PRESIDENCIALES EN PERÚ

Perú acude a unas elecciones bajo el fantasma de Fujimori

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ABEL GILBERT

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Como el perro que se muerde la cola, Perú, en su cuarta elección ininterrumpida desde que Alberto Fujimori huyera al Japón, hace casi 16 años, vuelve a girar alrededor de 'El Chino', como se le conoce en el país, y su linaje. Unos 23 millones de electores decidirán si su hija Keiko logra la hazaña de llegar a la presidencia o si, otra vez, para evitarlo, la mayoría se inclinará por el “mal menor”. Por lo pronto, los peruanos acuden a las urnas con una certeza: todo apunta a que habrá segunda vuelta el 5 de junio. Lo que se decide este domingo es quién competirá con Keiko Fujimori. La pelea por ese lugar la dan el exbanquero Pedro Pablo Kuzcynski (Peruanos por el Kambio, la 'k' es por Kuzcynski, de derechas)  y la joven congresista Verónika Mendoza (Frente Amplio, de centroizquierda).

Los peruanos enfrentan dos líneas divisorias al mismo tiempo que, en un aspecto, se superponen. La primera dicotomía tiene que ver con el 'fujimorismo' y el 'antifujimorismo', y es la más visceral. Miles de personas ganaron las calles limeñas antes de la contienda bajo la consigna “Keiko no va”. No eligieron cualquier fecha sino el 5 de abril, cuando se cumplieron 24 años del autogolpe de su padre.

La aparición de Keiko en los 'papeles de Panamá' 'papeles de Panamá' no ha hecho más que afianzar ese rechazo. La polarización política deja su marca en las redes sociales y las pantallas. Ni siquiera “Al fondo hay sitio”, el programa más popular de la  televisión peruana ha quedado de alguna manera al margen. El culebrón enfrenta a dos familias, los Maldini y los Gonzales, que reflejan desde hace ocho años los prejuicios y abismos de la sociedad.

Mónica Sánchez, la actriz que interpreta a la acongojada Charito Gonzales, encabezó una campaña #NoaKeiko. No estuvo sola: 24 actores la acompañaron. Su antagonista en el culebrón, la actriz Karina Calmet, quien encarna a la ricachona y petulante Isabella Maldini, decidió situarse en el bando contrario. Según la revista 'Caretas', las desigualdades sociales mostradas en la ficción “se colaron en la coyuntura electoral”.

EL MODELO EN CUESTIÓN

La otra dicotomía tiene que ver con lo económico. Los peruanos se dividen entre los defensores y antagonistas del modelo de matriz neoliberal que inició Fujimori y, con leves correcciones, preservaron los presidentes Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala. Los tres se olvidaron de sus impugnaciones apenas llegaron al poder y se convirtieron en sus garantes.

El candidato Kuzcynski, que fue ministro de Economía de Toledo, es un defensor ardiente de la continuidad del programa que le permitió al país crecer a altas tasas, aunque los beneficios de la bonanza quedaron en pocas manos.

Mendoza, en tanto, apela claramente al cambio. Ella rompió con Humala apenas iniciada su gestión. Su Frente Amplio propone redactar una nueva Constitución, darle al Estado mayor capacidad regulatoria y limitar la actividad extractiva minera por sus daños ambientales. Como a Toledo y a Humala, le han cargado el mote que más gustaba a Fujimori: “terrorista”. Kuzcynski dijo que Mendoza era una “media roja” que “nunca ha hecho nada en su perra vida”, y debió disculparse. El arzobispo de la norteña Arequipa, Javier del Río, pintó a la candidata como un demonio en la homilía del Domingo de Resurrección por su apoyo al aborto y el matrimonio igualitario.

SEGUNDA VUELTA ENTRE DOS MUJERES

Keiko ha señalado que le gustaría disputar la segunda vuelta con “otra mujer”. Piensa que sería mucho más fácil que derrotar a un Kuzcynski que busca posicionarse en el “justo medio”. “Los motivos para optar por el voto que sirve no son solo intentar ayudar a lo que más se parece a lo que queremos, sino también intentar impedir aquello que nos parecería muy negativo”, subrayó en su editorial del sábado el diario 'La República'.

Los finales de Gobierno en Perú repiten la misma escena: el presidente abandonará su cargo sin popularidad. Humala tiene apenas un apoyo del 14%. El buen rendimiento macroeconómico (el 2015 cerró con una mejora del PIB del 3,26 en medio de una situación de casi recesión regional) y el aumento del salario mínimo (222 euros) parecen datos anecdóticos para una población que en su mayoría tiene empleos informales, en la que el 24% sigue siendo muy pobre, y a la que se le pide cada cuatro años un voto de confianza.