medio el asunto de las armas. Niza nos demuestra que basta un camión, la voluntad y la oportunidad para matar de manera masiva.

Quizá deberíamos reflexionar sobre el efecto llamada del exceso de información no comprobada. Múnich fue en ejemplo de todo lo que no se deben hacer los medios. Tal  vez ha llegado el momento de hablar de sociópatas. Manuel Valls, el primer ministro francés, es uno de los propagadores del incendio. Su última ocurrencia es que nos debemos acostumbrar a convivir con el terrorismo. Se refiere a nosotros, claro, a los contribuyentes, a los votantes, porque personas como él tienen garantizada la seguridad y el salario de por vida.