HERIDA ABIERTA

Españoles, las víctimas olvidadas de los campos de concentración

La colaboración del franquismo con los nazis y la falsificación de apellidos dificulta la identificación de los entre 50.000 y 80.000 afectados

ACTO DEL 70 ANIVERSARIO LIBERACIÓN CAMPO DE MAUTHAUSEN

ACTO DEL 70 ANIVERSARIO LIBERACIÓN CAMPO DE MAUTHAUSEN / vmo

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 4 de septiembre de 1936 España se encontraba sumida en una devastadora Guerra CivilFrancisco Largo Caballero había sido designado presidente del Gobierno republicano pero su mandato duró poco. La entrada de las tropas franquistas en Barcelona forzaron su exilio a Francia. Como muchos otros españoles perseguidos por el régimen nacional-católico de Franco, se escondió en el sur del país vecino pero otra vez el avance del fascismo quebró sus esperanzas. La invasión nazi supuso su confinamiento en el campo de concentración de Sachsenhausen, al norte de Berlín. En abril del 45 este sindicalista marxista fue rescatado por el Ejército soviético, una suerte que no conocieron muchos otros de sus compatriotas.

Aunque los historiadores apuntan a que hubo entre 50.000 y 80.000 víctimas españolas de los campos de concentración, 71 años después del final de la Segunda Guerra Mundial aún no hay cifras concretas. Eso se debe a varios factores. Ya sea por error o por falsificación voluntaria, muchos españoles fueron registrados con apellidos que no eran los suyos y con la nacionalidad francesa. “Esa dificultad para tener información incluso abrió las puertas a falsos testimonios”, asegura Benito Bermejo, el historiador que destapó el caso de Enric Marco, durante una mesa redonda en Berlín organizada por la embajada de España bajo el título "Víctimas y supervivientes españoles de los campos de concentración".

Quien sí vivió de primera mano los horrores nazis fue el francés Roger Bordage. Como Largo Caballero terminó en Sachsenhausen, de donde ahora es el presidente de su comité internacional, y pudo escapar de esa trágica experiencia. En los dos años que estuvo preso pasó de 73 a 33 quilos, algo propiciado por jornadas de esclavitud inhumanas. “Si estamos aquí gracias a la capacidad de organización de los comunistas. Ellos nos explicaron el atentado a Hitler o el desembarco en Normandía y eso era mejor que cualquier comida”, asegura quien un día tuvo por nombre el número 16.440.

Hitler-Franco, una alianza fatal

El 90% de los españoles capturados en Alemania tuvieron menos suerte que Largo Caballero y fueron a parar al campo de Mauthausen. Se estima que en 1942 había hasta 7.200 españoles entre los barracones de esta prisión austríaca, de los que hasta 4.800 fueron asesinados. Aún así, los datos reales podrían ser muy superiores. “Franco no quería que los españoles en Mauthausen tuvieran nacionalidad por lo que fueron identificados como parias”, apunta Bordage como otro factor que dificulta la identificación de las víctimas hispánicas. El campo se convirtió en el destino final de muchos ‘Rotspanienkämpfer’, como se llamaba a los rojos combatientes españoles.

España fue un país neutral hasta la victoria de los aliados pero su sociedad fue anormalmente beligerante e implicada en el conflicto. “La cercanía de la Guerra Civil condicionó el alto grado de organización de la militancia antifascista”, asegura el catedrático en Historia Contemporánea Xosé Manoel Núñez Seixas. Eso, subraya, también explica que el asesinato de españoles en campos de concentración sea mayor que el de otras nacionalidades. En Mauthausen se ejecutó al 67% de los presos provenientes de España.

Hasta el año 2005, bajo la presidencia del José Luís Rodríguez Zapatero, España nunca había participado en el memorial de Mauthausen. “La falta de memoria histórica viene de la falta de una consciencia antifascista en la política”, lamenta Núñez Seixas. Las falsificaciones de identidad y, sobretodo, el colaboracionismo franquista con el régimen de terror nazi para acabar con la resistencia republicana dificultan aún más ese ejercicio de rememoración. Muchas familias seguirán sin saber qué fue de sus parientes supuestamente exiliados a un mejor destino.