El sueño roto del PT

Lula está convencido de que la caída de Rousseff es solo un eslabón hacia el verdadero objetivo: borrar de la memoria una gestión que transformó el país

Lula (derecha), junto a su mujer, Marisa (izq) y Dilma Rousseff (centro), el pasado 5 de marzo, en Brasilia.

Lula (derecha), junto a su mujer, Marisa (izq) y Dilma Rousseff (centro), el pasado 5 de marzo, en Brasilia. / cs

ABEL GILBERT / BUENOS AIRES

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"Soy víctima de una farsa jurídica y política", ha dicho Dilma Rousseff en el Palacio del Planalto, antes de abandonarlo. Detrás suyo, un demacrado Luiz Inacio Lula da Silva observaba la escena. Lula está convencido de que la caída de Rousseff es apenas un trecho del camino político y judicial que conduce hacia él. El objetivo final de lo que llama “el golpe blando” es borrar de la memoria de millones de brasileños al Partido de los Trabajadores (PT). 

A fines del 2010, y antes de entregarle el poder a Rousseff, el entonces presidente gozaba de una enorme popularidad y el PT parecía imbatible. “Lula, el hijo de Brasil”, la película en la que se contaba su ascenso, de la pobreza a la lucha sindical y del sindicato al poder, fue financiada por grandes empresas que luego le dieron la espalda al Gobierno. En pocos años se trastocó todo.

El PT llegó a la presidencia el 1 de enero de 2003 después de haber perdido tres elecciones y en alianza con sectores del centro y la derecha que lo obligaron a hacer importantes concesiones políticas y programáticas. Así y todo, durante los ocho años de Lula, unas 32 millones de personas, el equivalente a la mitad de Francia, pasaron a formar parte de la clase media baja, lo que en Brasil clasifican el “sector C” de la población.

EL PROGRAMA HAMBRE 0

Las políticas asistenciales sacaron del hambre a 40 millones de brasileños. Se triplicó el producto interior bruto per cápita y se crearon 15 millones de nuevos empleos. Brasil era el gran destino de las inversiones extranjeras.

Rousseff asumió la presidencia con la promesa de resolver las asignaturas pendientes: inseguridad, educación, obras de infraestructura, la mejora del sistema político, la valoración excesiva del real (la moneda nacional) respecto del dólar, y la lucha contra la corrupción.

La crisis internacional y las decisiones tomadas por la heredera de Lula para hacerlas frente se convirtieron en una bomba de tiempo que estalló al finalizar su primer mandato. Y aunque Rousseff fue reelecta a finales del 2014 por la mínima, su manifiesta debilidad, agudizada por el hundimiento económico, la convirtió en rehén de las circunstancias.

El desenlace parecía estar escrito. “¿Cómo ha podido suceder esto”?, se preguntan ahora muchos, en medio de la bronca y el desencanto. 

PADRE DE LOS POBRES, MADRE DE LOS RICOS

Unos ponen el acento en los casos de corrupción de parte de la dirigencia del PT. Otros piensan que, al fin de cuentas, Estados Unidos no tolera que Brasil compre armas a Francia y Suecia, que lidere una región que se ha distanciado de Washington, que tenga una política petrolera independiente y que busque alianzas estratégicas con Pekín y Moscú.

El cura Frei Betto, que fuera confesor de Lula, tiene una visión diferente, menos conspirativa. Para el padre franciscano, el PT ha sido derrotado porque no se ha atrevido a poner en marcha reformas políticas, tributarias, agrarias y de los medios de comunicación. 

El Partido de los Trabajadores “intentó, en vano, ser el padre de los pobres y la madre de los ricos”, ha escrito en una columna publicada por el diario 'O Globo', del grupo televisivo que ha sabido amar y odiar a Lula. En 13 años se ha creado una “nación de consumidores y no de ciudadanos”.

Para renovar el Congreso, añade Betto, el PT ha desechado a los movimientos sociales y ha preferido las “alianzas promiscuas cuyos virus oportunistas terminaron por contaminar a algunos de sus dirigentes”.

Frei Betto se niega a pensar que todo ha terminado. El religioso opina que al final Michel Temer -que llegó a la vicepresidencia gracias a Lula, al que que ahora ha traicionado- será el que, cuando hayan elecciones, acabará contribuyendo sin quererlo a la victoria de Lula. La baja popularidad y desprestigio de Temer hará que los brasileños acaben apoyando en las urnas al expresidente. Eso si, siempre y cuando el grito de “cárcel ya” no se haga realidad.