42 ANIVERSARIO

Ella es Celeste Caeiro, la mujer que, con un pequeño gesto, dio nombre a la Revolución de los Claveles

Esta empleada en una cafetería le dio una flor a un militar que le había pedido un cigarro y que colocó la flor en su fusil

Entrevista a Celeste Caeiro

Entrevista a Celeste Caeiro / periodico

HELENA PONCINI / LISBOA

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La mañana del 25 de abril de 1974, cuando Celeste Caeiro despertó, nada le hacía presagiar que su país no solo estaba a punto de cerrar un capítulo de su historia, sino que, sin querer, acabaría formando parte de ella. Fruto de la casualidad tuvo un gesto, el de ofrecer una flor, que sin pretenderlo dio nombre al levantamiento militar que puso fin al régimen dictatorial en Portugalla Revolución de los Claveles.

Cuarenta y dos años más tarde, Celeste, hoy una anciana de aspecto frágil y humilde, no consigue contener las lágrimas cuando recuerda el momento: “El soldado me pidió un cigarro y no tenía. Me dio pena y le di un clavel pensando que no iba a aceptarlo, y lo puso en el cañón de la escopeta”, relata con la voz entrecortada por la emoción.

Repitió el gesto tantas veces como flores tenía el ramo y, más tarde, fueron las floristas las que continuaron con el reparto. Fue así que, al mismo tiempo que el régimen caía , las calles de la capital se llenaron de claveles, convirtiéndose en símbolo de libertad y anunciando una primavera que trajo la democracia al país luso.

UN DÍA PARA LA POSTERIDAD

Empleada del ropero de un café en la rua Braamcamp, aquella mañana Celeste acudió al trabajo, ajena por completo al levantamiento militar que se había iniciado la noche anterior: “Fui temprano para desayunar allí”, rememora. A su llegada, el jefe del local, dada la situación, mandó para casa a sus empleados y les pidió que se llevaran los claveles que había comprado para la fiesta de aniversario del local, que cumplía su primer año.

“Podían haber escogido otra flor, pero fue esa. Cogí rojos y blancos”, señala la anciana, consciente de la arbitrariedad de la elección. Ramo en mano, desoyó el consejo de una amiga de dirigirse a su domicilio. “Hay un golpe de Estado, no puedo quedarme en casa”, pensó. Tras un viaje en metro, llegó a la céntrica plaza de Rossío, donde al comienzo de la Rua do Carmo, observó los tanques de los militares sublevados.

El deseo de saber hizo que preguntara a uno de ellos. “Vamos para el cuartel, donde está el Ministro”, le dijo el soldado en referencia a Marcelo Caetano, sucesor de Salazar, quien aceptó su rendición horas más tarde. Tras el cruce de palabras, el militar, de guardia desde la madrugada, le pidió tabaco. Ante la imposibilidad de proporcionárselo, Celeste le ofreció lo único que llevaba a mano, una flor, aunque matiza: “No fui yo quien puso el clavel en la escopeta, fue él”, hecho que justifica apelando a su metro y medio de estatura.

FALTA DE RECONOCIMIENTO

Sin perder la prudencia que le caracteriza, en la cara de la anciana de 81 años se dibuja una tímida sonrisa cuando su íntima amiga Rosa Días la introduce a dos turistas franceses que irrumpen en la sala. “Ella es la mujer que comenzó a repartir claveles a los militares el 25 de abril”, explica mientras gesticula para hacerse entender. La pareja, sabedora de la historia, no duda en retratarse con la celebridad, que saborea por unos minutos ese reconocimiento que tanto echa de menos en su país natal.

Sorprende que la emprendedora del gesto que nombró la Revolución y que cada aniversario hace que las calles del país se inunden de claveles rojos y blancos sea aún desconocida para muchos de sus compatriotas. Acostumbrada a las entrevistas, Celeste lamenta que la única atención recibida provenga de los medios, en su inmensa mayoría extranjeros: “Nunca he recibido un reconocimiento oficial”, confirma.

Memoria viva de la historia del país, la anciana vive en Lisboa con una pensión de 370 euros al mes –de los que invierte más de la mitad en el alquiler de un pequeño apartamento- y con la única ayuda de su hija, que vive en otra ciudad y con la que pasa algunas temporadas. “Es ella quien me compra la ropa”, asegura. Sin embargo, ante la insistencia para irse a vivir de forma permanente con su familia, Celeste Caeiro se muestra reticente para abandonar la casa que habita, situada a escasos metros de una Avenidade da Liberdade que, como cada 25 de abril, recorrerá hoy clavel en mano en homenaje a un momento histórico que ella misma bautizó.

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