PRIMARIAS EN EEUU
La dinastía Bush se apaga
Jeb Bush abandona las primarias y renuncia a sus ambiciones presidenciales tras sus resultados decepcionantes
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON
Empezó como el favorito indiscutible para hacerse con la nominación republicana y se marcha a las primeras de cambio sin haber subido siquiera al podio en los tres estados que se han disputado. Jeb Bush, el exgobernador de Florida, renunció el sábado a sus ambiciones presidenciales tras un decepcionante cuarto puesto en Carolina del Sur, un estado con tradición militar que catapultó a su padre hacia la Casa Blanca en 1988 y a su hermano en el 2000 con sendas victorias.
“Estoy orgulloso de la campaña que hemos hecho para unificar al país”, dijo ante las lágrimas de su mujer, la mejicana Columba Bush. “Pero el pueblo de Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur ha hablado”. Con su renuncia se apaga una dinastía que ha marcado la política conservadora de Estados Unidos desde los ochenta, cuando George H.R. Bush, el padre de Jeb, fue vicepresidente con Reagan.
A Bush le quedaba todavía dinero en el banco, pero se enfrentaba a la musculosa presión del aparato y los donantes del partido, que reclaman desde hace tiempo la marcha de los candidatos más débiles para concentrar su respaldo en un solo candidato que sea capaz de hacer frente a Donald Trump y Ted Cruz, las bestias negras de las élites conservadoras.
INUNDAR LAS ONDAS
Jeb había recaudado más que ningún otro candidato, más de 100 millones de dólares, que unidos a los 118 de Right to Raise USA, el supercomité de acción política que le respaldaba, le sirvieron para inundar las ondas con una retahíla de anuncios negativos contra sus rivales, especialmente Marco Rubio, el niño hispano de Florida al que apadrinó en su ascenso político. Al final, Rubio, acabó siendo su Judas.
Pragmático, introvertido y de centro derecha, Bush no ha sabido competir en un ciclo electoral marcado por el desprecio hacia las élites. Nunca debatió bien en televisión ni supo quitarse de encima el sambenito que Trump le colgó en agosto, cuando le dijo por primera vez que es un tipo de “poca energía”, un pusilánime inapto para estos tiempos bárbaros.
Tampoco supo enfrentarse a los cadáveres del desastroso legado de su hermano en Irak. Solo al final, su familia acudió a su rescate. Barbara Bush, su madre, y George Jr, se unieron a su campaña en Carolina del Sur. Pero nada cambió. Su sentencia estaba escrita.
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