Elecciones peruanas

¿Por qué la hija de Fujimori es la candidata de las clases populares de Perú?

La más que probable ganadora de los comicios de este domingo, ya piensa en cómo imponerse el 7 de junio a Mendoza o Kuzcynski

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ABEL GILBERT

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“Acudan a votar con ilusión. Cada cinco años, este es un momento para definir el destino de nuestro país”. Keiko Fujinori llegó al colegio Virgen de Asunción, en el distrito limeño de Surco, con el inalterable rictus optimista de la campaña electoral. Preguntó quién era el último de la fila y dejó que los fotógrafos captasen el momento en que la candidata de Fuerza Popular, el que todo apunta será el partido más votado en la primera vuelta de los comicios peruanos, dibujaba su mejor sonrisa política. “Creo que los candidatos presidenciales deben dar el ejemplo y por eso he querido hacer mi cola y esperar junto con los ciudadanos”, dijo. Cuando salió del colegio, recibió el aplauso de sus seguidores. Cuando escucharon que una señora gritaba “ratera” se abalanzaron sobre ella.

Keiko inició este mismo domingo su campaña con vistas al segundo turno, el próximo 7 de junio. En su entorno creen que la llegada al Palacio Pizarro se convertiría en realidad si a la hija del autócrata preso, Alberto Fujimori, le toca enfrentarse con la joven congresista Verónika Mendoza (Frente Amplio, de centroizquierda). La candidata de Fuerza Popular podría capitalizar parte de las adhesiones centristas de los seguidores de Pedro Pablo Kuzcynski (Peruanos por el Kambio, de derechas). Pero si el ex banquero es finalmente su contendiente, la victoria electoral será aún más difícil. Algunos dicen que imposible.

El fenómeno Keiko despierta interrogantes que muchas veces quedan en suspenso. La candidata de los colores naranja encuentra su mejor apoyo en los sectores más castigados de la sociedad, en los llamados “pueblos jóvenes” donde el 'fujimorismo' histórico construyó su voto duro, y en el mundo del empleo informal. Para el analista político Milton Vela, ese votante fiel “asume e ignora” los crímenes del padre.

El éxito parcial de Keiko, conjetura el semanario Caretas, está en cierta medida relacionado con “el desgaste de los Gobiernos postfujimoristas”, erosión que ha llegado al punto de que el presidente saliente, Ollanta Humala, ni siquiera presenta candidatos al Congreso.

Para Freddy Vásquez, psiquiatra del Instituto Nacional de Salud Mental, los sectores marginales que apoyan a la candidata del color naranja no la ven como una líder “sino, simplemente, como el vehículo para la continuidad de la 'obra' del padre”. Ese elector, añadió, es consciente de que Alberto Fujimori cerró el Congreso en 1992, formó grupos paramilitares y cometió actos de corrupción, “pero, aun así, poco le importan estos hechos pues considera que en su momento el Gobierno lo atendió a través de políticas asistencialistas”. El fujimorista sentimental “distingue el bien y el mal, pero se deja llevar por lo que hizo el padre”.

Consultado por el diario 'La República', el psicólogo Manuel Saravia, coincide en observar que, desde la huida a Japón y la renuncia por correo electrónico de 'el Chino', a fines del año 2000, el fujimorista clásico “se siente” desprotegido.

LA MODERACIÓN AUTOCRÍTICA

Al voto emocional, Keiko ha intentado añadir un condimento que tratará de profundizar en las próximas semanas: su giro al centro. Durante el debate con aires de reallity show entre los candidatos del pasado 3 de abril, Fujimori hija leyó un documento en el que se comprometió a mantener un “respeto irrestricto” a las libertades democráticas y de expresión, así como a indemnizar a las víctimas de abusos perpetrados durante el Gobierno de su padre.

Gustavo Gorriti, uno de los periodistas que con mayor vehemencia y puntería atacó la autocracia de Fujimori, calificó de inteligente la maniobra de la hija pródiga. Estimó que Keiko ha aprendido de los errores que la llevaron a perder en segunda vuelta ante Humala hace cinco años y por eso hace esfuerzos denodados en busca del votante moderado.

La estrategia de la aspirante es “audaz” e “inteligente” pero, de acuerdo con Gorriti, también es fallida. Si bien no representa exactamente en todo a su padre, las diferencias no alcanzan para eliminar el rechazo que provoca. Para Gorriti, si ella, candidata del fujimorismo a fin de cuentas, ha rechazado “una a una casi todas las características que lo definen” y se define a sí misma, en los hechos, “casi como una opositora del fujimorismo histórico”, después de tan significativo “cambio, conversión y alejamiento”, no le quedaría otra alternativa “que renunciar” a ser quién es. Y eso, sería inverosímil. El padre lo sabe.